Selene apenas podía respirar. La lluvia había cesado, pero su corazón aún latía con fuerza, como si la tormenta no hubiera terminado, sino que se hubiera trasladado al interior de su pecho. El símbolo en su brazo brillaba con un resplandor plateado intenso, pulsando al ritmo de su energía. Era la primera vez que sentía su poder completo, y al mismo tiempo, la primera vez que comprendía el peligro que representaba.
Riven la observaba con una mezcla de orgullo y preocupación. Cada vez que Selene activaba su energía, su mirada parecía atravesar no solo el presente, sino los hilos invisibles del futuro.
—Selene… —dijo él con voz baja—. La Marca del Eclipse no es solo un símbolo. Es un recordatorio. Cada vez que brille, el mundo sabrá que estás despierta. Que tu poder es real. Que los antiguos pactos fueron rotos.
—¿Los antiguos pactos? —preguntó Selene, tocando la marca en su piel. La sensación era cálida, como un fuego que recorría todo su cuerpo—. ¿De qué hablas?
Riven suspiró y la llevó a un claro del bosque donde la luz de la luna penetraba entre los árboles, iluminando su rostro y dejando ver el resplandor del eclipse grabado en ella.
—Hace siglos, los dioses sellaron un equilibrio entre luz y sombra. Nadie debía poseer un poder tan completo como el tuyo. Tú eres la Hija del Eclipse, Selene, y eso significa que puedes alterar ese equilibrio. Por eso vienen a buscarte. Algunos para controlarte. Otros… para eliminarte.
Selene tragó saliva, el miedo y la emoción mezclándose en su pecho. Todo lo que había sentido hasta ahora era apenas un preludio de lo que estaba por venir. Y sin embargo, junto a Riven, no podía dejar de sentir algo más profundo: una confianza nacida de la necesidad y del destino compartido.
—¿Y qué debo hacer? —preguntó ella, con un hilo de voz—. ¿Cómo controlo algo que ni siquiera entiendo?
—Aprenderás —dijo Riven, acercándose y tomando suavemente su mano—. Pero primero, debes aceptar quién eres. La marca no es solo un poder, Selene. Es tu herencia, tu responsabilidad… y tu protección.
El aire se volvió denso de repente, y un susurro recorrió el bosque. Selene lo sintió como un escalofrío que le recorría la espalda. La Marca del Eclipse pulsaba más fuerte, proyectando destellos plateados que iluminaban la oscuridad entre los árboles. Una sombra más grande que cualquier otra que hubiera visto antes emergió del bosque. Sus ojos eran negros como la noche, y su presencia amenazaba con devorar toda la luz alrededor.
—¡Riven! —gritó Selene, retrocediendo—.
Él la sostuvo con firmeza, sin apartar la mirada de la sombra.
—No temas. Tu poder puede enfrentarlo. Confía en ti misma.
Selene respiró hondo. Sintió cómo la luz plateada de su brazo se extendía por todo su cuerpo, mezclándose con la oscuridad que emanaba del enemigo. Por primera vez, Selene comprendió que la Marca del Eclipse no era solo un sello, sino una llave: la llave de un poder ancestral que podía protegerla o destruirlo todo.
Un destello cegador llenó el claro. La sombra retrocedió, aullando y desapareciendo entre la neblina. Selene cayó de rodillas, exhausta, pero Riven la sostuvo, ayudándola a incorporarse. Sus ojos se encontraron, y un silencio profundo los envolvió.
—Lo hiciste —susurró Riven—. No solo sobreviviste, lo controlaste.
Selene sonrió débilmente, sintiendo cómo su miedo comenzaba a mezclarse con algo más intenso: un orgullo que nunca había sentido antes. Por primera vez, comprendió que su destino estaba atado a ese símbolo, a ese poder, y a aquel hombre que la había guiado a través de la tormenta.
—Esto es solo el comienzo, ¿verdad? —preguntó ella, sin apartar la mirada de Riven.
—Sí —dijo él, con una mezcla de seriedad y algo que parecía ternura—. Y créeme… lo que viene pondrá a prueba todo lo que somos.
Selene asintió, con la Marca del Eclipse brillando intensamente en su brazo, y supo que no había vuelta atrás. La guerra entre la luz y la sombra ya había comenzado.
Y bajo la luna que aún se ocultaba tras la sombra del eclipse, Selene Auren comprendió que su poder no era solo una bendición: era una maldición que la llevaría a amar, luchar y sacrificar más de lo que jamás imaginó.