la hija del eclipse

La Sombra Acechante

La noche cayó sobre el refugio con un silencio pesado, interrumpido solo por el sonido de la brisa entre los árboles. Selene estaba sentada frente a la Marca del Eclipse, meditando y practicando los movimientos que Riven le había enseñado. Cada respiración equilibraba la luz y la sombra dentro de ella, y sentía que su poder crecía, pero también que la amenaza del mundo exterior se hacía más cercana.

—Selene, escucha —dijo Riven, con un tono grave que cortaba el aire—. Hay alguien afuera. Alguien que no pertenece a este mundo, y que ha sentido la Marca.

Ella se tensó, el corazón latiendo con fuerza mientras la energía de la Marca palpitaba como un tambor dentro de su brazo. Una corriente de luz plateada y sombra recorrió su cuerpo, alertándola de la presencia de algo oscuro, algo que acechaba en los límites del refugio.

—¿Quién? —susurró ella, con miedo y determinación mezclados—.

Riven no respondió de inmediato. Se levantó, observando cada sombra con cuidado felino. —No lo sé exactamente —dijo finalmente—. Pero lo sabremos pronto.

Un susurro cortante recorrió el aire, y una sombra oscura se deslizó entre los árboles, moviéndose con velocidad imposible. Sus ojos brillaban con un fuego que parecía absorber la luz, y cada paso hacía que el suelo temblara levemente. Selene pudo sentir cómo su propia energía vibraba en respuesta, como si la criatura estuviera reconociendo la Marca en ella.

—Riven… —dijo, con un hilo de voz—. Es fuerte.

—No temas —respondió él, acercándose y colocando una mano firme sobre su hombro—. Recuerda todo lo que has aprendido. Luz y sombra. Control y equilibrio. Confía en ti misma.

Selene asintió, y un halo de luz plateada rodeó su cuerpo, mezclándose con la sombra que llevaba dentro. La criatura avanzó más rápido, y el aire se volvió denso, como si el mundo contuviera la respiración.

—¡Selene, ahora! —gritó Riven.

Ella extendió las manos, y la luz de la Marca se expandió, formando un escudo que se entrelazaba con la sombra, creando un círculo que atrapó a la criatura momentáneamente. Pero no se detuvo: su fuerza era inmensa, y la presión hacía que Selene tambaleara.

Riven avanzó, enfrentando a la sombra directamente, mientras Selene concentraba toda su energía en controlar el halo que la rodeaba. Sus corazones latían al unísono, y por un instante, todo lo demás desapareció: solo existían ellos y la amenaza que los desafiaba.

La criatura rugió, y Selene sintió que algo dentro de ella se activaba. La luz y la sombra se combinaron de manera perfecta, golpeando a la sombra con una fuerza que la lanzó hacia atrás, dispersándose en la niebla.

—Lo hiciste —dijo Riven, respirando con dificultad—. Pero esto no ha terminado. Alguien más vendrá. Siempre lo hacen.

Selene miró la Marca en su brazo, aún palpitante, y luego a Riven. Sus ojos se encontraron, y por primera vez desde que comenzó todo, comprendió que no solo había ganado una batalla: había descubierto el verdadero alcance de su poder, y la conexión con Riven se sentía más intensa que nunca.

—Entonces… estamos juntos en esto —susurró ella.

—Siempre —respondió él, acercándose y tomando su mano, con un calor que hacía olvidar la oscuridad que los rodeaba—. Y no importa quién venga, Selene… siempre enfrentaremos las sombras juntos.

Mientras la luna eclipsada brillaba tenuemente en el cielo, la sombra que había sido derrotada parecía haberse llevado un mensaje: la Hija del Eclipse estaba despierta, y nadie podía subestimarla.

Selene inhaló profundamente, consciente de que la guerra apenas comenzaba, pero segura de que, junto a Riven, podría enfrentarlo todo.




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