"Hace años, un apuesto hombre que decía ser un noble, llegó a un pequeño pueblo donde vivía gente muy amable pero temerosa de lo desconocido.
Ése hombre supuestamente estaba en ése lugar para tomar unas pequeñas vacaciones, confiando la gente del pueblo en él, sobre todo una mujer, una bella mujer rubia que era hija de una familia con un pequeño negocio de zapatos, del cual estaban orgullosos.
Algo que no debe suceder nunca es que una chica de pueblo, se enamoré de un noble ya que era algo imposible, pero éso no le importó a aquélla inocente mujer rubia que cayó perdidamente enamorada de ése noble, quien le correspondió y le prometió que un día, la llevaría con él y se casarian, cosa que ella creyó sin dudar.
Los días pasaron y el noble tuvo que regresar a casa, con la promesa de que volvería por su amada, pero nunca lo hizo.
Los días pasaron y la paz que siempre había en ése pueblo, acabo y fue atacada por unos soldados que casi lo destruyen todo, soldados que fueron mandandos a atacar ése pueblo por la esposa del noble que ellos habían recibido, un ataque que fue una advertencia para que nadie nunca más se acerque a su marido.
El pueblo, humilde y trabajador, tras ése ataque sufrió pérdidas muy grandes, perdiéndose varias vidas y destruyendose casi todas las casas.
Las personas decidieron seguir adelante, pero lo que ellos ni nadie sabía, era que aquella mujer rubia que perdió el amor y la confianza, estaba esperando una hija con ése hombre.
El tiempo pasó y la verdad salió a la luz, por nacer ésa niña, una niña a la que todos repudiaron, una niña que no tenía la culpa de nada y que ni siquiera sabía lo que sucedió, una niña que hasta su propia madre odiaba.
La mujer era vista con repulsión por el simple hecho de tener a la hija de ése hombre, viva.
Los maltratos iban u venían hacía ésa niña que creció llena de miedos, odida por su propia madre quien era violenta con ella.
Un día, la niña que había estado encerrada en el sótano, su habitación, sintió como su madre por fín abría la puerta para ella luego de varios días, pero ése fue el peor día de todos para ella, fue el día en que su propia madre le arrebató un ojo, la hizo sufrir y luego la vendió a unos soldados para nunca volver a verla.
Aquel día, el pueblo celebró el hecho de que su "monstruo" por fín se fue, aquel día, la niña fue llevada a un lugar cruel, un lugar cruel y aterrador, donde conoció a una mujer a quien ella consideró como su verdadera madre.
Las cosas seguían siendo difíciles, pero ahora la niña tenía más fuerzas ya que por fín sabía lo que se sentía ser querida, por fín conocía el verdadero amor de una madre... madre que quiso que huya de ése horrible lugar, madre de la que fue separada, perdiendo toda ganas de vivir, pero pérdida en el bosque, ella se encontró con un feo y maloliente lobo que le brindó su cuidado."
Finalizó Esmeralda de contar su historia, lista para recibir un gritó o golpe como castigo por lo último que dijo, pero no recibió nada, sólo miró al lobo con forma humanoide que estaba de brazos cruzados y sus ojos cerrados.
-¿Señor lobo?
Y la rubia se sintió algo preocupada por el hombre que estaba sentado a su lado.
¿Fue su historia muy larga y él se aburrió?
Intentó hacer una síntesis para no aburrirlo.
-El nombre de ése... hombre, ¿cuál es?- pregunto Terence sin abrir sus ojos e intentando no exponer su sed de sangre.
Todos debían pagar, no quedando excluido ése hombre, después de todo, él conocía a gran parte de los nobles y vaya que no le molestaba acabar con uno.
-No lo sé, de hecho ni siquiera sé sí... mi "padre", en verdad era un noble, sólo lo digo por ser los rumores que más oía, había otros rumores que decían que mi padre era un traidor, un brujo, un espía y otras cosas, pero ése era el que más oía las pocas veces que salía.- explicó la rubia, moviendo sus pies que no tocaban el suelo por estar sentada en el sofá.
Era raro pero no odiaba a ésas personas, sólo les tenía miedo.
-¿Nombre del pueblo?- pregunto el rubio.
Esmeralda, miró al hombre y fruncio el ceño al ver que él tenía sus garras visibles.
-Señor lobo, usted me prometió que no les haría nada.- dijo la pequeña, recordando la promesa que le hizo el hombre antes de contarle ella una parte de su historia.
El ojiazul, asintió con la cabeza, sin abrir los ojos y completamente calmado.
Recordaba el aroma de ésa mujer, así que luego la iría a buscar, pero primero lo primero, a encontrar una niñera para que cuide a Esmeralda mientras él está fura.
¿Será qué tardaría mucho en destruir ése pueblo?
Se supone que debía pasar desapercibido pero últimamente pasaban cosas muy locas, así que nadie se daría cuenta de que masacro a un tonto pueblo con sus propias manos.
-¿Y usted? ¿No tiene alguna historia que contarme?- pregunto la pequeña con curiosidad.
Al principio no le importaba, pero entre más tiempo pasaba, más curiosidad le daba conocer más sobre ése misterioso y solitario lobo.
¿Por qué estaba sólo?
¿Por qué su madre es una bruja?
¿Por qué no vive con los que son como él?
¿Por qué se hacía llamar el rey cuando ella conoció a otro que dijo ser el rey de los lobos?
Ésas y más preguntas surgían en ella.
-No, nada que decir, ahora vete a dormir que ya es tarde.- dijo el rubio, mientras estiraba sus brazos.
¿De qué manera sería más divertido torturar a ésos humanos?
-Pero no es ni medio día.- exclamó Esmeralda, confundida.
-¿Te lo pregunté?
Yo te dije que vayas a dormir y te vas a dormir que tengo que salir a hacer algo muy importante.- dijo el hombre, colocándose de pie.
Listo, ya pensó en los métodos de tortura, ahora sólo debía encontrar una niñera para que cuide a Esmeralda... sería difícil ya que ella no se acostumbra del todo a los humanos, sobretodo a los adultos.