La lluvia caía con algo de potencia en el pueblo humano, no habiendo señal de ninguno de los habitantes.
Un relámpago resplandecio en el oscuro cielo y un hombre rubio que estaba un poco mojado, gruño bajo el pequeño techo de un negocio.
-Sí venía sólo, seguro me hubiese evitado está molesta lluvia.- dijo el hombre, pasando su mano derecha por su cabello mojado.
Estaba corto de suministros así que no le quedó mas opción que ir al pueblo humano para restablecerlo un poco.
-Le dije que no quería venir, la culpa es suya.- dijo la pequeña que estaba a lado del hombre, con su ceño fruncido.
Ella no quería salir ya que el cielo estaba nublado, pero ése lobo feroz es terco y la obligó a salir para que tomé algo de aire.
-¡¿Mi culpa?! ¡¿Mi culpa?!
No es mi culpa que por ti tengamos que venir en caballo para que vayas aprendiendo a montar, lo dejemos en el establo que está algo retirado de aquí y gracias a tus piernas cortas de enana, tengamos que caminar despacio.- dijo el rubio, mirando a ésa atrevida humana que le quiso echar la culpa a él.
Esmeralda, levantó la mirada y miró al rubio con enojó.
-No intenté culparme, usted fue el que quiso que viniera aún cuando prefería quedarme.
Yo odio la lluvia y no quiero saber nada de ella.- exclamó la pequeña, sin temor alguno a ése hombre que tenía sus ojos amarillos del mismo enojó.
-Acostumbrate por que por aquí llueve con frecuencia.
Además, que sea la última vez que me hables así, mocosa, por que ¿sabes qué te sucedera sí me quito el cinturón?- preguntó el lobo, conteniendo su enojó.
A los niños respondones sólo se los podía educar de una manera y ésa mocosa parecía no conocer ésa manera.
-Me tendría que cubrir el ojo por que se le caerían los pantalones, perro tonto.- respondió la rubia, volviendo su mirada al frente mientras se cruzaba de brazos.
El hombre, sintió como sus garras salieron a la luz pero las ocultó, intentando contener su sed de sangre.
-Oyeme bien, mocosa, que no se te olvidé quien soy yo.
Cuando quiera, puedo acabar contigo por que créeme, ganas no me faltan.
Aquella voz siniestra y profunda que usaba en su forma de lobo, fue oída nuevamente por ésa pequeña humana que parecía no apreciar su vida.
-Haga lo que quiera pero no podrá cambiar lo que siento, yo odio la lluvia y odio al señor lobo por ser un... un... un tonto.
Al decir éso la niña, un fuerte estruendo se oyó en los cielos antes de volver a oírse sólo la tranquila lluvia.
El hombre, con su mirada normal, volvió su mirada al frente para ver como aquel viejo guardia del otro día, se acercaba, usando un paraguas y delante de él caminaba una niña de cabello castaño hasta los hombros, piel morena y ojos marrones, usando un impermeable.
-¿Qué tenemos aquí?
La pequeña niña y su padre.
¿Les cayó por sorpresa la lluvia?- preguntó el veterano de manera amable.
Esmeralda, instantáneamente se ocultó detrás del lobo con forma humanoide, asustada por ver a humanos.
-Sí... sólo veníamos a comprar víveres pero como la lluvia empezó, nos estamos refugiando, esperando a que se detenga.- respondió el rubio, con seriedad.
La pequeña niña de cabello castaño, se acercó de manera curiosa a ésa niña rubia que era sólo un poco más alta que ella.
Esmeralda al ver que ésa niña humana la veía con curiosidad, se movió al otro lado del lobo para evitarla, haciendo que ésa niña sonría.
-¿Y su mujer?- preguntó el veterano, curioso por no ver a la madre de ésa familia.
-Cuidó sólo a mi... hija, intentó no tocar el tema de la madre de Esmeralda ya que ella se pone triste.- mintió el rubio, algo fastidiado.
Ése día ya era malo y ahora tenía que lidiar con éso.
-Lo siento... ya no hablaré del tema.- exclamó el mayor, algo incómodo por tocar un tema tan delicado.
La niña morena se acercó a Esmeralda que volvió a dar la vuelta alrededor del rubio.
La pequeña de ojos marrones amplió su sonrisa y se puso a caminar alrededor de ése hombre, intentando alcanzar a la niña rubia que la evadia.
Pronto, las dos pequeñas se pusieron a correr alrededor del lobo con forma humanoide, que tenía un tic en el ojo izquierdo.
Y ése día se estaba haciendo cada vez más molestó.
-¡Esmeralda!
¿Por qué no hablas con la pequeña?- dijo, deteniendo con su mano a la rubia que quedó rígida mientras ésa sonriente niña, se detenía delante de ella y la veía con curiosidad.
-Ése parche en tu ojo se ve genial.- señaló la morena con su dedo,muy alegre.
Esmeralda abrió su ojo con sorpresa y miró hacía arriba para ver al lobo con forma humana y señalarse.
-¿Soy genial?- preguntó, entusiasmada.
-No, no lo eres.- respondió el rubio, con su ceño fruncido.
¿Cómo se atrevía a hablarle tan casualmente luego de que se atrevió a contestarle?
Los niños humanos sí que eran muy tontos e inconcientes.
-Soy Mónica, tengo 6 años y quiero mucho a mi abuelo por que me deja jugar en la linda lluvia.- se presentó la morena, acercándose a su abuelo para darle un abrazo.
La pequeña rubia miró al lobo que asintió, dando a entender que se presenté.
-Soy... Esmeralda, mucho gusto.
Tengo 5 años y no me gusta la lluvia ni la gente mala.
Se presentó la pequeña, de manera educada mientras hacía una leve reverencia, dejando a la otra niña sorprendida.
-Hablas de manera graciosa.- señaló Mónica, con una sonrisa, dejando a Esmeralda en shock.
¿Era graciosa?
Ahora ya entendía por que el señor lobo se la pasaba enojado con ella, es por que seguro pensaba que se burlaba de él por la manera en la que le hablaba.
-Moni, tu madre ya debe estar preocupada, será mejor que volvamos.
Dijo el mayor en ése momento, antes de volver a mirar al hombre rubio que tenía mirada de estar enojado.
Seguro estaba de malhumor por la lluvia y por que sin querer tocó un tema muy delicado.