La Hija del Diablo

12. Deseos prohibidos

Daveth

 

Una vez más, volvía a repetirme a mí mismo lo mal que se me daba recibir tanta atención. En cuanto Ignis y yo volvimos con los demás, todos se me echaron encima. Podía comprender la preocupación de mi familia y de Jasir y Yelisa. También entendía la angustia de los demás, pero el reencuentro se alargó por horas.

Excepto Dawen y los suyos, el resto no se despegó de mí, preguntándome qué había pasado y cómo habíamos logrado volver. Era más curiosidad y fascinación que otra cosa, y aunque eso no me molestaba, sí que me sentí incómodo cuando todo el mundo parecía estar sobre mí.

Sólo hubo una pregunta a la que no respondí. Una que me revolvía el estómago y me perforaba el corazón.

No sé cómo lo habían hecho, pero Jasir y Yelisa se habían puesto de acuerdo para alejarme de los demás mientras parábamos a dar un descanso. El sol pegaba tan fuerte que tuvimos que colocarnos bajo la sombra de un árbol. Los tres sentados formábamos un triángulo.

Desde que había vuelto, Jasir y yo habíamos vuelto a hablar como si no hubiese pasado nada entre nosotros. Así era la mayoría de veces, simple y fácil. A veces necesitábamos eso, espacio, tiempo, y dejar que nuestros sentimientos se calmaran. Ya habría tiempo para lo demás.

Fue Yelisa la que rompió con el silencio.

—¿Nos lo vas a contar a nosotros?

Pasé a mirarla, dudoso.

—La única cosa que no has contado —explicó—. ¿Nos lo vas a decir?

—Qué remedio, ¿no?

—Eso es mentira —negó Jasir a mi lado—. Puedes elegir si contárnoslo o no, sabes que no te vamos a obligar.

Sonreí porque era verdad. Dirigí mi vista hacia Arlet. Últimamente sonreía más, cosa que no era muy típica en ella. No sabía cúal era la razón, quizá se debía al viaje, una aventura para ella. O quizá era Ignis, que le estaba haciendo sentir más cómoda que ninguna otra persona. Esa era una de las cosas que más podía agradecerle a la pelirroja.

Arlet en aquel momento estaba tensando el arco que Ignis le había dejado. Y mientras ella apuntaba, la pelirroja se dedicaba a corregirle la postura. Arlet dijo algo que hizo reír a Ignis y, como si esta última notara que la estaba mirando, me buscó con su mirada.

Sus comisuras temblaron, como si dudara si era correcto sonreírme o no. Yo me mantuve serio, con la mirada clavada en ella hasta que no pude aguantar más y la aparté. Solté el aire que por alguna razón había estado reteniendo en mis pulmones.

La imagen de Deline se coló en mi mente, creando un huracán de sentimientos que tuve que intentar controlar. Después de tres años la había vuelto a tener enfrente. Quizá no fue más que una ilusión, pero fue lo suficientemente real para mí como para que la herida sangrara.

—Vi a Deline —dije entonces. Bajé mi vista hacia mis manos—. Ese fue el motivo por el cual me tiré al río.

No necesité mirarlos para saber que intercambiaron miradas. Ante el silencio que se formó, alcé mi mirada.

—¿Por qué no decís nada? ¿No era eso lo que queríais saber?

La sonrisa de Yelisa fue triste.

—Nos lo esperábamos —Jasir asintió, de acuerdo con ella—. Supusimos que habías tenido algún problema con las malcinas y que estabas delirando. No se nos hizo muy difícil llegar a la conclusión de a quién habías visto.

Asentí con la mirada perdida.

—Lo siento mucho —habló Jasir en voz baja—. No tengo ni idea de cómo ha debido ser para ti.

Doloroso. Había sido sin duda doloroso y detonante.

—Es una locura, ¿no? —dije, pestañeando para ahuyentar las lágrimas—. Ha sido un bosque el que me ha devuelto a Deline por unos minutos. Sé que no era real. Sé que lo que vi sólo fue mi mente y el bosque queriendo jugar conmigo. Ya sé todo eso, pero no quita lo que sentí.

—¿Qué sentiste? —cuestionó Yelisa con cautela.

—Me sentí completo y aterrado al mismo tiempo —negué con la cabeza—. Ella...era tan real. La tuve delante y después...después volvió a desaparecer.

Lo noté en mi voz y en el temblor de mis manos. Si seguía pensando en ella y en todo lo que pasó me volvería a derrumbar. A unos metros de distancia, Dawen nos miraba. Estaba con su grupo de hombres, pero tenía sus ojos grises fijos en mí, como si supiese de qué estábamos hablando. Aparté la mirada al instante.

Jasir soltó un suspiro y se tumbó en el suelo.

—Contra más lo pienso, más miedo me da el amor.

Yelisa y yo nos miramos, confusos.

—¿Por qué dices eso? —quiso saber ella.

—Porque tiene pinta de ser aterrador.

—El amor es precioso —dijo ella, sonriendo.

Jasir soltó un soplido, como si no se creyera sus palabras.

—No me vengas con cuentos —colocó una mano bajo su cabeza—. El amor es exponerse al dolor, a que te destruyan.

—Yo no creo que sea eso.

—Entonces dime, ¿qué es?

Jasir y yo la miramos, queriendo saber cuál sería su opinión sobre dicho sentimiento.

—Para mí no es eso. Tienes una visión un tanto negativa del amor.

—¿Qué me dirás? ¿Que el amor es sentir cosquillas en el estómago?

—Por ejemplo.

—Venga ya —Jasir dejó escapar una carcajada—. Lo estás pintando como si fuera un cuento de hadas.

—El amor es así. Debería ser fácil.

—Tú misma lo has dicho. Debería.

Me tumbé en el suelo y coloqué mis manos bajo mi cabeza. La pregunta de qué era el amor ahora rondaba por mi cabeza como el molesto zumbido de una mosca. Cuando pensaba en el amor romántico, en el de una pareja, sólo me venía a la cabeza una persona.

Mientras Jasir y Yelisa seguían discutiendo sobre lo bonito o no que era el amor, yo me limitaba a pensar si algún día yo podría volver a sentir eso por alguien. Necesitaba soltarme de las cadenas que me ataban al pasado. Necesitaba volver a mirar al frente. Necesitaba liberarme. Pero una pequeña parte de mí sabía que no me merecía eso. Y es que quizá, ese iba a ser mi castigo, querer toda una vida a la persona que jamás podría volver a tener en mis brazos.



#1139 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

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