La hija del lobo feroz

Te quiero

La lluvia, el momento donde en el pasado, para Esmeralda marcaba malos momentos pero que ahora marcaban buenos momentos, pero ¿y sí las cosas volvían a ser como antes?

No lo iba a negar, ella tuvo ése pensamientos muchas veces, teniendo miedo de que todos ésos agradables momentos que había logrado, se derrumben cuando menos lo esperé.

El señor lobo dijo que la cuidaria, dijo que ahora era su padre y siempre la protegeria, pero no era la primera vez que le decían algo así, ésa mala mujer una vez se lo dijo con una sonrisa antes de arrebatarle su ojo, su madre se lo dijo y terminaron siendo separadas por malas personas que la querían lastimar.

¿Por qué Terence sería la excepción y en verdad cumpliría lo que dijo?

Sabía que al crecer uno no tenía que esperar nada de los demás y tenía que cuidarse por ella misma, pero ahora sólo era una niña, débil, asustada, traumada y que hasta no hace mucho, había renunciado a sus ganas de vivir.

Una pobre niña abandonada a la que todos odiaban, con excepción de una persona y un lobo, un lobo que ése día también la abandonó.

-¡Señor lobo, salveme!

Gritaba Esmeralda mientras corría por una gran ciudad, mientras la lluvia fría no era problema para ella, sólo huía de ésas malas personas.

-¡Atrapen al monstruo!

Los gritos de una muchedumbre enojada se oían, yendo tras ella, a acabar con su vida.

La pequeña corría y corría, pero no importaba cuanto lo intenté, su cuerpo era pequeño, no era rápida como un adulto y sus piernas ya no daban más.

En una parte de tierra, donde el barro se había acumulado, la pequeña resbalando, cayendo a varios metros.

Intentó ponerse de pie pero sus piernas ya no daban más, no le respondían para seguir huyendo.

Estaba sucia con barro, mojada por la lluvia y aterrada.

Volteo y vio como ésa mala mujer rubia que una vez creyó que era su madre, se acercaba a ella, dirigiendo a una muchedumbre, sedienta de sangre, su sangre.

En ése momento, Esmeralda abrió sus ojos al máximo y se encontró en su cama, sudando, agitada y sola.

Todo había sido una pesadilla.

Sentándose en la cama, miró hacía la ventana donde la luz de la luna era su única iluminación y empezó a hacer puchero.

-Sniff... ¿por qué... no puedo olvidar lo que no quiero recordar?... Sniff... yo no hice nada malo, no pedí nacer, ¿por qué me odian sin saber yo el motivo?... Sniff.

Su pasado, por más que lo quiera olvidar, por más que quiera fingir que estaba bien, era todo una mentira, sólo fingia ser fuerte para no preocupar a los demás, para que no la abandonen otra vez.

-¡Señor lobo!- con fuerza y entre llantos, llamó a quien le cuidaba a ella.

Quería ser una buena niña y no mostrar su dolor, pero no era tan fuerte.

No quería que el lobo la odié, pero tenía miedo.

La puerta de la habitación, pronto fue abierta y se asomó el dueño de la casa, alterado.

-¡¿Qué pasa?! ¡¿Algún mocoso del pueblo te vino a ver a estás horas?!- pregunto Terence, asustado.

Esmeralda detuvo su llanto, pero sin dejar de llorar levemente, vio como el hombre tenía sus orejas y su cola de lobo, mientras que todos lo demás se seguía siendo de un humano.

Sí no fuese por estar llorando, en ése momento reiria.

El lobo con forma humanoide, miró alrededor de la habitación, viendo que no sucedía nada, que solo estaba Esmeralda, sentada en la cama, llorando y con su peluche en el suelo.

-Sí me llegas a decir que me llamaste de ésa forma por tu tonto peluche, lo decapitare aquí mismo.- exclamó el rubio, acercándose a la pequeña mientras volvía a su forma completa de humano.

Creyó que era algo malo pasaba, pero la veía bien.

Esmeralda, agachó la cabeza con algo de miedo.

Ahora que él estaba, se tranquilizó, pero no le podía contar lo que sucedía o también la iba a odiar.

-Ya dime, ¿qué sucede?- pregunto el hombre, levantando el peluche y dandoselo a la pequeña que lo agarró y lo abrazo.

Los segundos pasaron y no hubo respuesta por parte de Esmeralda, dándose cuenta Terence de lo que sucedía y se sentó en la cama mientras daba un suspiro profundo.

-¿Tuviste una pesadilla?
No te preocupes, supongo que es normal que las tontas crías humanas se asusten luego de éso, así que por está vez, no me voy a enojar.- aclaró el rubio con un tono de voz suave mientras llevaba una mano encima de la cabeza de la niña.

Esmeralda al sentir el suave tacto sobre su cabeza, abrió sus ojos con sorpresa.

¿Por qué era amable con ella?

¿Por qué no le gritaba que era un estorbo?

¿Por qué todavía no la odiaba como todos los demás?

-¿Por qué se preocupa por mí?- pregunto la rubia, levantando la mirada para ver al hombre.

Terence al oír tal pregunta, quitó su mano de encima de la cabeza de ella y miró hacía otro lado.

¡¿Por qué ésa niña le hacía una pregunta tan obvia?!

Decirle que la quiere era algo sumamente vergonzoso y un gran daño para su orgullo, así que no lo podía decir tan fácilmente.

-Yo... supongo que eres entretenida y no me disgusta del todo tu compañía, por éso decidí concederte el gran honor de ser llamada mi hija.
Además no me puedo enojar contigo por que me burlare de ti por un largo tiempo por ser una llorona que se asusta por una simple pesadilla.- respondió el lobo con forma humanoide, con una sonrisa burlona.

Esmeralda lo miró con seriedad, entendiendo todo.

Básicamente, la respuesta fue "te quiero y me preocupó por ti, pero como mi orgullo es más grande que mi ego, te digo esto."

El señor lobo podía ser tan poco honesto y la vez, tan fácil de leer en ése punto.

Bueno, quizás ella también tenía la culpa en éso por no actuar como una niña de su edad, la mayor parte del tiempo... además, quizás también adquirió algo de orgullo debido a ése hombre lobo.

Dando un suspiro, se puso de rodillas en la cama y abrazo al hombre, quien levantó los brazos y miró a ésa niña, con sorpresa y confundido.



#11550 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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