La hija del lobo feroz

¿Cuándo es tu cumpleaños?

Era la hora de almorzar y Terence comía junto a Esmeralda y la nueva empleada, Ruby, a quien permitía comer con ellos.

-¿Todavía no te gustan las zanahorias?- preguntó el lobo con forma humanoide, viendo como la pequeña había separado las zanahorias de las demás cosas de su plato.

La primera vez que Esmeralda comió zanahoria, la vio hasta lagrimear, pero aún así comió lo que tenía en la boca y dejó lo demás.

Realmente no le dio importancia ya que todo el mundo puede tener algo que no le gusta comer, por lo que dejó de comprar zanahorias, pero al parecer ésa mujer humana volvió a comprarlas y las ponía en la comida.

-¿Qué?- preguntó la pelirroja, levantando la mirada en dirección de Esmeralda.

La pequeña, se estremeció asustada al oír la voz seria de su madre y miró al hombre, buscando su ayuda.

-Bueno, ella suele hacer las zanahorias a un lado y no las come, dice que saben a plástico.- explicó el rubio, sin darle mucha importancia mientras comía tranquilamente.

Ésa humana cocinaba bien, pero él le ganaba.

-¿Es éso así? ¿Eres delicada con la comida?- preguntó la mujer, mirando a la niña.

Esmeralda, miró a todos lados, muy asustada y luego a su madre, para negar con la cabeza.

-¡No! Yo... dejo lo más rico para el final.- mintió la pequeña, aterrada por la mirada severa de la mujer.

-¿Entonces la vas a comer?- preguntó Terence, mirándola con asombro.

¿De éso era capaz una madre? Genial.

-S-si, me gustan las zanahorias.- dijo la rubia, comiendo uno de los pedazos de zanahorias.

Terence, vio fijamente como Esmeralda masticaba lentamente, haciendo pucherito y con sus ojos llorosos.

-Que sabroso gusto... a plástico.- susurro Esmeralda, con voz chillona.

Luego iría a cepillarse bien los dientes para olvidar ése feo sabor.

-No lo tienes que comer si no te gusta.- dijo el hombre, con una leve sonrisa burlona.

Ver a Esmeralda tan obediente sólo para no decepcionar a ésa mujer humana, era divertido.

-En verdad me gusta, señor lobo.- exclamó la pequeña, mirando al lobo con forma humanoide.

Su mami tenía que ver que ella era una niña buena y ejemplar, y se comía todas sus verduras.

-No la debe consentir tanto.- dijo Ruby, mirando con seriedad a su jefe.

Estaba fingiendo ser amable para no meterse en problemas con ése hombre, pero al parecer no era necesario, viendo que él parece no darle importancia a nada.

-¿En verdad ahora te gustan?- preguntó el rubio, con sonrisa burlona.

-Sí, son... ¡Sniff!... muy deliciosas.- dijo Esmeralda tras comer otro pedazo de zanahoria.

Por suerte, solo tenía que obligarse a comer tres más y su sufrimiento acababa.

-Genial, entonces ten las mías.
Yo si las odio.- dijo Terence, dándole sus zanahorias a la niña.

Y Esmeralda vio con el ojo en blanco, como de tres pedazos de zanahorias ahora tenía ocho.

-G... gracias.- dijo la niña, moviendo los pedazos de zanahorias con su tenedor, desanimado.

Creyó que el señor lobo la quería, pero ahora comprobó que todo fue sólo una ilusión.

Ruby, miró al rubio con el ceño fruncido, mientras el hombre se encogia de hombros.

-¿Qué? Es divertido para mi.- exclamó con honestidad.

Era divertido molestar a Esmeralda de vez en cuando, no lo iba a negar.
.

.
Horas después.

Terence veía fijamente como ésa mujer humana desempolvaba los muebles con el plumero.

Ésa mujer era a la que Esmeralda consideraba como a su verdadera madre, así que debía saber cosas de ella que ni él sabe, ¿verdad?

-Oye, humana.- llamó el rubio.

La mujer, se quedó quieta por unos segundos y luego volteo a ver al hombre, con su ceño fruncido.

-¿Qué quieres, canino?- preguntó de manera un tanto altanera.

El rubio, tuvo un leve tic en el ojo por la manera en la que fue llamado, pero decidió ignorarlo por ésa ocasión.

-Esmeralda tiene un cumpleaños, ¿verdad?
Los hombres bestias ignoramos ésas tontería la mayor parte del tiempo, pero creo que los humanos le dan importancia a éso, ¿no?- preguntó, un poco curioso.

No recordaba si se lo preguntó a Esmeralda alguna vez, pero estaba algo aburrido y quería conocer un poco más a ésa mujer.

Con lo rara que es Esmeralda, quería ver si ella era peor.

-No sé cuando es el cumpleaños de ella.- respondió la mujer de manera directa.

-¿Cómo que no sabes? Eres una madre terrible.- dijo el lobo con forma humanoide, con enojó.

¿Qué clase de madre no conoce el cumpleaños de su hija?

Su madre aveces se olvidaba de su nombre, pero en su defensa, era una pésima tutora y más que ser cuidado, la tenía que cuidar él.

-Mire, yo la cuide y me considera su madre, pero la única persona que debe saber su fecha de nacimiento, es su verdadera madre.- exclamó la pelirroja.

Terence, al pensar en ésa mujer que dio a luz a Esmeralda, fruncio el ceño.

Prefería no tener que buscar a ésa mujer para preguntarle algo tan tonto.

-¡Esmeralda, ven aquí!- gritó el rubio de la nada.

La mujer, se asustó un poco por el gritó repentino y fruncio el ceño.

-¿Qué manera de llamar a una niña es ésa?
Es un pésimo ejemplo.- exclamó mientras ponía sus manos en su cintura.

Ella aveces llamaba así a Esmeralda, pero en su defensa, es su madre y tenía todo el derecho.

Pronto, la pequeña asomó su cabeza por la entrada.

-¿Si?- preguntó la niña, algo asustada.

¿La iban a regañar por romper una de las plantas del patio?

Fue sin querer y creyó que había ocultado la evidencia.

-Oye, ¿sabes cuándo es tu cumpleaños?- preguntó el rubio de manera directa.

Si ésa mujer no lo sabía, seguramente la misma Esmeralda si lo haría.

-¿Mi qué?- preguntó la rubia, confundida.

-Cumpleaños.- respondió Terence.



#1194 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

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