Aquella mañana el campamento amaneció completamente empapado. La tarde anterior había comenzado a llover y tuvieron que detener la escaramuza. Aun así, se había producido numerosas bajas en ambos ejércitos. El torrente de agua que caía era tan fuerte, que dieron la orden de retirada. Durante la noche, el agua continúo cayendo sin descanso.
Tsuneoki salió de su tienda más temprano de lo normal. Por alguna extraña razón, no había sido capaz de conciliar el sueño. Se preguntaba si aquello era una mala señal hacia la cruzada que estaban llevando a cabo. El joven se dirigió a la tienda de su general, pero este no se encontraba allí. ¿Dónde podría estar? Mientras el campamento empezaba a despertarse, decidió recorrer los alrededores.
Se encontraba en el ejército que Nobunaga había enviado para controlar la provincia de Bitchu, en la parte oeste del país. Aquella tarea había sido encomendada a uno de los generales más leales, Toyotomi Hideyoshi. Este, hacía tres años que estaba embarcado en el proyecto, aunque Tsuneoki solo lo había acompañado durante los últimos dos meses. Lo habían enviado para ayudar en la caída del castillo de Takamatsu, el último punto que quedaba por conquistar de la provincia. En su interior se encontraba e daimio Shimizu Muneharu, aliado del clan Mori y enemigo de Nobunaga.
Una fina lluvia lo obligo a volver al campamento. Para cuando entro en su tienda, volvía a llover copiosamente. Comenzó a cambiarse de ropa, cuando un soldado le aviso de que Hideyoshi quería verlo.
Con paso ligero se dirigió a la tienda de su superior y entro. Después de una inclinación a modo de saludo, se sentó frente a Hideyoshi. Este era un hombre bajo y muy delgado. Además, su cara recordaba a un mono y por ello, Nobunaga siempre lo llamaba así. Sin embargo, no había que dejarse engañar por su aspecto. Tsuneoki sabía que tenía un don innato para la manipulación y era capaz de ver las intenciones de los otros hombres. Quizás por eso, había ascendido tan rápido. Minutos después de su llegada, entro Kanbei, subordinado de Hideyoshi y amigo de confianza. También era muy delgado y cojeaba de una pierna. Aunque durante unos minutos reino el silencio y solo se escuchó el sonido de la lluvia, Kanbei rompió el silencio.
El joven permaneció unos minutos en silencio. Hacía días que una idea rondaba su cabeza, pero no había terminado de darle forma. Por ese motivo, no había dicho nada al general. Tsuneoki miro a Hideyoshi y luego a la puerta, temiendo ser escuchado por los soldados. No sabía si algún espía podía estar escondido.
Tsuneoki regreso al anochecer. Estaba cansado de dar órdenes y ayudar a los campesinos que Hideyoshi había contratado para la construcción de los diques. Cuando se dirigía a su tienda, en la entrada había un muchacho que lo espera nervioso. El joven tenía la ropa manchada de barro y sangre, así como el pelo revuelto. Lo reconoció como uno de los pajes de Ranmaru y le ordeno que entrara en la tienda. No tuvo tiempo de preguntar qué le había pasado cuando este, le extendió una carta.