Nene se encontraba parada cerca de la puerta de su habitación, dentro del templo Honnoji, donde esta hospedado el sequito de su padre. Oda Nobunaga era un importante señor de la guerra del país y, había sido convocado por el emperador para celebrar un banquete. Por ese motivo, ella se encontraba allí. Sin embargo, debido a que su padre era un personaje importante para la nación, el templo, había dejado de tener tal función y ahora, servía como un palacio, donde se celebraban audiencias y la puerta estaba llena de carretas y palaquines.
La joven descubrió que no solo habían ido hasta allí, sino que por el camino su padre había adherido nuevos territorios a su provincia. Debido a ella, el ejército de su padre, estaba disperso por todo el país y, apenas tenían una docena de soldados.
A pesar de que durante todo ese día había tenido un mal presentimiento, decidió no prestarle atención. Era demasiado joven para estar pendiente de cosas importantes. Habían llegado rumores de que el fin de Nobunaga estaba cerca, pero desde hacia ellos era un guerrero formidable y estaba rodeado de fieles seguidores que darían la vida por él. Casi había logrado unificar el país y hacerlo entrar en una época de paz. Ella no creía que nadie pudiera acabar con él.
Nene se acomodó el obi y avanzo por el largo pasillo que la llevaría al banquete. Su sirviente personal iba delante de ella alumbrando el camino con un pequeño farolillo. Al girar la esquina, le llego el sonido de la música y la risa de los invitados. Frente a la puerta había un joven montando guardia. Vestía completamente de negro y lucia el blasón de su clan bordado en hilos de oro. El pelo estaba perfectamente recogido en una coleta que apenas rozaba su cuello. Al verla aparecer hizo una profunda reverencia.
El joven se levantó y le devolvió una sonrisa. Era mucho más alto que ella y, aunque no era muy corpulento, la joven sabia de la fuerza que tenía. Todas las sirvientas suspiraban por él, pues aunque ya era un adulto, seguía conservando rasgos de la niñez.
Ella no podía negar esa belleza. Tenía una piel asombrosamente blanca y unos ojos que llamaban la atención. Normalmente eran oscuros, pero por algún motivo, los suyos eran más claros de lo normal. Los monjes, cuando la vieron por primera vez, dijeron que eso era un bien presagio, aunque ella no le daba importancia. Además, no abusaba del maquillaje como las demás mujeres. Tan solo aplicaba un poco de maquillaje a sus mejillas y rojo en los labios.
Ranmaru se apartó para que la sirvienta pudiera abrir la puerta, pero Nene levanto una mano como orden para que no lo hiciera. La muchacha se retiró un poco de la puerta.
Ambos se giraron al unísono al no escuchar el sonido de la música y las risas. En ese momento la puerta se abrió y un hombre apareció en la puerta. Se trataba de Akechi Mitsuhide, uno de los vasallos más leales de su padre. En esa ocasión estaba rojo de ira y de sake. Miro a la joven de arriba abajo y, después de una leve inclinación de cabeza, se marchó molesto por el corredor.
La joven se inclinó para saludar a todos los presenten, que habían vuelto a hablar animadamente y al sake. El joven que la había invitado a entrar era su hermano mayor y sucesor de su padre. Nobutada era el vivo retrato de su padre, aunque no poseía la audacia de este en la batalla. Su padre estaba sentado al fondo de la habitación jugando con un grupo de geishas. Se limitó a realizar una ligera inclinación de cabeza y continúo bebiendo sake.