La hija del lobo feroz

Cumpla su promesa

Terence iba caminando por el bosque, listo para adquirir su forma de lobo en un lugar donde nadie lo viese, pero todavía no lo hacía al no estar tan lejos del pueblo y por sentir a alguien que lo seguía.

-Mocosa, ya sé que me estás siguiendo.- dijo el lobo con humanoide, volteando, muy enojado.

De detrás de un árbol, salió una nerviosa Esmeralda, con su mirada gacha y con sus manos detrás de su espalda.

-¿A dónde vamos?- pregunto de manera inocente, mientras levantaba la mirada hacia el hombre.

Terence, cerró sus ojos, conteniendo su enojó.

Debía admitir que era elogiable el hecho de que ella sea capaz de moverse sin ser vista ni oidas, pero a la vez le molestaba que crea que alguien puede seguirlo sin él oírla o sentir su aroma.

-Regresa a casa, ahora.- ordenó, intentando mantener su poco control.

La rubia, miró a otro lado, disgusta antes de volver a mirarlo.

-¿Va a buscar un regalo para mí?- pregunto, volviendo a poner cara de inocente.

El rubio, fruncio el ceño mientras abría sus ojos, pero decidió sonreír, de manera falsa.

-Sí, así es, me atrapaste.
Ahora sé una buena niña y regresa a casa mientras voy por tu regalo.- dijo con una sonrisa que le causaría miedo a cualquier niño.

La pequeña, dio un par de pasos para acercarse a su tutor.

-Es mejor que vaya con usted para asegurarme de que sea un bonito regalo.- dijo mientras sonreía.

-Es una sorpresa.- dijo el hombre.

-No me gustan las sorpresas.- exclamó la niña.

El hombre, luego de tanto tiempo, la miró con enojó mientras sus ojos se tornaban dorados.

-Regresa a casa, ahora.ordenó, ya sin paciencia.

Ésa niña sabía muy bien lo que él estaba por hacer y estaba fingiendo de manera inocente, que no se vaya a acabar con las vidas de unos parásitos que no merecen existir.

-Usted me prometió que no haría nada malo.- dijo la ojiazul, poniéndose seria.

Antes de contarle su historia, el señor lobo le prometió que no haría nada malo, así que debía cumplirla.

-¡¿Por qué te preocupas por ésa gente que no merece vivir?!- gritó el hombre, apoyando una mano sobre un árbol, mientras sus garras aparecían.

Prometió no hacer nada malo, pero lo que haría sería algo bueno, por tener que deshacerse de escorias.

-Nadie tiene derecho a arrebatar la vida de otro.- dijo Esmeralda, haciendo frente al hombre, sin tenerle miedo alguno, como siempre.

Terence, buscó hacer lo posible para calmarse, volviendo a su forma humana mientras apoyaba su mano derecha sobre su frente.

Creía cuervos y te sacarán los ojos.
Cuida a una humana y te causará dolores.

-¿Dónde está la incompetente humana que te cuida, que te dejó seguirme?- pregunto el ojiazul, recordando que ésa mujer dijo que se haría cargo de Esmeralda.

Éso le pasa por confiar en una humana, sólo por ser capaz de lidiar con Esmeralda.

-¿Mami? Metí un siervo a la cocina y lo estaba intentando sacar.- respondió la pequeña, sin darle mucha importancia.

Terence, abrió sus ojos al máximo al oír tal cosa.

-¿Cómo rayos metes un...

El hombre dejó de hablar y dio un suspiro profundo.

Esmeralda era tranquila comparada con todos los demás niños humanos, pero cuando quería, era la peor de todas, sin esfuerzo alguno.

-Esmeralda, cuando seas adulta entenderas porque hago lo que haré, ahora regresa a casa.- volvió a ordenar, señalando en dirección de su casa.

La pequeña, al ver que el hombre no estaba dispuesto a rendirse, decidió usar su arma secreta.

Con cuidado, se sentó en el pasto, para luego acostarse, con sus brazos extendidos.

-¡Pero que... ¡Levantate!- gritó el rubio, enojado.

-No, no me voy a levantar de aquí hasta que el señor lobo cumpla su promesa.- dijo la pequeña, cerrado su ojo, con el plan de llevar ésa rabieta hasta lograr su objetivo.

-¿En verdad crees que éso sirve conmigo?- pregunto el lobo con humanoide, con mirada siniestra.

La pequeña, se cruzó de brazos y le dio la espalda, sin levantarse.

-Mira mocosa, te pones de pie y regresas a casa ahora mismo o te enseñaré lo que es la disciplina.- exclamó el rubio, con su ceño fruncido.

Para que una niña desobediente aprenda a obedecer, sólo había una manera de enseñarle sí no podía con advertencias.

Esmeralda, lo miró de costado, con seriedad.

-¿Cómo adulto responsable que quiere criarme para que sea una buena mujer, no debería cumplir sus promesas en lugar de querer lastimar a una indefensa niña desdichada?- pregunto la pequeña.

Terence, se sintió tan enojado y humillado por la verdad que estaba diciendo ésa cría humana.

Seguro era culpa de la humana a la que ella consideraba como a su madre quien le enseñó a decir... ésas verdades, no él.

Él sólo quería que ella sepa que su palabra es la última, pero ella siempre le hacía frente, no apreciando su vida.

-Por esta vez, tu ganas, pero recuerda que te advertí que no es una buena decisión dejar vivos a ésos humanos, sobretodo a la mujer que te dio a luz.- dijo Terence, agotado.

Esmeralda, sonriendo victoriosa, se puso de pie y tomó la mano del hombre.

-¡Genial! Regesemos a casa.- dijo la alegré niña, llevando al muy humillado y enojado hombre.

Terence perdió ésa discusión y se sintió muy humillado por ésa niña humana, pero pudo reír al último ya que Ruby se enojó tanto con Esmeralda por meter un siervo a casa, tanto así que ella se puso a llorar mientras se disculpaba por ser una niña traviesa.

La justicia divina era tan asombrosa.
.

.
En otra parte.

El leñador del pueblo, veía a sus compañeros que logró reunir antes de mirar a la mujer rubia que pidió su ayuda contra el temible lobo.

-Pronto mi señora, ése lobo pronto pagará por el dolor que le causó a usted y otras tantas personas.- dijo el hombre mientras la rubia sonreía agradecida.



#1194 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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