La Hija del Diablo

6. Hechos para ser enemigos. O quizá no

Como vais a poder ver he cambiado el narrador a primera persona, así me siento más cómoda. Respecto al narrador, con el resto de capítulos haré lo mismo en cuanto pueda. 

Aunque es un libro independiente dentro de la saga El legado, es decir, diferente a la trilogía principal, es totalmente aconsejable leerlo. 

 

 

 

 

—Sé lo que vi, ¿de acuerdo? Ni vosotros ni nadie más estuvo allí.

—Tranquilízate, Dawen.

—¿Que me tranquilice? Me miráis como si se me hubiese ido la cabeza.

Había optado por permanecer callado todo el rato, mientras, Dawen parecía querer discutir con todo aquel que respirara. Parecía estar inquieto y temeroso. A la mínima saltaba.

—Padre —le dijo Yelisa, llamando su atención—. Nadie de esta sala está diciendo que lo que no estás diciendo sea mentira.

—Vuestras miradas lo dicen todo —acusó, repasándonos a todos con la mirada.

Papá tomó un profundo respiro antes de mirar a los cinco ancianos, como rogándoles ayuda.

—Dawen —dijo uno de ellos, al instante este le miró—. Te pedimos que te calmes y que nos cuentes de una forma más calmada lo sucedido. Si vas a estar vociferando te pediremos que abandones esta sala.

Dawen calmó la tensión que emanaba de él e intentó recomponerse. No pasé por alto la sonrisa de auténtica diversión que mostraba la bruja, alejada de los demás. Para mi mala suerte esta me pilló observándola. Arqueó la ceja, como cuestionando mi atención sobre ella, así que rápidamente aparté la mirada.

—Vuelve a explicarte —le animó Taric.

—Tal y como os he dicho cinco veces —habló, remarcando la penúltima palabra—, cuatro bichos de esos corrieron hacia la muralla en pleno día. No nos dio tiempo a cerrar las puertas. Entraron y se llevaron a tres niños, los más rezagados que echaron a correr. No lo vimos venir, aparecieron en segundos y se fueron a la misma velocidad.

Todos se quedaron en silencio.

—Pero eso se sale de lo normal, ¿verdad? —cuestioné—. Las pocas apariciones que hemos visto de esos monstruos siempre han sido en plena noche. ¿Desde cuándo atacan en plena luz del día?

—Pueden hacerlo —escuché decir a la bruja, apoyada en la pared, en una pose despreocupada—. Existen muchos tipos de criaturas oscuras. La mayoría viven de la noche por diversas razones. Pero hay algunos seres, pocos a decir verdad, que pueden mostrarse a la luz del día.

—¿Sabes mucho sobre estas criaturas oscuras? —le preguntó uno de los ancianos.

—¿Cómo no va a saber? Es una más de ellos —le replicó Dawen por lo bajo.

Supe perfectamente que ella lo había escuchado cuando, muy lentamente, se separó de la pared, y con sus ojos naranjas fijos en Dawen, se acercó a él.

—No sé qué leyendas vais contando de boca en boca sobre las brujas. Me importa bien poco lo que tus ignorantes palabras quieran provocar, pero has de saber que la causa de vuestros males no siempre han de ser culpa de las brujas. Que vuestros ancestros os hayan encerrado por sus actos en este mundo no es culpa mía.

La tensión era palpable, se podría haber cortado con el filo de un cuchillo. Uno de los ancianos, ante la tensión, carraspeó y le llamó la atención.

—Señorita —dijo—. Por favor.

Noté el cambio de expresión en ella. Sus facciones se suavizaron, incluso el naranja de sus ojos bajó la intensidad del brillo que los encendía.

—Gracias.

Ante aquel agradecimiento todos nos quedamos descolocados, sin saber a qué venía. De todas formas no nos dejó pensar mucho cuando volvió a hablar, mirando de nuevo a Dawen.

—Las brujas no tenemos nada que ver con esos animales. No los hemos creado ni han estado bajo nuestro control. Lo que sí que descubrimos es que por alguna razón, nunca nos llegaron a atacar, cosa que nos facilitó estudiarlos.

—¿Y qué sabes de ellos? —le preguntó Yelisa.

—Podría contarte cualquier cosa de cada especie. Tú —miró al líder del sector uno— descríbeme cómo eran los que os atacaron.

—Eran... Tenían el cuerpo alargado, con pelo marrón. Tenían como no sé, ¿cuatro? ¿cinco patas a cada lado? Eran muy largas y creo que era eso lo que les hacía parecer tan altos y grandes.

—Tenían unos grandes ojos rojos, ¿verdad?

—Así es. Creo que no tenían boca.

—Son lápsides, y sí que tienen boca, pero no en una zona común. A diferencia de otras especies ellos sí que aguantan la luz del sol, aunque no por mucho tiempo. Les molesta pero pueden cazar en plena luz del día. Por lo que sé jamás pasaron del bosque.

—¿Te refieres al Bosque de las Brujas? —le preguntó Taric a lo que ella asintió.

—¿Entonces qué eran las bestias que nos atacaron a nosotros? —fue papá quién preguntó aquello.

Tetrógalos —respondió con facilidad—. Son más pequeños. No tienen ojos, son ciegos, se guían por el olor y por los ruidos. La luz del día puede quemarles la piel con facilidad pese a lo gruesa que parece a simple vista, por eso sólo salen a cazar por las noches.

—Pero nos dijiste que podían quedarse esperando durante días a sus presas.

—Podrían hacerlo. Excavan agujeros en la tierra cuando saben que va a amanecer y esperan a escuchar cualquier movimiento. Así que en el caso de que no los hubiese calcinado, habrían esperando alrededor de vuestras murallas, o peor, habrían hecho túneles hasta llegar a vuestro pueblo.

Aquello me sorprendió y me aterrorizó al mismo tiempo. Siempre habíamos tenido en cuenta lo peligrosos que eran los animales oscuros pese a que, por suerte, no habíamos tenido muchos encuentros con ellos, pero nunca llegué a pensar que nos podrían suponer un auténtico y grave problema.

—Creo que jamás hemos tenido en cuenta todas esas cosas —dijo mi padre con aire pensativo—. ¿Te importaría ayudarnos a redactar toda la información que sepas sobre esas criaturas? Creo que deberíamos saber sus debilidades y fortalezas. Ir a ciegas podría jugárnosla.



#1140 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.