El refugio estaba en silencio, iluminado solo por la luz plateada del eclipse que se filtraba entre las grietas del techo. Selene estaba sentada frente a un antiguo altar cubierto de símbolos, con la Marca del Eclipse brillando suavemente en su brazo. Su mente aún palpitaba con la intensidad de la prueba anterior y la batalla con la sombra acechante.
—Selene —dijo Riven, su voz más suave que de costumbre—. Hay algo que necesitas saber sobre tu linaje. Algo que cambiará la manera en que ves tu poder.
Ella lo miró, curiosa y cautelosa. —¿Qué es? —preguntó, su voz temblorosa por la anticipación.
Riven se acercó y colocó una mano sobre el altar, activando un destello de luz que reveló imágenes flotantes: figuras humanas, criaturas mezcladas con luz y sombra, y símbolos que parecían contar historias de generaciones antiguas.
—Estos son tus ancestros —explicó—. Guardianes del equilibrio entre la luz y la sombra. Cada uno portaba un fragmento de la Marca del Eclipse. Y tú… eres la que debe unirlos.
Selene tragó saliva. —¿Unirlos? —repitió, sin comprender del todo.
—Sí —dijo Riven—. La Marca no es solo un poder. Es un vínculo con todos los que vinieron antes que tú. Cada Hija del Eclipse fortaleció este mundo, pero también enfrentó enemigos que querían destruirlo. Tu misión es más grande de lo que imaginas.
El peso de sus palabras hizo que Selene sintiera un escalofrío recorrer su columna. La responsabilidad que llevaba sobre los hombros no era solo protegerse a sí misma, sino a todo un legado.
—¿Y si fallo? —susurró, con miedo y una chispa de duda en los ojos.
Riven se inclinó y le tomó el rostro suavemente, mirándola con intensidad. —No fallarás. No mientras confíes en tu poder y en quienes te apoyan. —Su voz bajó un tono, volviéndose casi un murmullo—. Y yo estaré contigo… siempre.
El contacto hizo que Selene sintiera un calor en el pecho, mezclando temor y deseo. Por un instante, el mundo entero desapareció: solo existían ellos dos, el resplandor de la Marca y la promesa silenciosa que flotaba entre sus miradas.
—Ahora debes aprender —continuó Riven, separándose ligeramente—. Tu entrenamiento no termina con la prueba de luz y sombra. Debes comprender la historia de tu linaje, los límites de tu poder, y cómo enfrentarte a quienes vendrán por ti.
Selene respiró hondo, sintiendo la energía de la Marca expandirse. Cada símbolo en el altar parecía resonar con su esencia, conectándola con generaciones de guardianes que habían enfrentado peligros similares. Comprendió que su poder no era solo un don, sino una herencia que exigía valor, control y sabiduría.
—Estoy lista —dijo finalmente, con voz firme y decidida—. No solo por mí… sino por todos los que vinieron antes.
Riven asintió, una mezcla de orgullo y afecto en su mirada. —Entonces aprenderemos juntos. —Extendió la mano, y Selene la tomó—. Tu linaje, tu poder, y nuestro destino están conectados. Nadie podrá detenernos si permanecemos unidos.
La Marca del Eclipse brilló con fuerza, iluminando el refugio y reflejando un futuro incierto. Selene sintió que, por primera vez, entendía el verdadero alcance de su poder y el papel que debía cumplir. Y mientras el eclipse continuaba, supo que su viaje apenas comenzaba: entre secretos antiguos, sombras que acechaban y un vínculo con Riven que crecía con cada instante, nada volvería a ser igual.