La hija del lobo feroz

Tu regalo

Terence estaba acostado en el sofá, con sus brazos detrás de su cabeza y con sus ojos cerrados, disfrutando de la paz.

Lo que más le gustaba de vivir alejado de todos era el silencio, pero todo lo bueno tiene algo malo y éso era un largo y fastidioso viaje cada vez que necesitaba algo.

-¡Jojojojojo!

La risa de una niña, intentando sonar gruesa se oyó y el hombre lo ignoró, intentando que su mundo de paz no sea derrumbado por alguien que ni siquiera sabe atar agujetas.

La pequeña al ser ignorada, se acercó sigilosamente a lado del hombre, acercó su rostro al oído de él y lo hizo.

-¡Jojojojo!

Rió más fuerte que antes, aturdiendo al rubio que se sentó, intentando contener su enojó.

¿Alguien le podía recordar por qué no dejó que se la lleven?

Abriendo los ojos, listo para darle un sermón a ésa cría humana pero se calló al verla vestita de Santa Claus, con un disfraz un poco grande, una barba falsa puesta, una bolsa negra de plástico y con una rata sobre su hombro izquierdo.

-Felíz navidad, joven Telence.- dijo la pequeña, intentando mantener una voz gruesa.

El hombre fruncio el ceño e intentó entender qué pretendía ésa niña ahora, pero se rindió.

-¿Por qué rayos tienes una rata en tu hombro?- preguntó el lobo con forma humanoide, no entendiendo como la rata se mantenía quieta.

La niña se quitó el sombrero navideño y se señaló.

-Señor lobo, soy Esmeralda.
¿Verdad qué no me reconoció?- preguntó la rubia, emocionada.

El hombre decidió ignorar a la rata que tenía la niña en su hombro y se agachó un poco, sonriendo de manera burlona.

-¿Esmeralda? No te reconocí, es que te creció una fea barba tan de golpe que creí que eras un gnomo de jardín.- exclamó el ojiazul con burla.

La pequeña se asustó y se quitó la barba falsa.

-¡No es mía, es falsa!
Yo no soy un feo gnomo.- dijo la rubia, revelando que sólo llevaba un disfraz.

El lobo con forma humanoide dio un suspiro profundo y apoyo sus ante brazos sobre sus piernas, mirando a ésa niña con cansancio.

-¿Por qué estás disfrazada del gordinflon de la navidad?- preguntó.

Ahora que recordaba, hace un par de días fueron al pueblo y estaban decorando para las fiestas, quedando Esmeralda un rato con las niñas que se encontró aquella vez y se hicieron sus amigas, quienes le habrán contado sobre la navidad.

-Por que ahora soy su ayudante y le tengo un regaló al señor lobo.- respondió la pequeña, buscando algo en el fondo de ésa bolsa que el hombre creyó vacía.

No lo iba a negar, tenía curiosidad de saber qué clase de regaló le tenía ésa niña.

Esmeralda encontró lo que buscaba, lo sacó y se lo extendió a su tutor.

-Aquí tiene, para usted.- dijo la rubia.

El hombre borró la pequeña sonrisa que había mantenido y miró enfadado el carbón que le era extendido.

Ésa niña lo hacía de manera intencional, le buscaba pelea de manera intencional y él no se iba a quedar de brazos cruzados.

Agarrando el carbón y lanzadolo al suelo, sonrió de manera malvada.

-Esmeralda, ¿sabías qué Santa Claus de hecho tenía un compañero que se encargaba de castigar a los niños malos?- preguntó el ojiazul.

La pequeña ladeo la cabeza al oír éso, creyendo que los niños malos solo recibían carbón pero no que eran visitados por alguien más.

-Bueno... la cosa es que el gordinflon se retiró y ahora solo su compañero sale por las noches en noche buena; su nombre es Krampus, el opuesto de Santa Claus.- explicó el hombre sin borrar su sonrisa.

La pequeña tuvo curiosidad por oír ése nombre por primera vez, pero el señor lobo era un adulto y no le mentiría en víspera de navidad por que sabe que es algo malo.

-¿Qué es Krampus?- preguntó la pequeña.

El hombre mostró levemente sus dientes en su sonrisa malvada y dio una palmada en el sofá, a su lado.

-Toma asiento, es mejor que sepas esto antes de que la noche llegue o podría ser peligroso para ti, como para cualquier niño.- dijo el hombre.

Esmeralda obedeció, algo en shock.

¿El señor lobo le estaba por contar una bella historia de navidad con ése tal Krampus, quien ahora tomó el lugar de Santa Claus?

Que bien, a ella le encantaban los cuentos.
.

.
Horas después, en el pueblo humano.

Terence que había ido a hacer algo importante, veía con fastidio como las personas iban y venían más que de costumbre, haciendo compras.

Definitivamente odiaba cualquier día festivo.

Mirando a su costado, vio como Esmeralda le tomaba de la mano, con su mirada perdida y sonrió, conteniendo la risa.

Quizás ésa niña necesité algo de terapia por la historia de terror que le contó de manera muy detallada, pero era su venganza por el carbón.

-Señor lobo, ¿no sé supone que en navidad cae nieve?- preguntó la pequeña, sin mirar al hombre.

-Sí... aquí sólo cae el sudor de tu frente por el calor, la nieve es de otros lugares y quizás, algún día te llevé a visitar uno de ésos lugares.- exclamó el hombre mientras caminaba por ésa muchedumbre, evitando chocar y soltar la mano de la niña.

Terminaba lo que tenía que hacer lo más rápido posible y luego regresaban a casa y no salían hasta el siguiente año, para cuando toda ésas tontas fiestas sin sentido se terminen.

-La verdad a mi no me interesa mucho la navidad, sólo me llamó la atención por que se dice es un día para pasar en familia u otro ser querido.- susurro Esmeralda.

El lobo al oír tal cosa, sonrió con burla.

-Mocosa, éso es una farsa, el verdadero propósito de las fiestas es gastar, gastar mucho dinero en cosas que aveces ni siquiera te son útiles.- exclamó el rubio, siendo sincero.

Los niños quizás veían todo de colores pero los adultos podían ver la realidad.

-¡Esmeralda!

El hombre se detuvo y junto a la pequeña, voltearon para ver como Mónica se acercaba corriendo muy emocionada, junto con Colette y una mujer de edad algo avanzada, con cabello negro y un par de canas, posiblemente la niñera de Colette.



#11537 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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