Esmeralda se encontraba caminando por un lugar desolado, oscuro e invadido por neblina, pérdida.
-¿Mami?.. ¿Señor lobo?
Con cuidado, caminaba en ése aterrador lugar, buscando a uno de sus tutores.
-Señor lobo, si me oye, por favor, detenga a mi mami y no dejé que me asusté.- exclamó la pequeña.
Entre el lobo con forma humanoide y la mujer que la cuidó, le daba más miedo la mujer, por conocerla bien.
La pequeña oyó un raro ruido y se estremeció, dándose vuelta.
-¿Hola?
Llamó en espera de ver a alguien, mientras miraba hacía todos lados, buscando al causante del ruido, sin ver nada más que oscuridad y niebla.
Ahora que se daba cuenta, ¿cómo llegó a ése raro lugar y dónde estaba exactamente?
No recordaba nada y éso hacía que su miedo se intensifique.
¿La mujer mala triunfo al final y éso era obra suya?
-¿Esmeralda? ¿Qué haces aquí?
La niña, oyó una voz conocida y volteó, para ver a Terence y Ruby, mirándola con confusión.
La rubia sonrió alegré por verlos y se acercó corriendo, para darles un abrazo pero los atravesó, cayendo de rodillas, quedando confundida.
¿Qué estaba pasando?
-No deberías estar aquí, no todavía.- dijo el hombre, con seriedad.
La pequeña, sin ponerse de pie, volteó levemente el rostro para ver a ésas únicas personas que quería y la querían, para ver como lucían descontentos.
-¿Por qué no debería estar aquí?- preguntó con confusión mientras se ponía de pie.
¿Tenían una sorpresa para ella en un lugar tan raro?
-Quiero estar con ustedes, no quiero estar con nadie más.- dijo Esmeralda, acercándose a sus padres.
Los dos adultos, se miraron entre sí, como si les fuese difícil decirle algo.
¿Será qué ya no la querían más y la estaban abandonado?
-Querida, no debés estar aquí; regresa a casa.- dijo la mujer, con tristeza.
La niña, se asustó al oír éso.
¿Entonces en verdad ya no la querían?
¿Qué hizo mal?
¿Fue muy traviesa?
¿Se cansaron de ella?
Los dos adultos se dieron media vuelta y empezaron a irse, mientras la niña los veía alejarse.
No quería éso, no quería estar sola otra vez.
Corriendo donde ellos, se acercó antes de perderlos de vista.
-¡Por favor, no me dejen, les prometo que me portare bien, me comeré todas las verduras, no pediré nunca nada y siempre voy a obedecer, pero no me dejen!- gritó, corriendo hacía ellos pero parecía no poder alcanzarlos, sólo parecía estar alejándose más.
¿Por qué se alejaba?
¿Por qué corría tan despacio?
¿Por qué la odiaban?
Terence, volteó el rostro levemente por unos segundos para verla, con tristeza.
-No perteneces aquí porque estás viva y nosotros muertos.
Morimos por tu culpa.- exclamó el hombre mientras la niña quedaba paralizada en su lugar, oyendo una y otra vez que era su culpa mientras oía la risa de ésa mala mujer.
¿Por su culpa, el señor lobo y su mami ya no estaban vivos?
Sí, todo, absolutamente todo era su culpa y de nadie más.
Todo se torno oscuro para Esmeralda, antes de abrir su ojo y respirar agitada.
La niña, se sentó en su cama, miró a todos lados, viendo muy poco ya que sólo entraba la luz de la luna y estrellas por una ventana abierta, viendo a su madre durmiendo a su lado.
Todo fue una pesadilla.
Sintiendo ganas de llorar, se contuvo y se puso de pie, llevando su peluche con ella.
Todo fue un mal sueño, nadie había muerto por su culpa ni lo haría.
Saliendo de su habitación, se dirigió a la habitación del dueño de la casa.
El señor lobo se enojaria mucho con ella si se pone a llorar por un sueño tonto, así que no lo debía hacer.
Llegando a la habitación del lobo con forma humanoide, abrió la puerta lentamente para verlo postrado en su cama, acostado boca arriba y con su torso vendado, vendas algo rojas en una parte por la sangre.
Hubiese deseado que éso también sea un mal sueño, pero era real.
Entrando a la habitación, cerró la puerta y se acercó al rubio.
Habitualmente, él tiene el sueño ligero y ya hubiese despertado, pero no lo hacía, seguía inconsciente.
Deteniendose a un costado de la cama, acercó su oso de peluche al hombre y lo acostó a su lado.
-Tenga, señor lobo, le prestó mi peluche por esta noche para que se sienta mejor.- dijo, sin poder dejar de ver al hombre que no reaccionaba.
Sintió un nudo en la garganta por no recibir un gritó de enojó como se supone que debía pasar, pero se contuvo y se abrazo a ella misma, suspirando.
-Hace mucho frío, ya le traeré más cosas para que se cubra.
Acercándose a un placard, donde el hombre tenía más abrigo para dormir, sacó una gran colcha con algo de dificultad y se acercó a la cama nuevamente mientras arrastraba gran parte de la colcha en el suelo.
Al estar a un costado de la cama, lanzó la colcha sobre el hombre y la acomodó un poco, dejándola bastante mal, pero para ella era el trabajo perfecto.
-Listo, ¿así está mejor?- preguntó, muy orgullosa por su trabajo, sin recibir respuesta.
Borrando su sonrisa, se vio triste y apoyo sus manos sobre el brazo izquierdo del hombre que era cubierto por las colchas.
-Terence, perro apestoso, perro pulgiento, tonto, perro tonto…
Llamando al rubio de diferentes maneras para hacerlo enojar, le movía su brazo para que reaccione, pero no pasaba nada.
Su cuerpo se sintió débil y empezó a temblar.
¿Y si por su culpa no volvía a despertar?