El estallido del Eclipse iluminó el vacío como un relámpago atrapado entre mundos. Los Ancianos levantaron sus manos en un intento por contener la fuerza que brotaba de Nara, pero la energía los rebasó como una ola incontenible que arrastraba siglos de silencio.
La luz y la sombra giraban alrededor de ella, entrelazándose como serpientes vivas.
Nara sintió cómo el poder le recorría la columna, ascendía por su pecho y estallaba en sus manos. No era dolor… era libertad. Una libertad que jamás le habían permitido imaginar.
—Esto no es posible… —murmuró uno de los Ancianos, retrocediendo.
—Despertó antes de tiempo —susurró otro—. Y más fuerte de lo previsto.
Nara dio un paso adelante.
La piedra negra bajo sus pies se agrietó, dejando escapar destellos plateados que parecían latidos.
—Todo este tiempo —dijo con la voz firme, sin temblor— querían moldearme. Controlarme. Decidir qué debo ser.
Su mirada ardió.
—Ya no.
Un rugido de energía recorrió las paredes, haciendo que las sombras vibraran como si tuvieran vida propia.
Nara.
La voz de Eiden volvió a atravesar el espacio, más fuerte, más desesperada.
Ella apretó los dientes.
—¡Estoy contigo! —le respondió mentalmente, sin saber cómo lo hacía. El Eclipse parecía haber creado un puente entre ambos.
Los Ancianos intercambiaron miradas tensas.
—Tu vínculo con él está desestabilizando tu poder.
—Mi vínculo con él —replicó Nara— ES lo que me mantiene en equilibrio.
Una onda de oscuridad surgió de sus palmas, envolviéndolos por un instante. Los Ancianos levantaron barreras de luz, pero el choque resonó como un trueno.
—¡Basta! —exclamó el líder—. Tienes una elección que hacer.
Nara alzó la vista.
El espacio volvió a dividirse ante ella: luz pura a la derecha, sombra absoluta a la izquierda. Dos destinos. Dos caminos.
Una prisión o una destrucción.
—No quiero ese futuro —susurró—. Ninguno de esos.
Los Ancianos endurecieron su postura.
—El Eclipse no puede existir sin elegir.
—Entonces aprenderá a hacerlo —respondió ella—. Pero a MI manera.
Un silencio profundo cayó sobre el vacío.
Los ojos blancos de los Ancianos se apagaron por un instante… y luego, como si hubieran tomado una decisión, extendieron sus manos hacia ella.
El suelo tembló.
Miles de hilos de energía emergieron de la piedra y se dirigieron a Nara como si quisieran envolverla. Ella retrocedió, pero las hebras de luz y oscuridad se enroscaron en sus brazos.
—¿Qué están haciendo? —gritó.
—Mostrándote lo que eres —dijeron al unísono.
El vacío cambió.
De pronto, Nara se vio rodeada de imágenes que no sabía si pertenecían al pasado… o al futuro.
Vio a una niña con los ojos plateados llorando en un templo derrumbado.
Vio sombras devorando un bosque.
Vio una luz dorada rompiéndose como vidrio.
Y vio a Eiden arrodillado, con sangre en las manos, extendiendo una hacia ella.
—¡NO! —gritó.
La imagen se quebró como agua agitada. Nara cayó de rodillas, respirando con violencia.
—¿Por qué me muestran esto?
—Para que entiendas lo que está en juego.
Nara levantó la cabeza, furiosa.
—¿Y qué quieren? ¿Que elija la luz para salvarlos? ¿O la sombra para destruirlos?
—Queremos que sobrevivas —respondió el líder—. Porque si mueres… el Eclipse muere contigo. Y los reinos caerán.
La verdad la golpeó como un puñal.
—Entonces… —susurró— todo esto no es por mí.
Los Ancianos guardaron silencio.
Nara se puso de pie.
—Es por su miedo.
La luz y la sombra del vacío comenzaron a girar más rápido alrededor de ella.
El Eclipse pulsó, respondiendo a su furia.
—No tomaré una decisión basada en amenazas —dijo—. Y no dejaré que me usen.
Los Ancianos dieron un paso atrás.
—Tu poder sin control puede destruirlo todo.
—Y con control… puede salvarlo —replicó ella.
Un temblor recorrió la dimensión.
Eiden gritó su nombre de nuevo, más cerca, como si estuviera rompiendo la barrera entre mundos.
El corazón de Nara estalló de emoción.
—Voy hacia ti —susurró ella—. Aguanta.
El líder de los Ancianos levantó una mano final.
—Naráhel… no puedes escapar de lo que eres.
Nara sonrió, una sonrisa llena de determinación ardiente.
—No quiero escapar.
Sus ojos se iluminaron en un eclipse perfecto.
—Quiero elegir.
La dimensión entera explotó en luz y sombra.
Nara desapareció.
No como prisionera.
Sino como fuerza imparable.