La hija del lobo feroz

¿Qué tipo de castigo es?

Los primeros rayos de sol estaban resplandeciendo en ése nuevo día y Esmeralda ya estaba levantada, con un delantal algo grande puesto, guantes de hule y su cabello recogido algo mal en una coleta.

Ése día, quería limpiar toda la casa del lobo como muestra de agradecimiento por todo lo que hizo por ella.

Su madre le enseñó que sí alguien te cuida y ayuda como lo hizo el señor lobo hasta ahora, debía mostrarle lo agradecida que estaba y ¿qué mejor que limpiando ésa casa tan sucia y abandonada?

Con cuidado, se acercó a la gran cama del hombre y asomó su cabeza para ver como él seguía completamente dormido, con su ceño fruncido y sus brazos cruzados.

Una forma rara de dormir pero sí era cómoda para él, no le diría nada.

Con cuidado, agarró su peluche, una linterna vieja que encontró y la necesitaba ya que no alcanza a encender las luces, y se dirigió abajo donde recordaba que vio una escoba vieja.

Seguro que el hombre iba a estar muy felíz y prepararia algo rico para desayunar.

La niña caminaba por ése oscuro y abandonado lugar, alumbrando su camino sólo con la luz de ésa pequeña linterna, viendo telarañas, partes del piso dañadas, ratas que huían al ser alumbradas y oía algunas ventanas rechinar al ser empujadas por el viento pero parecía no darle importancia, después de todo, en ése lugar nadie mas además de ellos dos se encontraba.

Una vez llegó abajo y encontró la escoba, dejó a su peluche sobre una mesa y agarró la escoba, siendole algo incómodo por tener que sostener la linterna.

-Bien.- susurro, dándose ánimos.

Su misión en ése día era dejar la casa impecable para que el lobo le preparé comida deliciosa como agradecimiento.

Empezando a barrer en ése lugar, instantáneamente una nube de polvo se empezó a levantar, alcanzando pronto su altura, haciendo que cierre los ojos y su nariz piqué.

-Ah... ah... ¡Achu!

Estornudo gracias al polvo y sintió como el palo de la escoba, golpeó algo, pronto oyendose un fuerte ruido que casi le hace dar un salto del susto.

Mientras que arriba, el lobo feroz al oír un fuerte sonido de algo romperse, se despertó y de un salto se bajo de su cama para ir corriendo para ver que sucedía.

¿Alguien fue tan valiente o mejor dicho, tan tonto como para entrar a su territorio?

Acabaría con cualquier humano que se haya atrevido a poner un pie en su casa.

Al bajar un poco las escaleras al primer piso, sintió un fuerte aroma a polvo y se detuvo para fruncir el ceño y ver como no muy lejos, cerca de un pequeño armario, se encontraba la niña humana, agachaba, haciendo algo.

El hombre miró mas perspicazmente y vio como una jarrón roto yacía en el suelo.

-Mocosa, ¿qué crees que haces?- preguntó, bajando con muy malhumor.

No perdonaría a nadie que rompa sus cosas.
Era hora de que ésa molesta cría humana reciba su merecido.

La pequeña volteó su rostro para ver al hombre, teniendo sus ojos llorosos y un dedo en la boca.

El rubio se detuvo por un segundo al darse cuenta de que quiso recoger los pedazos del jarrón y se cortó el dedo.

-Eres una idiota.
¡Apartate!

El hombre se acercó mas rápido que antes mientras la niña obedecía, poniéndose de pié y alejándose un poco para ver como el dueño de la casa se agachaba a recoger los pedazos del jarrón que ella rompió.

-Mira nada mas el desastre que haces.
Uno ya no puede ni dormir tranquilo o le terminan destruyendo toda su casa.
¿No tienes nada mejor qué hacer?
Los mocosos humanos sólo deben quedarse en un rincón y...

Mientras el hombre recogía los pedazos del jarrón con cuidado y le daba un sermón a la pequeña, ella estaba con la mirada gacha, cubriendo su dedo herido con su otra mano.

Ella sólo quiso tener un gesto lindo hacía el lobo y lo arruinó por completo.
Ahora él se enojó, ella tenía un dedo herido y todo por no ser capaz de hacer algo tan simple como limpiar una casa muy sucia.

-¿Mocosa? ¿Me estás oyendo?

La niña levantó la mirada, viendo al hombre ya de pié, mirándola con el ceño fruncido, ya habiendo terminado de limpiar lo que ella rompió.

-Vamos al baño, debés lavar ésa harida con agua y jabón.- dijo el ojiazul, alzando a la niña en sus brazos.

Esmeralda se sorprendió por éso, quedando en shock.

¿Por qué sí hace un rato le estaba insultando por romper algo, ahora la llevaba a que se limpié bien la herida de su dedo?
No lo entendía, simplemente no lo entendía por el simple hecho de que nunca antes pasó por una situación similar a ésa con nadie.

-¿No está enojado conmigo?- se atrevió a preguntar ella, aún en shock.

El hombre, sin mirarla, siguió caminando con la vista al frente y la mirada en alto, con su habitual orgullo.

-Claro que estoy molesto contigo.
Hoy no hay desayuno para ti como castigo por andar rompiendo mis cosas, así que no se te ocurra intenar manipularme como ayer por que es mi última palabra.
Sí tu madre, padre, tutor o lo que sea, no te puso disciplina, yo sí lo haré, mocosa, ¿te quedó claro?- exclamó el hombre con tono molestó y la pequeña fruncio levemente el ceño.

En verdad, no era capaz de entender éso en lo mas mínimo.
El lobo estaba enojado con ella y le puso un castigo, pero no se sentía como sí ése pequeño castigo fuese algo para hacerla sufrir por diversión, se sentía diferente, se sentía... no sabía como se sentía.

-Mocosa, te hice una pregunta.- dijo el lobo feroz, tornando sus ojos azules a amarillos para verse mas amenazante para ésa niña.

La pequeña, agachó su cabeza y asintió levemente, sin expresión alguna por estar intentando entender lo que sucedía.

El hombre se relajó y dio un suspiro profundo.

Por ésa vez, dejaría pasar el atrevimiento de ella de no responderle de manera directa y sólo asentir con la cabeza, de manera tímida.

Los humanos eran molestos pero sus crías, eran completamente un dolor de cabeza.



#1195 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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