La Hija del Diablo

13. Algo más poderoso que el fuego

Daveth

 

Me llevé una malcina a la boca antes de volver con los demás. El día se había vuelto de lo más caluroso y no hacían más que escucharse quejas, así que Ignis decidió parar un rato en un pequeño arroyo para refrescarnos y darnos un descanso.

Jasir se acercó a mí tras darle de comer a los perros. Su sonrisa era como la de un niño pequeño.

—¿Sigue en pie lo del baño refrescante?

—¿Crees que no sé las ganas que tienes de ahogarme? —cuestioné, enarcando una ceja, divertido.

Destapé su plan porque Jasir sonrió todavía más.

—¿Nos echamos una carrera hasta el arroyo como en los viejos tiempos?

—¿Una que voy a volver a ganar yo?

—Tienes demasiada fe en ti, escarabajo.

Sonreí y miré la malcina que tenía en mi mano.

—Está bien —acepté—. Espera un momento.

Jasir me siguió hasta el lugar donde se encontraban todas las chicas, sentadas bajo la sombra de los árboles. Ignis se encontraba en el centro, siendo peinada por Yelisa. Al parecer poco a poco se estaba ganando la confianza de la gente, porque aunque las chicas de Yelisa seguían sin estar totalmente cómodas, se notaba el progreso. Ahora se atrevían a acercarse a Ignis y a hablar con ella. Y eso la pelirroja parecía notarlo.

Cuando llegamos, Arlet nos miró con curiosidad. Parecía estar pasándoselo bien con las demás chicas.

—¿Qué haces aquí? —quiso saber mi hermana—. No sois bienvenidos.

—Auch —Jasir se llevó una mano al corazón—. ¿A qué viene tan repentino rechazo?

—A que no queremos a ningún hombre ahora —respondió Yelisa mientras trenzaba parte del cabello de Ignis.

Mis ojos dieron a parar con la pelirroja. Su sonrisa serena causó un revuelo en mi interior. Se la veía feliz, lo notaba en su mirada. Ella alzó su mirada hacia mí y la curvatura de sus labios se hizo más grande.

—Quizá pueda haceros cambiar de opinión —ronroneó Jasir haciendo el amago de sentarse.

Una de las chicas de Yelisa le prohibió tomar asiento con ellas. Jasir fingió estar ofendido.

—No nos malinterpretéis —dijo otra—, pero siempre hay hombres de por medio en todos lados. Queremos aprovechar este momento para nosotras.

—Para chismosear —dijo una voz detrás de mí. Me volví para ver a Dawen lanzar una mirada de desprecio a las chicas—. Sois todas iguales.

Las facciones de Ignis se endurecieron y su mirada dulce desapareció.

—Las mujeres sabemos hacer muchas más cosas además de eso.

—¿Ah, sí? —Dawen se detuvo y fingió una sonrisa tan falsa como las ganas de quedarse a escuchar a Ignis—. Curioso, porque no he visto a ninguna hacer algo que valga la pena.

Los ojos de la pelirroja chispearon, amenazantes.

—No sabía que despreciaras de tal forma lo que tu hija ha hecho para fundar una ciudad desde cero.

Dawen alternó la mirada entre Ignis y Yelisa. Esta última evitaba mirar a su padre.

—Lo único que le permitió crear el sector cuatro fui yo. Sin mi ayuda no habría podido.

—¿Cómo estás tan seguro? ¿Cómo puedes ser tan engreído como para pensar que una mujer como ella no puede hacer lo que ella quiera si no le das la oportunidad de hacerlo?

La expresión de Dawen fue inescrutable. Lo observé inflar su pecho con la rabia reflejada en cada una de sus facciones.

—Todas tus palabras no valen nada, bruja —escupió con desprecio—. Algún día os daréis cuenta de que si estáis aquí es para...

Antes de que terminara la frase Ignis hizo el amago de levantarse, no obstante, Yelisa tiró de ella con fuerza.

—No vale la pena —escuché que le decía—. Deja que suelte toda la mierda que tiene en su interior.

Pero por lo visto Ignis no parecía estar satisfecha con darle a Dawen la oportunidad de que les escupiera todo eso. Si yo no dije nada por ayudarlas fue por una simple razón, sabía que Ignis le iba a callar la boca ella sola. Y no me equivoqué.

—Dime, Dawen. ¿Qué te tiene así, tan furioso y amargado? ¿Es la rabia de un padre que no ha logrado someter a su hija, o la rabia de un hombre débil que se siente amenazado al saber que hay mujeres que saben plantarle cara?

Me adelanté a Dawen, porque antes de que él diera un paso hacia Ignis, yo lo había frenado con mi brazo. Le bastó con lanzarme una mirada gélida llena de odio y rencor para recordarme que él seguía siendo parte del pasado que tanto me atormentaba. Fue como una advertencia para que no me cruzara en su camino.

Dawen apuntó con su dedo índice a Ignis. Su mano temblaba, por la rabia o por algo diferente.

—No tienes el derecho a mirarme. Tú...tú...no eres más que...

Ahora la expresión de Ignis era neutra. Movió la parte superior de su cuerpo hacia adelante, Yelisa ya no se molestó en detener sus palabras. La pelirroja ladeó la cabeza, en ningún momento desvió su mirada. No sólo se le notaba tranquila, sino también segura de sí misma. No podía decir lo mismo de Dawen.

—¿Te cuento un secreto que creo que deberías saber? —cuestionó, como si nadie alrededor los estuviese mirando—. Una mujer que quiere es mucho más poderosa que un hombre que humilla, somete y prohíbe.

Dawen soltó su última exhalación antes de apartar mi brazo de un manotazo e irse echando humos. La mayoría se permitieron el privilegio de volver a respirar. No era un secreto que Dawen asustaba a la mayoría de los sectores.

—Wow, eso ha sido intenso —Jasir fue el primero en hablar.

Arlet no pudo contener la risa ante el comentario tan repentino de mi amigo. La mayoría también sonrieron, aliviadas. Yelisa fue la excepción. Ella agarró el cabello de Ignis con algo de brusquedad y prosiguió con el trenzado.

—¿Por qué le has seguido el juego? Te he dicho que lo dejaras.

—¿Y permitirle que os pisotee como si fueseis hormigas? Lo siento pero no.

—Conozco a mi padre, Ignis. He vivido muchos años con él y sé cómo es. ¿Crees que no he intentado cambiarlo? ¿Crees que no he intentado que sea otro hombre diferente?



#1139 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.