En la profundidad del bosque, Esmeralda se encontraba dormida, sentada debajo de un árbol, abrazado su peluche y con una canasta a su lado, la cual tenía un par de manzanas, estando una a medio comer.
La pequeña abrió levemente su ojo y al darse cuenta donde estaba durmiendo, se asustó un poco.
-El señor lobo me va a regañar sí...
La rubia que se estaba por poner de pie, recordó que estaba enojada con ése hombre y se quedó sentada.
-Cierto, el señor lobo es un tonto.- murmuró, con enojó.
Los adultos siempre hacen lo que quieren y aveces dicen que es por el bien de los niños, pero no, sí a un niño no le gusta algo, obligarle no ayudará a que le guste, sólo adquirirá más desagrado.
Las aves de alrededor de los árboles volaron a dirección contraria de donde se encontraba la pequeña, quien levantó la mirada para ver a un hombre alto, vestido de manera muy elegante, como sí fuese un príncipe vestido de negro, con cabello negro fuerte, piel de tez pálida y ojos extrañamente dorados, con mirada intimidante.
-¿Esté no es lugar para que una niña duerma?
El bosque es muy peligroso, sin importar sí es de día o de noche.
Regresa a casa o podrías lamentarlo.- dijo ése misterioso hombre, colocando su pie izquierdo de rodillas y doblando levemente al otro, para estar un poco más a la medida de ésa niña.
Esmeralda que solía temerle a las personas, no se sintió así con ése hombre y fruncio el ceño.
-Yo no tengo casa, ya no.
El señor lobo es un tonto y quiere que dejemos nuestra casa para ir a una nueva, en el pueblo.- exclamó la pequeña.
Ése día, Terence le dijo que como ella tendría que ir a la escuela, lo conveniente era vivir en el pueblo humano y a pesar de que ella se negó, él le dijo que no le pidió su opinión y lo iban a hacer, haciendo que ella se enojé y huya.
Las personas eran aterradoras, no quería vivir en un pueblo, repleto de ellos.
-¿El señor qué?- pregunto ése misterioso hombre con su ceño fruncido.
La pequeña lo miró con sorpresa y se señaló, dándose cuenta de que ése hombre no sabía de quien hablaba.
-El señor lobo es quien me cuida y yo lo llamó así por que no me deja que lo llamé por su nombre, el cual no puedo pronunciar bien.
También es quien me dio mi nombre, Esmeralda.- explicó la pequeña sobre la persona que hablaba.
El hombre la miró con sorpresa por un instante antes de sonreír de costado, pero por el rostro del hombre parecía ser una sonrisa algo siniestra.
-¿Terence te cuida, a ti, una niña humana y hasta le dio un nombre?- pregunto el hombre con burla.
Esmeralda al oír el nombre del señor lobo, se sorprendió y se puso de rodillas para ver más de cerca a ése hombre.
Ahora que se daba cuenta, sus ojos se parecían a los del señor lobo cuando se enojaba.
¿Será ésa persona un lobo también?
-¿Conoce al señor lobo?- pregunto la rubia con curiosidad.
Terence no tenía buen carácter y parecía disfrutar de estar sólo, así que no creyó que tuviese un amigo.
-Digamos que somos hermanos, con la diferencia de que él es un marginado y yo un líder.- respondió ésa persona, intentando verse amable pero su mirada daba miedo, cosa que Esmeralda no parecía darle importancia.
-¿Un líder? ¿Entonces usted es un príncipe?- pregunto la pequeña con entusiasmo.
Su madre le solía contar historias sobre grandes príncipes apuestos y valientes, pero nunca creyó conocer a uno.
-No, más bien soy un rey, pero no hablemos de mi, más bien dime, ¿en verdad crees qué Terence esta haciendo mal al querer que vivas cerca de los tuyos, considerando lo difícil que le debe ser hacer éso, siendo él alguien tan amargado que le gusta ser un lobo solitario?- pregunto el hombre, sin borrar ésa sonrisa aterradora.
Esmeralda agachó la mirada y lo pensó mejor.
Era verdad, Terence debía estar tomando una decisión sumamente difícil para él, sólo por el bien de ella.
Las personas podían ser malas y manipuladoras, pero no todos lo son y algunos lo son por no saber que éso es algo malo, además, lo quiera o no, ella es y siempre será una humana.
El hombre le extendió su mano derecha y Esmeralda levantó la mirada para volver a mirarlo, aún sonriendo de manera aterradora.
-Sí en verdad crees que Terence comete un error, puedes venir conmigo.
Tengo un hijo de tu misma edad y cuando crezcan, puedes un día ser reina y mientras tanto vivir como una princesa.- propuso el hombre.
Esmeralda se puso de pie mientras agarraba su pequeña canasta y colocaba su peluche en el interior, antes de volver a ver al hombre.
-No, gracias por la oferta pero no puedo negar lo que soy; soy una humana y no un lobo, tengo que aprender a vivir con los míos y sí el señor Telence me quiere ayudar, no me puedo negar.- aclaró la rubia, ya un poco más calmada por la decisión que tomó el lobo.
El hombre misterioso dejó de sonreír y cerró ésa mano que tenía abierta, mientras frunica el ceño.
¿Ésa humana no sólo no le tenía miedo, también se negaba a una oferta tan única que él mismo le propuso?
Éso era algo impermeable y el precio a pagar era con sangre.
-Gracias por hablar conmigo, con el señor lobo es difícil hablar aveces.- dijo Esmeralda, sacando una manzana para extendersela a ése buen hombre que la ayudó.
El adulto al ver ésa manzana que le era extendida, perdió su enojo y la miró con confusión.
¿Una humana le estaba dando un obsequio a él, como muestra de gratitud por sólo hablar?
Agarrando la manzana, la miró por unos segundos antes de volver a ver a ésa rara niña humana que le sonreía levemente.
-Muchas gracias por todo, debo volver con el señor lobo y le recomiendo que se vaya antes de que se dé cuenta de que estuvo por aquí ya que no se lleva bien con otros lobos.- dijo la pequeña antes de darse media vuelta e irse de manera tranquila.
El hombre vio como ésa niña se alejaba de manera tranquila y sin tener siquiera un poco de miedo y sonrió antes de darle una mordida a ésa manzana.