En el pueblo humano.
El lobo con forma humanoide se encontraba en una panadería, con cara de disgusto al ver que exactamente cuando llegó, la mujer que atendía subió el precio de las cosas y fingió que era lo más normal del mundo.
Tenía el suficiente dinero para pagar pero no podía aceptar éso.
No era para presumir pero sabía que su apariencia era muy atractiva y no usarlo sería un desperdicio.
Por suerte la cría humana se quedó en el carruaje con los caballos y no lo vería hacer éso.
Acercándose a ésa mujer humana, le mostró una gran sonrisa, levantó una mano y la apoyo en la mejilla de ella.
-¿Cuánto debo pagar por lo que llevó?- preguntó de manera suave y seductora.
La mujer se sonrojo y desvió la mirada, llevando una mano a su pecho, sintiendo su corazón muy acelerado.
Ése hombre no solía ser visto muy a menudo por el pueblo pero de igual modo sabía de él ya que andaba en la boca de todas las mujeres como un padre muy atractivo cuidaba sólo de su pequeña hija.
-Yo... no es necesario que pague, tomelo como... como un obsequio por elegir nuestra panadería.- dijo la mujer, no ocultando sus nervios en lo más mínimo.
El rubio cambio su sonrisa amable por una burlona al lograr su objetivo y sin decir más, se dio media vuelta para salir, orgulloso por lograr su objetivo pero quedó estático al ver en la entrada a Esmeralda, mirándolo sin mostrar ninuga expresión antes de salir del lugar.
La mujer rió levemente por ver lo nervioso que se puso el ahora avergonzado hombre que salió de ése lugar.
Al salir afuera, se encontró a Esmeralda, viéndolo directamente.
-¿No te di la orden de quedarte con los caballos?- preguntó el rubio con algo de enojó.
-No se preocupe, inclusive un amargado como el señor lobo tiene derecho a amar a alguien y tiene todo mi apoyo, después de todo ésa señorita es bonita y parece amable.- dijo la pequeña mientras asentía.
Las personas que pasaban cerca, reían levemente por ver a ésa tierna niña y su padre, haciendo que el hombre contenga su enojó.
-Mientras estemos en el pueblo humano, sólo aquí tienes permiso de llamarme padre para que no sospechen de mi.- aclaró el hombre mientras se dirigía donde estaban los caballos, junto a la pequeña que lo seguía.
No iba a discutir con ésa niña por cosas como ésas en el pueblo humano.
-¡Esmeralda!
El gritó felíz de alguien se oyó y la mencionada volteo para ver a dos niñas acercarse, una morena que parecía muy alegre mientras llevaba un conejo de peluche en sus brazos y la otra una niña pelirroja de ojos verdes, un poco más alta que Esmeralda.
La rubia retrocedió nerviosa, agarrando el pantalón del hombre que acomodaba las cosas en el carruaje y volteo a ver lo que sucedía.
-Ésa es la nieta del molestó guardia, su nombre era Mónica.- dijo el hombre antes de volver a acomodar las cosas con algo de enojó.
No podía creer que tenía que tomarse las molestias de aprender el nombre de la nieta de un guardia, sólo para establecer una falsa amabilidad con las personas.
Las niñas se acercaron a la nerviosa Esmeralda y la morena levantó una mano en manera de saludo, muy alegre.
-Hola, ¿quieres jugar con nosotras?- preguntó Mónica con entusiasmo.
Antes de que Esmeralda pueda responder, el hombre le bajó su capucha, haciendo que ella lo miré.
-Juega con las niñas, yo todavía tengo cosas que hacer.
Sólo no te alejes de aquí.- dijo el hombre con una gran sonrisa antes de irse, dejando a la pequeña viendo en su dirección, en shock.
Y Terence se vengo perfectamente con Esmeralda por lo de hace un rato.
-Tu papá es muy lindo y amable.- dijo Mónica con una inmensa sonrisa inocente.
La rubia la miró con cierto disgusto al oír éso.
-El señor lobo no es lindo ni amable, es un gruñón y me grita todo el tiempo.- dijo la ojiazul, con seriedad.
El lobo acababa de abandonarla con otras niñas humanas, así que en ése momento estaba enojada con él.
-Este es el señor bigotes, es mi mejor amigo y nunca se separa de mi lado.- dijo Mónica, mostrando su peluche.
La rubia que no estaba acostumbrada a hablar con niños de su edad, sólo retrocedió con algo de nervios mientras miraba a la otra niña.
Mónica al ver que Esmeralda miraba a su amiga, la señaló.
-Cierto, ella es Colette, es la hija del alcalde, el jefe de la ciudad.- presentó la morena a su amiga.
La niña pelirroja se acercó a Esmeralda con cierto aire de niña mimada, agarró la mano de la tímida niña con caperuza y la saludó.
-Mucho gusto, ¿por qué nunca te vi en la escuela del pueblo?- preguntó Colette, soltando la mano de la rubia tan de golpe como cuando la agarró.
La pequeña Esmeralda parpadeo, algo confundida por oír ésa palabra.
Recordaba vagamente que su mamá le dijo que la escuela no le sirvió para nada pero sí ella tenía la oportunidad algún día de ir a una, debía ir y dar lo mejor de ella, pero realmente no sabía qué era ésa cosa.
-Yo... ¿qué es una escue...
Y antes de que Esmeralda terminé su pregunta, un niño de cabello negro, ojos marrones y con su ropa sucia, pasó corriendo cerca de ellas y le quitó el peluche a Mónica.
-¡Señor bigotes!
Y la morena quiso recuperar su peluche pero ése niño lo lanzó al lado opuesto de ella, agarrandolo otro niño algo obeso, de cabello pelirrojo, ojos azules y con muchas pecas en el rostro.
-¡Devuelveme mi peluche!- gritó Mónica intentando recuperar su peluche pero los niños se la pasaban entre ellos mientras reían.
-¡Oigan! ¡Dejen de ser tan malos y denle su peluche!- gritó Colette con enojó, apoyando sus manos en su cintura.
Su papá se asustaba cuando su madre hacía éso, así que debía de ser algo que asusté a los niños.
-¿Y quién nos va a obligar, princesita? ¿Tú?- preguntó el niño pelirrojo con burla.
Esmeralda que no entendía que estaba pasando, ladeo la cabeza.
¿Ésos niños eran malos o sólo estaban jugando?