La Hija del Diablo

2. Noticias amargas

Daveth no era una persona propensa a mirar con odio a las personas, es más, tal y como le habían enseñado desde pequeño a él y a sus hermanos, debía respetar si quería ser respetado. Sin embargo, lo que sentía cuando miraba a aquella chica era muy diferente.

No sólo una pequeña parte de él la temía, sino que también le repudiaba estar cerca de ella. No se fiaba en absoluto de aquel ser que había vuelto a aparecer para ofrecerles un trato del que ya no podían escapar. Si cuando encontraron todos aquellos cuerpos en el bosque, sin vida, pudieron respirar tranquilos, la vuelta de uno de aquellos seres no hacía más que tensar las cosas. Eran brujas, quizá descendientes de las mismas que los habían encerrado en aquel lugar. No podía permitirse ser simpático ni amigable.

Daveth se encontraba preparando su caballo junto con las demás personas que partirían hacia su sector. Sus manos amarraban con fuerza la montura al caballo mientras observaba con desconfianza a la chica del cabello rojo. Estaba alejada de los demás, justo en la muralla de Ciudad Madre. Le daba la espalda, mirando hacia el bosque. A su lado estaba un caballo blanco con el que parecía haber llegado hasta allí, libre de monturas. 

Daveth no supo durante cuánto tiempo estuvo analizándola con detenimiento, pero se vio obligado a apartar la mirada cuando ella se giró y sus miradas chocaron. La chica no mostró ningún ápice de sentimiento, lo único que hizo fue enarcar la ceja, cuestionando la intensa mirada del chico hacia ella.

—¡Daveth! ¡Dile a tu padre que me deje ir con vosotros! ¡Este hombre no sabe dejar a la gente ser feliz! ¡Está amargado!

—Papá, no empieces —Yannick se acercó a ellos, por la cara que puso su hijo supo que estaba intentando ser paciente—. Ya hemos hablado de esto, es peligroso.

—¡Si me queda un soplo de vida! ¿Qué más te da?

—He dicho que no —habló el hombre, serio y contundente.

—Pero...

—Que no.

—Yannick —Darel frunció el ceño, molesto.

—No.

Daveth no sabía a quién de los dos prestar más atención. Cuando su abuelo le miró a él, el joven comenzó a negar.

—No me metáis en esto.

—Dile algo, ¿o es que a caso no quieres que tu abuelo favorito vaya contigo?

Daveth sonrió, divertido. Le gustaba que su abuelo llegase a tales puntos con tal de conseguir lo que quería. Daveth colocó su mano en el hombro del anciano.

—Lo siento, abuelo, pero esto no está hecho para ti.

Darel, indignado, abrió la boca para, seguramente, comenzar a discutir también con su nieto. Antes de que le diese tiempo, el llamado del líder del sector uno les hizo darse la vuelta.

—¡Aquellos de mi sector, vamos los primeros! ¡No esperaré a nadie que se entretenga por el camino!

Dawen les hizo una señal antes de desaparecer, trotando. Las pezuñas de los demás caballos les confirmaron que se debían ir ya.

—Lo siento, papá —Yannick formó una mueca de disculpa—. Cuando todo esto se calme te sacaré durante una pequeña temporada de aquí.

El castaño le dedicó una mirada a su hijo para que se montase sobre su caballo y se fueran. Antes de ello, Daveth observó a su abuelo, quien mostraba una expresión decaída. Por mucho que a aquel anciano le gustase bromear, era cierto que quería salir de Ciudad Madre. Tal y como siempre le decía a su nieto, tenía un alma demasiado joven encerrada en aquel cuerpo escambroso.

—Abuelo...

—Tranquilo —le sonrió—. No te retardes y ve con cuidado.

Daveth no lo dudó rodeó a Darel con sus brazos. Cuando se separó le apuntó con su dedo índice, a modo de regaño.

—Pórtate bien.

El anciano sonrió.

—Por supuesto que no lo haré.

—¡Daveth, nos vamos!

El llamado de su padre le obligó a despedirse de su abuelo y subir a su caballo. Su padre lo esperaba junto a los últimos de su sector en la entrada de la muralla. Avanzó hacia él.

—Somos los últimos, Taric y Yelisa van delante.

El joven no pudo evitar mirar de reojo al cuerpo de la chica que esperaba sobre su blanco caballo a que ellos saliesen también.

—¿Ella va detrás?

—Mejor no hables de ella, no sabemos de su habilidades, quizá nos esté escuchando.

Daveth, haciendo caso omiso de las palabras de su padre, la observó directamente sin vergüenza alguna. No parecía estar escuchándolos, es más, ni siquiera los miraba, parecía estar absorta en el espesor del bosque.

—¿Te fías de ella?

—Daveth...

—Sólo responde.

Yannick apretó sus labios en una fina línea.

—No nos queda otra opción. Si ha venido a hacernos este trato significa que las cosas son peores de lo que parecen —murmuró en un gesto preocupado—. Así que no me fío, pero deberé creer en su pacto.

El joven observó a los últimos de su sector seguir la fila que salía de Ciudad Madre con gesto pensativo. Si su padre estaba intentando apartar cualquier mal pensamiento sobre aquella criatura por el bien de todos, él también podría hacerlo.

Absorto en sus pensamientos, su padre dio una palmadita al trasero de su caballo, logrando que comenzara a trotar y este casi se cayera.

—¡Cuidado, agárrate bien! —exclamó Yannick, divertido.

El comienzo del trayecto hacia el sector de Daveth fue calmado. Trotaba junto a su padre, ambos en silencio, atentos a cualquier cosa. La hija del Diablo, como la mayoría de los habitantes del reino de Judyk llamaban a aquel ser, avanzaba a unos metros, alejada de ellos. A Daveth le gustaría pensar que lo hacía para no incomodarlos, pero seguramente no era esa la escusa, sino que ella no se relacionaba con humanos como él.

—Disminuye el paso —dijo su padre, intentando mirar a los primeros que encaminaban la fila—. Creo que paramos aquí.

—¿Ya?

—Pronto anochecerá.

Minutos más tarde, todos se habían asentado en una parte de aquella zona. Encendieron varias fogatas para calentarlos en caso de que la noche se tornara fría y colocaron al fuego algunos animales que se habían llevado de Ciudad Madre para poder comer allí.



#1145 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

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