La hija del mercader

Donde se hunden las monedas

Caranthir encontró a su hermano sentado en el borde de una pileta. Lo había visto allí desde la mañana y no se había movido un centímetro. Recolectaba monedas del fondo y las arrojaba de nuevo. Al parecer le gustaba el glu glu que hacían las monedas al hundirse. No se tenía que ser un genio para adivinar lo que le pasaba.

Se acercó en silencio y con delicadeza se sentó a su lado. Aboki retuvo la respiración un momento, pero después continuó su mecánica tarea. Antes de que se acabaran las monedas, Caranthir metió una mano en la fría agua y sacó un buen puñado de ellas. Las dejó al lado de su hermano y esperó. Aboki no dijo nada, lanzó la última de las suyas y entonces continuó con el nuevo puñado. Eso significaba que lo aceptaba.

Continuó así por otro largo rato. Caranthir se dedicó a mirar como las gotas salpicaban la cálida piedra, incluso metió los dedos para sentir el frío. Hoy era un día bonito. Las niñas jugaban en algún parque y Jarumi iba con ellas. Hoy era tranquilo, salvo por el dolor de su hermano.

—Ella nos descubrió —dijo desolado tras acabar el último puñado. Caranthir se agachó para sacar otro poco. Intentó no alarmarse, aunque quizá no hizo un gran trabajo. No podía imaginarse escapar de nuevo. No en un día tan bonito.

—¿Te ha visto? —preguntó sin poder imaginar qué tipo de situación llevaría a su hermano a exponerse.

Durante tantos años los culpables siempre fueron ellos: Niniel y él. Se retorció los dedos en espera de la respuesta. Su cuerpo le pedía a gritos que escapara, que tomara a sus hijos y se fueran.

—No, Cara. Peor. Ella lo sospecha. Me arrancó un cabello —para ilustrar su ejemplo arrancó uno de sus cabellos y éste se consumió entre sus dedos. Era un espectáculo interesante. Nunca había pasado. ¿Podría ser que Aboki haya bajado la guardia?

—¿Cómo ha podido pasar?

—Fue demasiado rápido, Cara. Ella solo lo hizo.

Aboki agarró con ira una pequeña piedra y la arrojó con mucha fuerza a la pileta. El conjunto de monedas al fondo flotó y se dispersó. Incluso una fisura se extendió por la piedra. Caranthir sujetó de la muñeca a su hermano.

—Entonces, ¿qué vas a hacer?

—Morir solo —respondió Aboki intentando liberarse de su agarre.

Eso era muy doloroso. Caranthir había sido ignorante de la soledad de su hermano. Creía que él era tan feliz como el resto. Después de todo eran una familia. Ahora que era consciente de su dolor, le dolía tanto como a él. Se sentía un mal hermano. Descuidando a su familia. Después de todo, era su culpa que Aboki hubiera terminado así. Soltó a su hermano y él mismo lanzó una de las monedas.

Entendía por qué había pasado todo el día haciendo eso. Había algo reconfortante hacerlo. Quizá fue el sonido al hundirse o que la moneda no hubiera llegado tan rápido al fondo lo que le hizo pensar. Así que dijo:

—Es una buena opción, pero dime, ¿se asustó mucho?

—¿Qué?

—Ella. ¿Ella se asustó?

Aboki se quedó pensativo. Sus dedos juguetearon por el borde y se agarraron a una piedra suelta que cayó al agua.

—No —dijo apenas en un susurro. —Yo fui quien se asustó

Ambos se miraron. Los hijos del Caos pocas veces se asustaban y menos de un humano. En los ojos de Aboki brillaba la vergüenza, pero no tanto como el miedo. Entonces Caranthir vio como algo se fraccionó. La defensa de su hermano caía en pedazos y en un parpadeo estaba entre sus brazos. Su respiración apresurada, sus palabras un torbellino.

—Estoy cansado, Cara. Cansado de huir y que nos odien. Yo tuve miedo. Tenía miedo de demostrar quién era. ¡¿En qué estaba pensando?!

Caranthir no sabía que responder. Él jamás tuvo que pasar por algo así. Niniel era como él y bueno sus hijas… sus hijas eran pequeñas aún. Pensándolo bien, él había sido muy egoísta. Jamás había pensado que Aboki tendría que revelarse a alguien extraño.

—No es tu culpa —dijo suavemente acariciándole su cabello —. No podrías mantener el secreto siempre.

—Estaré siempre solo, Cara.

—No, claro que no —. Aboki contuvo la respiración. Estaba atento a cualquier palabra —. Ella no te tiene miedo.

—¡No le dije quién era!

—Solo porque tú tuviste miedo.

—Porque sé que ella no me aceptará.

Su hermano se soltó y le quedó mirando. Sus ojos le preguntaban en silencio y le rogaban que fuera sincero.

—El mundo ha cambiado —dijo.

—No me engañe. Un siglo vivimos aquí y siempre tuvimos que huir. Un siglo de vida humana y no cambió. ¿Por qué hoy sería diferente?

—Porque ella no se asustó. ¿Qué te dijo antes de que te fueras?

—Que me quedara —respondió después de un largo rato.

Lentamente los ojos de Aboki se iluminaron y entendió algo. Caranthir se permitió sentir esperanza.

—¿Crees que lo soporte?

—Solo hay una manera de saberlo.

—¿Y si todo sale mal?

—Nos iremos juntos

Aboki se quedó un rato más callado, mirando la quietud de las aguas de la pileta. A veces lanzaba algún transeúnte alguna moneda cargada de algún deseo. Eso le dio a Cara una idea. Buscó en su bolsillo y sacó una moneda de oro.



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En el texto hay: fantasia épica, enemytolover, romantasy

Editado: 25.11.2025

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