El bosque había cambiado. Lo que antes parecía un refugio seguro ahora estaba lleno de susurros, sombras que se movían entre los árboles y una sensación constante de ojos invisibles siguiéndola. Selene caminaba junto a Riven, consciente de cada sonido: el crujir de las ramas bajo sus pies, el zumbido del viento, y algo más… un murmullo profundo que resonaba dentro de su pecho.
—Selene… —dijo Riven, su voz cortante y alerta—. Las criaturas que hemos visto antes no son las únicas. Estas son más antiguas. Más astutas. Más peligrosas.
Ella asintió, intentando concentrarse. Su poder había crecido desde la aparición de la Marca del Eclipse, pero todavía no lo dominaba por completo. Cada destello de luz que salía de su brazo la agotaba, y cada sombra que enfrentaba la hacía temblar. Sin embargo, junto a Riven, sentía que podía intentar algo más. Que podía enfrentarlas.
De repente, un grupo de figuras surgió entre la niebla: seres oscuros con ojos que brillaban como brasas y cuerpos que se contorsionaban de formas imposibles. Sus movimientos eran rápidos y coordinados, y sus gruñidos llenaban el aire con una amenaza tangible. Selene retrocedió un paso, pero Riven la tomó de la mano, sosteniéndola firme.
—No temas —le susurró—. Recuerda la luz y la sombra. Tu poder no es un arma… aún. Es una extensión de ti.
Selene respiró hondo. Levantó las manos, dejando que la luz plateada se expandiera a su alrededor. Un halo de energía creció como un escudo, dispersando la niebla y revelando las criaturas con claridad. Cada una de ellas parecía vacilar ante el brillo de la Marca del Eclipse, como si la reconocieran y temieran al mismo tiempo.
—¡Riven! —exclamó ella, sorprendida por la fuerza que ahora sentía fluir de sus brazos—. ¡Puedo… controlarlas!
Él asintió, con una chispa de orgullo en sus ojos violeta. —Eso es, Selene. Mantén tu enfoque. No dejes que te dominen.
Con un gesto, Selene envió un destello de energía que golpeó a la criatura más cercana, haciendo que chillara y retrocediera. Su poder se sintió potente, real, casi ilimitado. Y sin embargo, con cada movimiento, sentía que algo dentro de ella cambiaba: su conexión con la luz y la sombra se profundizaba, pero también lo hacía el vínculo con Riven.
Él se acercó, su mano rozando la de ella, y por un instante, Selene olvidó la amenaza. Solo existían ellos dos, conectados por algo que iba más allá de lo físico, más allá del miedo y la guerra. Un lazo que se fortalecía con cada destello, con cada respiración compartida.
Pero las criaturas no esperaban. Un rugido más fuerte hizo que Selene sintiera un temblor recorrer todo su cuerpo. Algunas sombras comenzaron a rodearlos, inteligentes y coordinadas, desafiando la luz de Selene.
—Rápido —ordenó Riven—. Usa la Marca. No solo para defenderte. Haz que obedezcan.
Selene concentró toda su energía. La luz plateada se mezcló con un resplandor oscuro, creando una danza que parecía hipnotizar a las criaturas. Poco a poco, comenzaron a retroceder, hasta que finalmente se dispersaron en la niebla, dejando atrás un silencio profundo, cargado de tensión.
—Lo hiciste —susurró Riven, abrazándola suavemente—. Pero esto es solo el comienzo.
Selene lo miró, exhausta pero viva. Su corazón aún latía con fuerza, y algo más que miedo lo acompañaba: una certeza de que, junto a Riven, podía enfrentar cualquier oscuridad.
—¿Qué son estas criaturas? —preguntó, con la voz temblorosa.
—Antiguas sombras —respondió él—. Guardianes de secretos que algunos quieren mantener ocultos. Pero no temen a cualquier poder… temen al tuyo.
La Marca del Eclipse brillaba intensamente, iluminando el bosque y reflejando un futuro incierto. Selene comprendió, con un estremecimiento que recorría cada fibra de su ser, que su poder no solo la protegía. También la convertía en un faro… y en un objetivo.
Y mientras la luna comenzaba a elevarse en el cielo, las criaturas continuaron moviéndose en la oscuridad, esperando el momento de volver a surgir.
Selene Auren inhaló profundamente, con Riven a su lado, lista para enfrentar lo que viniera. Porque bajo el eclipse, nada volvería a ser igual.