La Hija del Diablo

17. Piezas del puzzle

 

Ignis

 

Aquella noche algo cambió radicalmente en mis sueños. Ya no parecía estar reviviendo recuerdos de mi pasado, sino del pasado de otra persona. Vi a una mujer de largos cabellos rojos hecha un ovillo sobre su cama. Su rostro permanecía escondido entre sus manos mientras sollozaba sin control. La habitación en la que se encontraba era grande, con un gran ventanal por el que entraba la luz del día. Sobre el tocador que tenía frente a la cama reposaba un caja llena de diferentes tipos de joyas. Nada de esa habitación parecía pertenecer a la realidad que recordaba de la Tierra. Parecía otro mundo.

Desconocía lo que le pasaba. No sabía si se trataba de un simple sueño que había creado mi subconsciente o de algo más. Me desperté un rato antes de que amaneciera y debido a aquel sueño no pude volver a dormirme. No pude dejar de pensar en lo que podría significar.

Si de algo estaba segura, era que nada de lo que pasaba en mi mente era casualidad.

Jasir fue el siguiente en despertarse y fue quien me ayudó a despertar a los demás. Con la mente dándole vueltas al significado de aquel extraño sueño, mi mirada dio con la de Yelisa y en menos de un segundo, entré en pánico. Sabía que tenía muchas cosas que explicarles sobre lo de ayer, era lo menos que podía hacer por ellos, pero pensar en la probabilidad que existía de que volvieran a desconfiar de mí me desanimaba un poco.

—¡Ignis! —exclamó.

Con la intención de escapar de ella, me di la vuelta, pero un cuerpo grande y firme me obstaculizó mi grandiosa huida. Alcé mi barbilla para mirar a Daveth.

—¿Por qué tanta prisa? —cuestionó cruzándose de brazos.

—Ahora no tengo tiempo.

Lo esquivé pero me agarró del brazo. Miré su mano y seguidamente a él.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Tantas charlas moralizantes sobre que no debería huir para que ahora tú hagas esto? —Apreté mi puño—. Un tanto hipócrita por tu parte, ¿no crees?

Me mantuve en silencio por unos segundos.

—Puedo deshacerme de tu agarre en menos de dos segundos.

—Lo sé.

—No soy como piensas.

—Eso también lo sé. —Sonrió—. Siempre terminas sorprendiéndome.

Aparté la mirada en cuanto sentí mis mejillas calentarse. Pero ¿qué me pasaba? ¿Por qué reaccionaba así por una estúpida sonrisa? Relajé mi mano y solté un suspiro.

—Entonces sabrás que puedo hacerte mucho daño —declaré en voz baja.

—¿Eso es lo que quieres?

Por supuesto que no. No podía imaginarme a mí misma dañando a Daveth. Por mucho que consiguiera irritarme en ocasiones, o enfadarme, no podía ni pensar en dañarle. Pero lo que quería se alejaba mucho de lo que yo era en realidad.

Daveth pareció percatarse del cambio en el ambiente y de mi incomodidad, así que soltó mi brazo. Me mantuve quieta a su lado. No respondí la pregunta cuando Yelisa llegó hasta nosotros.

—Dale tiempo. —Fue lo último que Daveth le dijo antes de alejarse de nosotras.

Por suerte, no hubo insistencia por parte de nadie sobre lo ocurrido con los animales oscuros. No sabía si se debía a Daveth o a que todos habían optado por esperar a que yo diera el paso.

Mis heridas se habían curado a un ritmo de vértigo. El curandero no escondió su sorpresa cuando al examinarme vio el progreso de las heridas. Mis compañeras siempre me habían dicho que yo era diferente a ellas, que mi progreso de curación no era normal y que escondía más de lo que aparentaba.

Gracias a la mejora de mi estado pude viajar sobre Luna. La idea de ahorrarme otro viaje pegada al pecho de Daveth me tranquilizaba y entristecía a partes iguales. Estar tan cerca de él me inquietaba, pero no por ello era algo que me desagradara.

Cada vez me daba más miedo pensar en lo que estaba ocurriendo entre Daveth y yo. Los dos éramos lo suficientemente listos como para darnos cuenta de que era demasiado tarde. Llevábamos condenados desde el primer segundo.

Aproveché parte del camino para estar sola con mis pensamientos. Mi cabeza no era más que un nido de dudas. Nunca quise nada de eso. Nunca quise darle tanto espacio a alguien en mis pensamientos, y mucho menos a alguien como Daveth. No podía mentirme a mí misma. No podía negarme la verdad: yo era lo que menos necesitaba él en su vida. Me había dado cuenta la pasada noche, cuando por fruto de mis deseos y de la conexión que parecíamos tener durante aquel íntimo rato, lo besé. Su expresión de horror se había marcado a fuego en mi mente, y contra más la rememoraba, más miserable me sentía.

Ahora que me daba tiempo a pensarlo en frío no dejaba de cuestionar lo que había hecho. ¿Cómo pude hacerle algo así? ¿Cómo pude ser tan egoísta? Pero la respuesta a todo eso era fácil. Yo había perdido. Yo había sido la primera en caer.

—No has comido nada.

Hasta que no escuché la voz de Yelisa, no me percaté de que se había parado delante de mí. Alcé mi mirada hacia ella.

—No tengo hambre.

Por la contracción de su expresión supuse que no me creía, pero la verdad es que no le estaba mintiendo. Tenía un matojo de nervios en mi estómago que me había mantenido sin apetito durante todo el día, y eso sólo se debía a una sola cosa: una conversación de la que difícilmente podía escapar.

Solté un suspiro y cerré los ojos antes de hablar.

—Vosotros ganáis. Sé que os debo una explicación. O muchas, mejor dicho.

—Ignis…—Cuando abrí los ojos la vi de cuclillas frente a mí—. Siento si hemos sido demasiado intensos respecto a lo que pasó la otra noche. Nuestra intención nunca ha sido forzarte a nada. Sé lo mucho que puede costar hablar sobre nuestro pasado.

¿Sobre el pasado? Lo mío iba mucho más allá que una etapa pasada. Lo que vieron no fue más que la sombra que llevaba arrastrando todo este tiempo.

Llevé mi mirada hacia uno de los tantos grupos que habían formado alrededor de una de las hogueras. Mi piel se erizó cuando observé a un Daveth serio. Su completa atención estaba puesta en mí.



#14695 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

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