La Hija del Diablo

21. Deseos incontrolables

Ignis

 

Ania se hallaba escondida bajo una de las tantas mesas dispuestas en lo que parecía una enorme sala del trono. El suelo de mármol brillaba tanto que todos los presentes se reflejaban en él. Una pequeña orquesta sonaba en uno de los balcones internos que daban a aquel gran espacio. Los nobles conversaban, ataviados con sus elegantes prendas. La decoración tan laboriosa parecía haber costado semanas de trabajo.

Escuché a Ania quejarse para ella misma. Me agaché delante de la mesa donde estaba. El mantel de la mesa no llegaba a esconderla del todo, pues su calzado rojo delataba su escondite.

De repente un par de zapatos negros se plantaron justo delante de donde ella se hallaba. Segundos después, parte del mantel que la escondía se alzó, dejando a la vista al chico que la había descubierto. Ania abrió los ojos con sorpresa, y ahora que podía verla mejor, noté que era un poco más mayor que en los antiguos recuerdos, aunque no parecía pasar de los once años. El recogido que llevaba me permitió ver sus orejas acabadas en punta, cosa que sólo le había visto a una persona.

El chico, por otro lado, parecía tener dos o tres años más que ella. Los ojos de él, verdes brillantes y con unas pupilas alargadas como las de un gato nos robaron la atención a Ania y a mí.

—¿Quién eres? —le preguntó ella con el ceño fruncido cuando salió de su estupor.

—¿Que quién soy yo? —Sus cejas se alzaron bajo algunos mechones castaños—. ¿Quién eres tú?

Ania arrugó la nariz al no obtener la respuesta que deseaba. Él, sin embargo, no apartaba la mirada de ella. Noté su curiosidad cuando se arrodilló frente a ella. La analizó durante unos segundos antes de decir:

—¿A quién le tienes miedo?

Ania apartó la mirada, seria.

—A nadie.

Él ladeó la cabeza, analizando la situación. Era obvio que una persona no se escondería bajo una mesa por cualquier razón, y él parecía haber descubierto el por qué.

—¿Y por qué te escondes?

Ania no le respondió. Lo más seguro es que no se fiara de un chico que acababa de conocer. Él hizo una rápida barrida con su mirada a la sala, y cuando pensé que se levantaría y se iría, terminó por acomodarse sentándose frente a ella.

—Yo antes era como tú —comenzó diciendo con gesto tranquilo—. Me escondía siempre que podía de mi hermano mayor. Él…no me trataba bien. —No dejó de mirarla—. Le tenía tanto miedo como el que tú le tienes ahora a tu hermano.

Ania abrió la boca, pero ningún sonido salió de ella. Se quedó callada, sin negarle nada de lo que él había supuesto sobre ella. Él no se movió.

—¿Sabes quién es mi hermano? —Asintió—. ¿Sigue con Osius?

El chico tardó unos segundos en buscarlos con la mirada.

—Sí. Llevan toda la fiesta juntos.

Ania suspiró. Acarició las arrugas que se habían formado en su vestido rojo.

—Son amigos desde hace años.

Él volvió a mirarla, más curioso que antes.

—Pero a ti Osius no te gusta —comentó como si fuese evidente.

Ania asintió, abrazándose a sus rodillas.

—Mi hermano y él son amigos desde hace años. Desde que comenzaron a llevarse mejor Elyas no ha vuelto a ser el mismo.

El chico volvió a mirar a los nombrados, que se encontraban en una esquina de la sala conversando. Elyas ahora tenía el pelo algo más largo, le llegaba casi hasta los hombros. Algo me hizo observarlo de más.

—El miedo no siempre es malo —dijo—. A veces es la herramienta necesaria para dejar de sentirlo.

Ania arrugó su nariz, lo que dejó claro que ella no parecía estar tan de acuerdo con él desconocido. Sin dejar de observarla, apoyó el codo en una de sus rodillas y colocó la barbilla sobre su mano derecha. Sus labios se curvaron en una sonrisa, y entonces, dijo:

—Tú te casarás conmigo.

Tanto ella como yo nos quedamos sin habla. Ania tardó en reaccionar.

—No te conozco.

Él sonrió todavía más.

—Pero lo harás —explicó, feliz.

—¿Por qué querrías casarte conmigo?

—¿Que por qué? —el chico frunció el ceño, como si no entendiera el objetivo de esa pregunta—. Porque me interesas. Eso es suficiente, ¿no?

—Eres el niño más mentiroso que jamás he conocido.

—No te miento —dijo con tono relajado—. Me interesas. No todos tienen una mirada como la tuya.

Ania lo miró como si le hubiese aparecido un tercer ojo en la frente.

—¿Quieres casarte conmigo porque te ha gustado mi mirada?

Él asintió.

—También porque estás aquí sola y asustada, tal y como yo lo estaba hace años. —Volvió a sonreír—. Creo que nos seremos de ayuda.

Pero Ania no parecía estar tan segura de eso. El chico se levantó y le tendió la mano.

—Conmigo no volverás a sentir miedo.

Ania llevó su mirada hacia la mano de él. No parecía convencida.

—Ania —pronunció su nombre cuando vio que no reaccionaba. Alejó su mano y se puso de cuclillas frente a ella—. Tú sabes lo que soy, ¿verdad?

—Un príncipe, como yo.

Él asintió.

—¿Y sabes cómo nació mi linaje? —Ania no parecía segura—. De las pesadillas de los humanos —respondió por ella—. Osius y tu hermano me temen. No son los únicos que lo hacen, pero eso demuestra que no son tan invencibles como tú crees.

Volvió a levantarse, pero se quedó apoyado en sus rodillas.

—Nadie es invencible, ¿sabes?. Ni siquiera yo. —Esbozó una sonrisa—. Pero quizá juntos podamos serlo.

—Eres demasiado engreído —comentó Ania con reproche, lo que hizo que el chico sonriera todavía más.

Una vez más, volvió a estirar su brazo hacia ella.

—Si me das la mano tu temor desaparecerá.

Ania dudó durante unos segundos hasta que finalmente se decidió y salió de su escondite para agarrar su mano. Su cuerpo se destensó en cuanto se posicionó junto a él, con sus manos ahora juntas.

Unas cuantas miradas volaron hacia ellos. Ania notó la atención de muchos de la sala y se puso nerviosa. Él la miró, con las pupilas verticales algo más gruesas.



#1157 en Fantasía

En el texto hay: amorymiedo, brujasmagia

Editado: 30.01.2023

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