La hija del lobo feroz

Esmeralda y el niño lobo

En el bosque, no hay presa más fácil de capturar para un lobo, que una dulce niña indefensa que jugaba con las flores, de espalda.

Sigilosamente, perdiéndose el sonido de sus pasos en el aire, la bestia se acercó a ésa niña rubia que recogía flores, de cuclillas.

Preparando sus manos, abrió sus dedos mientras pequeñas garras surgían y en su boca, sus colmillos nacían.

No era algo personal, era la supervivencia del más fuerte, en ése caso, él.

Listo para atacar, la niña se volteó, viendo a un niño pelirrojo, con piel algo bronceada y ojos grises.

-Hola, soy Esmeralda.
¿Qué haces?- preguntó la pequeña, de manera inocente.

-Yo... soy un lobo feroz y te quiero devorar.- respondió el niño que sólo era un par de años mayor que la niña.

¿Fue descuidado?

No, no lo entendía pero ésa niña fue capaz de darse cuenta de su presencia, algo que no era nada usual en una persona común.

-¿Quieres jugar?- preguntó la rubia, colocándose de pie.

El niño la miró fijamente, no viendo señal de miedo en ésa niña de ojos azules, cabello rubio, con una caperuza roja, teniendo una tiara hecha de flores.

Era la primer humana que no le mostraba miedo alguno a él y no le gustaba.

-Oye, niña humana, deja de ignorar lo que te...

-Ve por la rama.- dijo la niña, lanzando una rama que había cerca, para luego ver con emoción a su compañero de juego.

El niño, la miró con un leve tic en el ojo, tan deseoso de acabar con ésa niña.

-¡No soy un perro!- gritó el pelirrojo, muy enojado.

Ésa niña humana era muy atrevida contra él, un orgullo lobo y éso no se lo permitiría.

-¿Entonces a qué te gustaría jugar?- preguntó Esmeralda, acercándose de manera curiosa a ése niño que retrocedió por la cercanía, mirando con nervios a ésa humana.

¿Qué clase de persona ve a alguien de su raza y no muestra una sola pizca de miedo?

-¿Qué no tienes alguien para jugar contigo?- preguntó el niño, empujando levemente a la niña para que se aleje.

Esmeralda, parpadeo un par de veces, pensando en una respuesta.

Ése niño le recordaba al señor lobo, pero en versión pequeña.

-No, tengo amigas, pero no me siento del todo cómoda ya que me dan miedo las personas.- respondió con honestidad.

El silencio gobernó por unos segundos, mientras se veían fijamente, no pudiendo el niño soportar más ése incómodo momento, desviando la mirada.

-Ésa... ésa cosa, mi madre también las hacía, cuando tenía tiempo para mi.- dijo el pelirrojo, señalando la tiara de flores que llevaba ella.

La pequeña, llevó una mano a su cabeza, no habiéndose dado cuenta hasta ahora que no tenía su capucha puesta, sino la tiara de flores que le hizo su madre.

-Mi mami es quien la hizo, pero puedo hacer uno para el niño lobo.- dijo la rubia, poniéndose de cuclillas y agarrando un par de flores que habían a su alrededor.

-No me digas así, mi nombre es...

El niño, que iba a presentarse, se callo al ver que ella parecía no darle atención, sólo se concentraba en las flores.

-Tienes suerte de que esté de humor, porque nadie me debe ignorar.- susurro el niño lobo, poniéndose de cuclillas con fastidio, viendo fijamente a ésa niña humana.

Antes ya tuvo la oportunidad de ver a otras niñas humanas, pero siempre le tenían miedo cuando descubrían que es un aterrador lobo, eran lloronas, ruidosas y querían ser el centro de atención, pero está vez era diferente, ésa humana era muy diferente.

Esmeralda, miró por un segundo al niño al sentir que la veía fijamente, viendo como tenía orejas como las de un lobo y una cola que movía de manera alegré, que prefirió ignorar y volver la vista al frente.

Haría como que no vio éso, ya que hasta el señor lobo era sensible con ése tema.

-¿Qué hace el niño lobo por aquí?- preguntó Esmeralda, sin levantar la mirada de su trabajo.

El señor lobo dice que si un niño se le acerca, lo debía golpear, su mami le decía que no hablé con extraños y su abuela le decía que debía buscar conversar con los demás para que el ambiente no sea tan incómodo.

Todos le daban consejos diferentes, pero algo le decía que era mejor tomar el concejo de su abuela en ésa ocasión.

-Déjame decirte niña, que en el lugar donde tu vives, un terrible lobo se oculta entre ustedes, para devorarlos a todos.- exclamó el niño, ignorando la pregunta y sonriendo de manera malvada.

Ahora ésa niña seguramente mostraría una expresión, la de espanto al descubrir tal cosa.

-¿Telence?- preguntó Esmeralda, sin darle mucha importancia a la conversación.

El de ojos grises, al oír ése nombre, fruncio el ceño, mientras regresaba completamente a su forma humana.

-¿Cómo sabes su nombre?- preguntó, curioso.

Se supone que ningún humano era capaz de conocer que el nombre del lobo más peligroso de todos, era Terence.

¿Cómo es que ésa niña humana lo sabía y no le daba importancia?

Hasta los lobos tenían miedo de oír el nombre de ése peligroso y aterrador lobo solitario.

-Listo.- dijo la pequeña, terminando la tiara de flores.

Volteando levemente para ver al niño, le puso la tiara de flores, con cuidado de no dañarla ya que no las podía hacer muy bien.

-Ahora te ves lindo.- exclamó Esmeralda, mostrando una leve sonrisa.

Según su abuela, si quería hacer amigos debía sonreír con más frecuencia.

El niño, se sintió incómodo al verla sonreír, colocándose de pie con su rostro ardiendo levemente.

-Ya que terminaste de jugar, supongo que cumpliste tu última voluntad y puedo acabar contigo.- exclamó el de ojos grises, sonriendo de manera malvada.

Era hora de acabar con la vida de ésa rara niña humana que parecía no apreciar su vida.

Dando un leve suspiro agotada, Esmeralda se puso de pie y limpió un poco su vestido.

-Supongo que sí.- dijo ella, de manera tranquila.



#1191 en Fantasía

En el texto hay: familia, lobo, padre e hija

Editado: 18.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.