La hija de Zeus y Hera [1.2]

Capítulo 41| ¿Dónde está ella?

A I L E E N⚡️⚡️⚡️

A I L E E N
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Estoy perdida, Emma no responde mis mensajes, ni atiende mis llamadas, algo muy extraño porque mi amiga aunque esté en el trabajo siempre encuentra un segundo para contestar un mensaje. Viaje a la tierra corriendo a la casa de los Rodríguez tocando el timbre en reiteradas ocasiones, al punto que llegué a golpear con mis puños la puerta, pero nadie salió a abrir. Tengo miedo de que algo le esté pasando a Emma o que Maya le haya hecho algo por mi culpa, corro a la puerta del patio trasero, comprobando que por desgracia esta se encuentra cerrada.

—¡Rayos! —grité pateando la puerta frustrada a punto de ponerme a llorar porque algo muy en el fondo de mi ser me dice que algo malo está pasando. Con la palma abierta golpeó una vez más la puerta frustrada a punto de gritar una vez más.

—¿Puedes dejar mi puerta en paz? —habló una voz femenina que me hizo hervir la sangre. Caminando unos pasos hacia atrás levante mi mirada para ver como por una ventana del segundo piso apareció la rubia oxigenada con el cabello revuelto y la mejilla roja por un golpe.

—¿Dónde está ella? —exigí saber con los puños apretados, no precisaba decir a quien me estaba refiriendo a la única persona que venía a visitar es a Emma. Maya me dedicó una sonrisa de lado y acomodando su cabello me miró con superioridad.

—Te dije que no te metieras con Damián, su pequeña fiestecita en el olimpo te salió muy cara, ahora atente a las consecuencias —dictaminó ella girándose para luego desaparecer, dejándome con las palabras en la boca.

—¡Reza a los dioses porque Emma aparezca sana y salva o te juro que lo pagaras caro, rubia, oxigenada! —amenazó viendo la ventana vacía, sé que ella me estaba escuchando, aún enfurecida me fui envuelta en un rayo al olimpo.

Aparecí en la sala de tronos, caminé al trono de mi padre donde me senté, quería concentrarme lo suficiente para mantener una comunicación con él telepáticamente. Sintiéndome calmada, con la mente despejada sentí que los rayos me envolvieron y caí en un lugar mullido pero cómodo. Abriendo los ojos veo que estoy en una enorme cama donde estaban descansando mis padres, la guerra acabó, pero debían seguir aquí para mantener el fuerte seguro antes de mandar hasta el último monstruo al tártaro. Papá fue el primero en despertar, reaccionando rápido con una espada en sus manos, me estaba apuntando. En cuanto se percató de que era yo tiró la espada y me abrazó con fuerza. Necesitaba tanto este abrazo. Mamá se unió a nosotros dejando escapar algunas lágrimas, nunca en la historia había visto a mi mamá llorar.

—¿Cómo llegaste hasta aquí princesa? —habló papá separándose de mí para verme a los ojos.

—Recordé lo que me dijiste el día de mi coronación papá. Si en algún momento tengo miedo y no sé qué hacer tú siempre estarás para guiarme —respondo abrazándolo de nuevo escondiendo mi rostro en su pecho intentando calmar mis emociones.

—¿Qué sucede princesa? —interrogó mi intuitiva madre acariciando mi cabello, un gesto tan cariñoso que me hizo estremecer. Los extrañaba tanto.

—La hija de Prometeo me amenazó de que si no me alejaba de Damián le haría algo malo a Emma, mi amiga. Hoy fui a su casa, la llamé varias veces, le escribí mensajes de texto y nada. Nadie sabe nada de donde puede estar y no sé qué hacer. Los necesito —confieso abrazando mis piernas para que no me vean vulnerable, no puedo dejar que esto me haga ver débil, una princesa jamás se deja ver derrotada.

—Princesa, estamos contigo, no tienes nada que temer —aseguro mi madre envolviendo mi cuerpo con sus brazos.

—Tu sola puedes encontrar el paradero de tu amiga, utilizando tus poderes —señaló mi papá tocando mi collar que brilló ante su tacto —La magia no solo emana de un cuerpo —afirmó este y todo se volvió blanco causando que tuviera que cerrar mis ojos y al abrirlos me encontraba de vuelta en la sala de tronos. Ya sé lo que tengo que hacer.

—Dýnami tou ouranoú Sas epikaló Sas zitó na me párete me tin Emma Sasiketévo¹ —pronunció en griego apretando el dije de mi collar, muchos rayos de luz se desprendieron de este artilugio envolviendo mi cuerpo. En el momento en que esos rayos de luz cesaron note que fui transportada a una habitación desordenada, sucia y con claras señales de abandono. Y en una esquina de la habitación encontré a Emma recostada en el suelo en posición fetal. Di un paso, pero Emma levantó su cabeza negando rápidamente. Justo delante de mí apareció la rubia oxigenada sonriendo triunfante.

—Dije que te alejaras, pero al parecer tu corona no te deja pensar con claridad —se burló con malicia dando un paso amenazante hacia mí. Intenté moverme, pero no podía, una fuerza invisible me mantenía inmovilizada. Dio el primer golpe en mi vientre sacándome el aire de los pulmones y caí al suelo volviendo a recuperar control de mis movimientos.

—Eres una perra —gruñó concentrando mi poder del rayo en mi puño golpeando en su abdomen y ella salió volando contra una pared. La tela de su ropa se fundió por el calor de mi rayo y parte de su piel quedó chamuscada, sangrando un poco, pero este golpe no le quitó el conocimiento. Fuera de la habitación se escucharon pasos corriendo y la puerta fue abierta con violencia, un chico entró por esta. Un metro noventa de alto, tal vez, con el cabello castaño muy desalineado, bonitos ojos celestes y nariz pequeña algo respingada. En su camiseta negra se mascaba la complexión fornida y atlética del misterioso chico que debo admitir se parecía algo a Damián. Sus labios finos y carnosos se parecían mucho y su mentón algo cuadrado también lo hacía parecerse al descendiente de Afrodita.




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