A I L E E N
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Κοιμήσου, χαδεμένο μου, και εγώ σε νανουρίζω
Κι' εγώ την κουνιά σου κουνώ και σε άποκοιμίζωΚοιμήσου, κοριτσάκι μου, κι' η Μοϊρα σου δουλεύει
Και το καλό σου ροιζικό προικιά σου παραγγέλλει.¹
Las caricias de mi mamá sobre mi cabeza me hacen sentir los párpados pesados, la canción que siempre me suele cantar para dormir suena cada vez más apagada. La hora de dormir no me gustaba tanto porque el cielo se torna oscuro, en la oscuridad siempre pasan cosas malas, pero papá dice que Helios juega a las escondidas con mi hermano Apolo. Todo pierde la luz y no puedo ver más allá de mi nariz, la tía Nyx puso estrellas para que iluminen mi habitación en el olimpo, así los monstruos no vinieran a atacarme. Me calma la canción de mi madre, escuchar su voz logra que los miedos de la noche se calmen y pueda dormir. Papi siempre viene antes de que me duerma a darme un beso de buenas noches y revisar si no hay monstruos bajo la cama.
—¿Mami porque papi todavía no vino? —preguntó cansada, papá no había venido ni siquiera a cenar con nosotras, lo cual resultó muy extraño.
—Está trabajando princesa, ahora duérmete —alegó mi mamá que continuó cantando hasta que no pude escucharla más. Morfeo me llevó al país de los sueños. —Aileen, despierta princesa —exclamó mi madre sacándome de la cama en sus brazos. No comprendía qué pasaba, pero al ver lo asustada que estaba sentí mucho miedo. Frotando mis ojos mientras ella corría a la sala de tronos, se comenzaron a escuchar gruñidos y detrás de nosotros apareció un monstruo que destruyó una pared para seguirnos.
Grité con todas mis fuerzas, era un horrendo monstruo, abracé a mi mamá viendo como esta comenzó a atacar al monstruo con una sola mano. Su poder es fuerte frente al monstruo, pero tenerme entre sus brazos le dificulta la tarea de ganar y más cuando debe esconderse de los ataques de esa temible criatura. Cuando esta intentó golpearnos y mi mami me cubrió para que no me dañara, papi apareció neutralizando el golpe y lanzando rayos al monstruo que no dejaba de gruñir.
—Papi —me removí inquieta en los brazos de mi madre, pero ella comenzó a correr huyendo de la escena hasta encerrarnos en la sala de tronos. Temerosas de que apareciera el monstruo, mi madre me mantuvo en sus brazos y con su mano apuntó a la puerta lista para atacar. Pero se relajó en cuanto vio a mi hermano Ares correr en nuestra dirección confundido.
—¿Mamá qué pasa? —preguntó Ares viendo a mi madre que me entregó en brazos del grandote viendo a la puerta una vez más antes de contestar.
—Mantén escondida a tu hermana y no salgan pase lo que pase —respondió está dejándome con mi hermano que sin esperar nada nos transportó a la habitación de la diosa Afrodita. La imponente fémina estaba durmiendo en su cama y mi hermano me dejó a su lado pidiéndome que guardara silencio. Se giró y fue en dirección de la puerta y la abrió apenas sacando la cabeza, y en el espacio que abrió encima de la puerta se coló una sombra negra que me dio mucho miedo. Grité lo más fuerte que mis pulmones me permitieron, despertando a la diosa de amor que también comenzó a gritar cuando noto la sombra. Ella reaccionó rápido, me abrazó y golpeó con su poder a la sombra que desapareció. Ares se acercó a nosotras y en su mano apareció una espada, le dio la mano a la diosa y ella salió de la cama cargando conmigo.
—Ares mueve tu lindo trasero y protege a tu hermana —bramo la diosa apretando su agarre en mí, escondiendo mi rostro en su cuello. Corrimos de nuevo a la sala de tronos, mis padres estaban allí hablando o gritando, ya no podía distinguir que pasaba, Afrodita me bajo y yo corrí a los brazos de mi papá.
—Papá —grité corriendo a los brazos de mi progenitor abrazándolo con toda la fuerza que poseía, pero un ente me separó de él en contra de mi voluntad.
Auch. Caí al suelo envuelta en las sabanas como si fuera un burrito. La puerta de mi habitación se abrió y por esta apareció mi prima y Alida con dos manzanas en las manos.
—¿Cuál es la emergencia? —interrogó Ylenia inspeccionando mi habitación con dos bolas de agua en sus manos.
—Solo fue una pesadilla, chicas, gracias por venir de todas formas —hablo intentando ponerme en pie, pero como era un burrito andante no pude hacerlo sin la ayuda de ellas.
—¿Pesadillas de qué? —preguntó Alida mientras me ayudaba a desenvolverme de las sabanas y se sentó en mi cama cruzada de piernas.
—Soñé cuando intentaron secuestrarme de pequeña, es un recuerdo que tengo muy vivido en mis pesadillas. En aquel momento tuve que dormir con Afrodita para no tener esas pesadillas, fue casi un mes hasta que Hypnos hechizo mi cama para que deje de soñar esas cosas.
—¿Quién te intentó secuestrar? —curioso mi prima sentándose junto a Alida que me estaba escuchando con atención.
—Fue Prometeo con la ayuda de los monstruos del tártaro y algunos hechizos por venganzas inconclusas —respondo recordando aquellas épocas, un escalofrío me recorrió el cuerpo solo de revivir esas memorias oscuras.
—¿Prometeo no debía estar muerto? —alega Ylenia, confundida, supongo que en el campamento ya no enseñan nada de Prometeo.