Nene noto algo húmedo en su mejilla. Molesta, movió la mano, pero lo que fuera volvió al ataque. Dio otro manotazo, pero esta vez entreabrió los ojos. De un salto se puso en pie, esperando ver a los enemigos. Sin embargo, se encontró sola dentro de un establo repleto de caballos y, el más cercano, era quien la atacaba. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era huir de Fukui en mitad de la noche. No sabía que dirección había tomado, solo quería alejarse de allí. En algún punto del camino debió ser asaltada por bandidos, recibió un golpe en la cabeza y todo se volvió oscuro.
El caballo la empujo molesto, sacándola de su recuerdo. Decidió averiguar dónde estaba y para ello, salió fuera del establo. Era un día claro y corría un poco de brisa. Parecía encontrarse en una pequeña granja, a las afueras de alguna aldea. Debía darse prisa y dirigirse a Kyoto cuanto antes.
Después de caminar un rato, llego a un mercado abarrotado de gente. Descubrió que se encontraba en un pequeño pueblo costero llamado Tsuruga, entre Fukui y la capital. ¿Cómo había llegado hasta allí? Continuo curioseando entre los diferentes puestos hasta que noto que la vigilaban. Se detuvo en un tenderete y simulo preguntar algo. En ese momento, una multitud se arremolino alrededor y, su vigilante, continúo caminando sin verla. Se trataba de un chico joven y corpulento. Nene simulo interesarse por unas telas y, cuando paso al lado de ella, lo siguió. Continuo avanzando unos minutos tras él, hasta que lo perdió de vista después de girar en un puesto de comida. Noto que le hacían señales y pudo verlo en una puerta apoyado, pidiéndole que entrara. No espero a comprobar si la joven lo seguía y esta dudo en hacerlo, pero al final se acercó. Abrió la tela y accedió al interior. Dentro solo estaba el joven sentado sobre una esterilla. La saludo e invito sentarse.
Nene sintió miedo y un escalofrió en forma de temblor sacudió su cuerpo. Escucho ruidos en una ventada detrás de ella y se giró. Iba a volver a hablar con el joven, pero ya había desaparecido. Lo mejor sería ocultarse hasta decidir qué hacer.
Saki abrió la puerta de la habitación y entro con la bandeja que llevaba. La coloco sobre la pequeña mesa, que se encontraba en el centro de la habitación, y sirvió una taza de té. En silencio, observo al joven, que no parecía haberse percatado de su entrada. Este se limitaba, desde hacía días, a estar apoyado en la pared y a mirar por la pequeña ventana. No se atrevía a preguntarle que le pasaba por la cabeza en ese momento, pero estaba segura que tenía un debate interno sobre si debía mantener la lealtad al clan que lo había criado o hacia su hermano. A pesar de no oír directamente nada de boca del joven, los criados no paraban de cuchichear sobre lo ocurrido entre ambos.
Ranmaru recordó como la joven intento liberarlo cuando fue capturado por los soldados. Tuvo que pedir que no le hicieran daño y que si la dejaban ir con él, se entregaría voluntariamente. Accedieron a ello, prometiendo que no le harían daño, pero no debían confiar en él, puesto que lo golpearon en la cabeza.