La Hija del Diablo

15. Un salto al vacío

 

Ignis

 

Cuando no hubo rastro de los recuerdos que tanto me habían roto, recuperé la fuerza para volver con los demás. Al llegar a Árbol Madre me encontré a Nayina en la puerta y al resto saliendo tras lo que habría sido uno de sus mejores banquetes.

No te preguntaré por qué saliste corriendo —su voz sonó en mi cabeza—. Tenemos otros asuntos importantes que atender.

Fruncí el ceño ante aquel tono tan serio. ¿A qué tipo de asuntos se refería?

—No puedo perder más tiempo, Nayina. Nosotros debemos irnos ya.

Me temo que no será posible.

—¿Cómo? —mi corazón pareció pararse.

Sígueme.

Los alrededores de Árbol Madre eran como jardines. Senderos perfectamente hechos, con zonas llenas de flores, pequeños estanques y pozos. Era como el barrio residencial de gran parte de las nitxes, con pequeñas casas hechas en algunos árboles.

Como era de esperar, durante el paseo que Nayina y yo dimos para alejarnos del resto, un grupo de nitxes nos siguió para vigilar a su reina.

—¿Puedes hablar ya? Me estás poniendo nerviosa.

No puedo dejarte pasar.

Me paré en seco y apreté mis puños. Nayina no se dio la vuelta, así que sólo pude ver su espalda.

—Dijiste que podríamos. No mostraste ningún problema con que cruzáramos el bosque. ¿Qué ha cambiado?

Cruzó sus manos tras su espalda y tras unos segundos, dijo:

Los límites se están desdibujando, pequeña bruja.

Se giró para mirarme. Mi expresión fue de total confusión, y ante eso, volvió a hablar.

Hace unos años que este proceso empezó, pero fue mínimo. El Bosque de las marismas está ganando territorio, se está apoderando poco a poco de mi bosque.

—¿Qué significa eso?

Que si sigue así, si la oscuridad del Bosque de las marismas y del Bosque muerto sigue extendiéndose, Judyk terminará siendo en su totalidad un mundo donde la oscuridad reinará.

Eso no podía pasar. Judyk era un mundo extraño, pero tenía cosas muy bonitas y hermosas que no podía dejar que se destruyeran. Imaginar Judyk como un mundo totalmente oscuro y maligno era como una pesadilla.

—Pero ahí es donde entro yo —dije—. Voy a acabar con él, Nayina. Voy a traer la paz a Judyk y voy a volver a la Tierra. Por eso necesito que me dejes cruzar el bosque.

No puedo —negó con la cabeza—. Acaban de comunicarme que unas criaturas han pasado. Me temo que tenemos problemas. Si pasáis tendréis unas cuántas bajas.

—¿Cuántas criaturas han pasado?

Una veintena. O eso me han dicho. Cayeron demasiadas nitxes intentando retenerlas.

—¿Pero entonces vienen directas aquí?

No lo sé, Ignis. He mandando a unos cuántos grupos para que las busquen y vean si el camino que utilizaréis es seguro.

—¿Y mientras tanto qué debo hacer? ¿Quedarme aquí sin hacer nada?

Tú misma lo has dicho.

—Me niego —dije negando con la cabeza.

Eso a mí me da igual. Siempre has sido demasiado inquieta.

—Lo dices como si fuese un problema.

¿Tú crees que lo es?

Hinqué una rodilla y me agaché frente a Nayina. Sus ojos amarillos me observaron con total atención.

—Lo sea o no, si me dan piernas, corro. Si me dan ojos, observo. Y si me dan una espada, lucho. Aprovecharé todo cuanto pueda lo que soy y lo que tengo.

Por primera vez desde que conocía a Nayina, vi su boca curvarse un poco. Era extraño ver algo así. Las únicas veces que había visto a las nitxes abrir su boca había sido sólo para mostrarme sus afilados y puntiagudos dientes.

Alargó su brazo y apoyó su pequeña mano sobre mi hombro.

No sé cómo has llegado a parar a este mundo. No sé quién fuiste, ni quién deseas ser, pero sí sé que la mujer que tengo ahora mismo delante es fuerte.

—Fuerte —repetí en un susurro.

Me alegra haberte conocido.

Fruncí el ceño.

—Lo dices como si te estuvieras despidiendo.

Todavía no, pero terminará pasando. Deseas ser alguien fuera de este mundo, ¿no? Tarde o temprano ya no nos veremos más. Si consigues lo que estás buscando, dentro de poco este mundo no será más que un recuerdo para ti.

Mis pensamientos divagaron entre aquellas verdades. Deseaba con toda mi alma volver a la Tierra para intentar encontrarme de nuevo. Deseaba y necesitaba volver a mi antigua vida, pero pese a eso, no podía olvidar que Judyk, de alguna forma u otra, también había sido mi hogar. Y dentro de poco sólo sería un recuerdo más. ¿Estaba preparada para que las personas que había conocido allí también lo fueran?

Fui hacia Árbol Madre donde me encontré con los demás observando sus alrededores. Yannick fue el primero en percatarse de mi presencia y en acercarse a mí.

—¿Ya debemos irnos?

Ojalá, pensé. Le había dado vueltas a la opción de no hacerle caso a Nayina, pero sabía las consecuencias. Quizá no dejaría que nos hicieran daño, pero podrían ponernos las cosas muy difíciles.

Dawen, Taric y Yelisa aparecieron en mi campo de visión, y pese a esas cuatro personas, mi mirada se detuvo en unos ojos marrones que me miraban a lo lejos.

—Ha surgido un imprevisto —dije con un rostro inexpresivo.

—¿A qué imprevisto nos referimos? —cuestionó Yelisa con una mota de miedo en los ojos.

Les resumí muy rápidamente mi conversación con Nayina y todo lo que estaba pasando en los límites del Bosque de los cedros silbantes y del Bosque de las marismas. Les hablé de los animales oscuros que habían cruzado y del peligro que eso significaba.

—¿Pero estamos seguros aquí? —los ojos oscuros de Yannick me observaron—. Me da igual el tiempo que perdamos o no, sólo quiero que mi gente esté a salvo.

—Tu gente —bufó Dawen—. Nuestra gente da igual, Yannick. Yo no he venido aquí para perder el tiempo —pasó a mirarme a mí—. Tú podrías eliminar en cuestión de segundos a cualquier animal oscuro que se nos cruzara por el camino.



#1140 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.