El aire estaba cargado de un olor a humo y tierra húmeda. El pueblo de Lunaverde estaba inquieto; los aldeanos murmuraban sobre sombras que se movían entre los callejones y luces que aparecían sin explicación. Selene caminaba junto a Riven por la calle principal, su corazón latiendo con fuerza mientras sentía el peso de la Marca del Eclipse pulsando en su brazo. Cada destello de luz que surgía de su piel parecía un faro que atraía tanto la protección como la amenaza.
—Selene, debemos salir de aquí ahora —dijo Riven, con voz firme y urgente—. No podemos enfrentarlos todos solos.
Ella asintió, sin oponer resistencia. La energía que había sentido dominar en el bosque seguía dentro de ella, pero no estaba lista para usarla en medio de la población. Además, la mirada intensa de Riven la llenaba de un calor que mezclaba miedo y seguridad, haciéndola confiar en él incluso cuando todo parecía peligroso.
De repente, un rugido desgarrador hizo temblar los edificios a su alrededor. Sombras más grandes y rápidas que cualquier criatura que Selene hubiera visto antes emergieron de las calles laterales, rodeándolos. Sus ojos brillaban como brasas, y sus movimientos eran coordinados, letales.
—¡Por aquí! —ordenó Riven, tomando la mano de Selene y tirando de ella hacia un callejón estrecho—. No podemos detenerlas. Solo podemos correr.
Selene sintió cómo su corazón se aceleraba. La adrenalina mezclada con la tensión hacía que cada paso doliera, pero también que se sintiera viva como nunca antes. Mientras corrían, la luz de la Marca del Eclipse se encendía y apagaba, reflejando su miedo, su poder y la conexión que compartía con Riven.
—Riven… —susurró entre jadeos—. ¿Qué son estas criaturas?
—Sombras antiguas —respondió él mientras esquivaba un golpe de una de ellas—. Guardianes de secretos que muchos quisieran mantener ocultos. Pero nadie ha sobrevivido enfrentándolas sin control absoluto de su poder… hasta ahora.
Selene respiró hondo y concentró la energía que latía dentro de su brazo. La luz plateada se expandió, iluminando la calle y haciendo retroceder a algunas sombras. Pero eran demasiadas. El eco de sus gruñidos llenaba el aire, y la sensación de peligro era insoportable.
Riven la tomó del brazo y, sin soltarla, la guió hacia la salida del pueblo. —Confía en mí —le dijo con voz firme y suave al mismo tiempo—. Juntos podemos llegar al bosque. Allí tendrás espacio para controlar tu poder.
Selene asintió, sintiendo que cada latido de su corazón estaba sincronizado con el de él. La conexión que los unía se volvía más intensa con cada paso, cada respiro compartido, cada instante de peligro. Una chispa de deseo y confianza surgió en su pecho, mezclándose con la tensión que la rodeaba.
El rugido final de las sombras hizo que un destello de luz cegadora estallara desde la Marca del Eclipse. Selene gritó, sintiendo cómo su poder se expandía más allá de sus límites. Las sombras retrocedieron, dejando un camino abierto hacia el bosque.
—¡Rápido! —gritó Riven—. No podemos quedarnos más tiempo aquí.
Caminando entre la oscuridad y la luz, Selene comprendió algo aterrador: no solo su vida estaba en peligro, sino también la de todo el pueblo. Su poder era un faro que atraía tanto la protección como la destrucción, y no habría marcha atrás.
Mientras desaparecían entre los árboles, la luna eclipsada comenzó a brillar con un resplandor rojo y plateado, como un aviso silencioso. Selene miró a Riven, sus ojos violeta reflejando la mezcla de miedo, emoción y algo más profundo que no podía nombrar.
—Esto apenas comienza —susurró Riven—. Pero juntos… podemos enfrentarlo todo.
Selene asintió, con la Marca del Eclipse brillando intensamente en su brazo. Bajo la luna, bajo la sombra y la luz que la conectaba con Riven, comprendió que su destino estaba sellado. La huida había comenzado, pero también su camino hacia el poder, el amor y la guerra que cambiaría todo.