La hija del lobo feroz

Solo una pesadilla

La lluvia caía, el viento era fuerte y gritos de dolor y sufrimiento se oían mientras que por el bosque, una mujer pelirroja, con ojos grises, vestido rojo y una caperuza blanca, corría con cara de pavor, cargando a una pequeña niña rubia, con una caperuza roja y sólo un ojo.

Debía huir, alejarse lo máximo posible de ése lugar para darle a ésa inocente niña lo que se merecía, una vida normal, tranquila y alejada de todos los que la quieran herir.

-¡Ya!

Un gritó varonil se oyó no muy lejos, junto al sonido de caballos corriendo.

La mujer abrazo con fuerzas a la pequeña y siguió corriendo.

Perdió mucho en la vida, hizo cosas que quizás merezcan un castigo y lo aceptaba, pero ésa niña era inocente, no cargaba maldad ni pecado en ella, no merecía sufrir.

La mujer se detuvo al estar al borde de un pequeño lago, oyendo como ésas personas se acercaban más y más.

Ése lago no era profundo, saltar haría que la corriente la llevé más rápido pero seguro que ésas personas no se rendirian por éso y las seguirían hasta atraparlas.

¿Qué tenía que hacer?

Se le acababa el tiempo y no quería que todo lo que hizo para lograr escaparse, sea en vano.

-¿Mami?

La mujer salió de sus pensamientos al oír la voz de ésa pequeña que cargaba en sus brazos y tomó una decisión.

Con cuidado, bajo a la niña de caperuza roja y se puso de cuclillas para mostrarle una gran sonrisa.

-Mi pequeña, yo... lo siento pero sólo te puedo acompañar hasta aquí.- dijo la mujer, con ésa dulce sonrisa que calmaba los miedos de todo niño por sentirse protegido.

La ojiazul, la miró confundida y agarró la mano de su madre.

-No... no... no, no te puedes quedar, dijiste que tengo que ser más egoísta, entonces lo seré.
¡No me debés dejar sola!- gritó la niña, sintiendo como sí el tiempo pareciera volverse lento en ése momento, mientras ésas personas se acercaban.

La mujer, sin borrar su sonrisa, mientras iba recuperando el aliento luego de tanto correr, apoyo la mano que la pequeña había agarrado con fuerzas, en el pecho de la niña, sintiendo como en su garganta parecía formarse un nudo.

-Vive, vive por amabas, llevame en tu corazón y vive con una sonrisa en tu rostro.
Ama, no odies ni guardes rencor, la vida es muy corta como para hacer de los demás tus enemigos.
Sonríe, sólo a través de tu sonrisa demostraras tu fuerza, tu valentía, tu verdadera belleza.
Come bien, come bien para así poder crecer sana y ser una mujer de bien.
Camina hacia adelante, sé que el pasado puede ser turbio y lleno de espinas, pero al final, siempre te esperan grandes recompensas por tu arduo trabajo, aún cuando creas que no sea así.
Y sobretodo... vive, por que la vida es hermosa; puede estar llena de cosas dolorosas, puede que no hayas elegido vivir, puede que veas a personas que tienen mejores cosas que tu y muchas veces sin merecerlo, pero cada pequeña cosa la debés apreciar por que de una pequeña semilla, sí la cuidas en todo momento, de toda tormenta o sol abrumador, crecera un enorme árbol fructífero, y ésas frutas están llenas de semillas.- dijo la mujer antes de mostrarle a su hija, una última vez su sonrisa.

-Mami te ama, así que vive, mi pequeña.

Y empujó a la niña al agua, para que el agua la llevé lejos de ése tormento.

La pequeña sólo vio la última sonrisa de su madre, mientras caía al lago, que a gran velocidad pronto la alejó de ella.

-¡Mamá, mamá!- gritó la pequeña, esforzándose para derrotar las fuertes aguas, para volver donde estaba su madre, sin éxito.

La mujer movió su mano en señal de despido mientras sentía ganas de llorar.

Al menos, ésa pequeña a la que amo como a una hija, debía vivir.

Sólo rogaba que buenas personas le den lo que ella no pudo, una vida felíz y una agradable infancia.

Dándose la vuelta, se fue corriendo en dirección de donde ésas personas las buscaban, para servir de distracción mientras su hija, es llevada lejos.

Cometió muchos errores en su vida, pero salvar a ésa pequeña niña, no sería un error jamás.

-...sa, mocosa, mocosa.

La pequeña que estaba sentada en el suelo, cerca de una de las ventanas, mirando la lluvia, volteó al oír como la llamaban y vio al lobo, de cuclillas, mirándola con el ceño fruncido.

-Llevó llamandote hace ya un rato.
¿Qué te pasa? ¿Acaso eres sorda?- preguntó el hombre.

La rubia, agachó la mirada por unos segundos y la volvió a levantar para ver como el vidrio de la ventana era mojado por ésa suave lluvia.

-Sólo estaba teniendo una pesadilla.- respondió en un susurro.

El rubio, ladeo la cabeza, confundido.

-Pero sí no estabas durmiendo.- señaló el hombre.

¿Qué clase de cosas raras decía ésa cría humana está vez?

-¿Señor lobo, usted odia la lluvia?- preguntó la rubia, ignorando lo que le dijo el hombre hace un rato.

El adulto, se puso de pié, dando un suspiro.

Los humanos, todos los humanos, están completamente locos de remate.

-No, no me molesta mientras no me tenga que mojar.- respondió el rubio.

Un estruendo potente surco los cielos, y la pequeña ni parpadeo, sólo veía hacía afuera con melancolía.

-¿Cree qué mi sonrisa es bonita?- preguntó, sin mirar al hombre ni sonreír.

El lobo con forma humanoide, quedó desconcertado al oír éso.

¿Ahora qué mosquito le picó a ésa mocosa?

-¿Y cómo voy a saber éso sí siempre tienes cara de amargada?
Ya deja de decir de tonterías y vamos a almorzar que la comida se enfría.- exclamó el rubio, yéndose, agotado.

Realmente nunca sería capaz de entender a los humanos.

La pequeña parpadeo una última vez mientras veía la lluvia y se puso de pié para ir a comer.

Sí, todo éso no fue nada más que una pesadilla, una pesadilla que nunca olvidaría, una pesadilla que tuvo que vivir.



#1194 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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