La Hija del Jefe

Capítulo 26

Les hare un resumen de lo que ha sucedido durante estos cinco meses. Aquel día el cual me entere que estaba embarazada mi padre sufrió un ataque cardiaco, ese día sucedió un milagro y mi padre se salvó. Fueron unos días bastantes difíciles hasta que por fin abrió sus ojos, justo el mismo día el cual me había realizado el primer ultrasonido, fue un día lleno de emociones. Hasta ahora el mas feliz de mi vida.

Aquel día mi padre lloro y me pidió perdón una vez más, esta vez no lo dude y le dije que hace mucho lo había perdonado, le mostré la imagen del bebé y lloro mucho más, estaba tan feliz de saber que seria abuelo por primera vez.

La felicidad no nos duró mucho y días después falleció.

Fue el peor día de mi vida, cada vez que lo recuerdo me da una tristeza enorme en el corazón. Estábamos todos reunidos en su habitación riendo sobre algún chiste que estaba contando Sebastián en ese momento.

No olvidare jamás su mirada, era de pura alegría al tenernos a todos juntos, no sé en qué momento sucedió, pero un nuevo ataque cardiaco resulto el ejecutor de su vida.

Aquel día mi madre dejo ir al amor de su vida, yo y Sebastián dejamos ir al mejor padre que podíamos pedir.

El día de su entierro la lluvia no paraba, se mezclaba entre nuestras lágrimas. Era como si mi padre tratara de estar junto a nosotros de alguna u otra forma.

Días antes de morir mi padre nos dijo que debíamos ser felices, siempre he pensado que él sabía que pronto moriría. Le hizo prometer a mi madre que si algún día él faltaba ella seria feliz y volvería amar como lo había amado a él. A nosotros nos hizo prometer que si eso llegaba a pasar íbamos apoyar a nuestra madre pasara lo que pasara y eso hicimos, le prometimos que todo estaría bien. Aun sus palabras resuenan en mi cabeza:

— Prométanme que si algún día no estoy apoyaran a su madre siempre, ella merece ser feliz al igual que ustedes.

— ¿papá por qué dices eso? — pregunto Sebastián al bode de las lágrimas — tú no te vas a morir ¿verdad?

— por supuesto que no campeón, solo es un decir.

— pues no me gusta lo que estás diciendo — vuelve a replicar

— solo prométanme que apoyaran a su madre pase lo que pase.

— lo prometo — digo tomando su mano — la apoyare siempre, pero no pienses en eso, aun te quedan muchos años por vivir.

Mi madre lo miraba en silencio tratando de no dejar caer las lagrimas que se acumulaban en sus ojos.

Ella también lo sabia en ese momento, jamás me di cuenta.

Al llegar a casa de mi madre luego de la compra de nuestra nueva casa veo a Santiago jugando PlayStation con mi hermano pequeño y sonrió, camino hasta su lado y lo abrazo. Santiago ha sido el apoyo fundamental para mi madre estos meses, estoy segura que tarde o temprano mi madre comenzara a mirarlo con otros ojos, así como él la mira a ella, con completa admiración y amor.

— ¿Cómo te fue princesa? — dice abrazándome, ahora el también me llama así y no me molesta en absoluto. Todo lo contrario, es como escuchar a mi padre. — ¿pudiste encontrar algo?

Le muestro las llaves de nuestra casa mientras sonríe y me abraza.

— lo hicimos, es una casa preciosa, tienen que ir a conocerla.

— por supuesto que iremos — dice mi madre entrando en la sala — y te ayudaremos a mudarte cuando quieras.

— gracias, son los mejores — trato de abrazarlos a los dos juntos pero mi abultado estomago hace la tarea imposible.

— ¿y yo? Que me coman los cocodrilos ¿no es así? — dice Sebastián haciendo como si llorara.

Le desordeno el cabello mientras se aparta de mi y vuelvo a ordenarlo, ¿olvide decir que ahora tiene novia y se arregla peor que una chica?

La cena de esa noche es especial, no sé por qué, pero es un presentimiento que he tenido todo el día. Emilio y Santiago han estado con secretos estos días y estoy segura que pronto dejaran caer una bomba. Solo espero que por fin Santiago le pida salir a mi madre. Se que ha pasado muy poco tiempo desde que mi padre murió, pero él quería verla feliz y yo también lo quiero; y si Santiago es quien la hace sonreír estaré mas que dispuesta en darles mi bendición.

A mitad de la cena Santiago se pone de pie y todo el mundo queda en silencio, mi madre mira hacia todos lados tratando de escapar. Tomo su mano mientras trato de tranquilizarla, pero en verdad mi corazón está latiendo muy rápido justo ahora.

— sé que quizás sea muy apresurado, pero…

— no es apresurado — digo tratando de darle ánimos.

Él sonríe mientras pone una de sus rodillas en el suelo y saca una caja negra del bolsillo.

Mi boca cae abierta igual que la de mi madre que no sabe donde meterse de la vergüenza.

— Liliana ¿quieres casarte conmigo?

— oh por Dios — dice Sebastián saltando de su silla — mamá di que si, por favor.

— sin presiones — dice Emilio sonriendo

—y—yo... —artamudea de los nervios — no sé qué decir esto es una absoluta sorpresa, jamás pensé que harías algo así.

— no hay apuro, solo quería que supieras que siempre he estado aquí y siempre lo estaré. Pero si dices que si hare de tus días los mejores.

— si quiero casarme contigo — dice mi madre llorando mientras Santiago se acerca a ella y le pone el anillo.

Santiago limpia las lagrimas de mi madre con los dedos y la besa en sus labios.

— puag, por favor las muestras de afecto en otro momento no delante de mí — dice Sebastián simulando arcadas.

Nosotros nos reímos mientras Emilio trata de bromear con él

— ¿estás seguro que tú y Angela son novios? ¿acaso no se besan?

— sí, somos novios y si, nos besamos, pero una cosa es hacerlo con tu novia y otra es ver como besan a tu madre y no es una imagen agradable de ver.

Mi madre se ríe mientras admira su nuevo anillo de compromiso, estoy tan feliz por ella.

— Ari ¿Cuándo te casaras con Emilio? — pregunta mi hermano cambiando de tema

— no hemos hablado de matrimonio — digo nerviosa — ¿cierto cariño?




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