—¿Te gustaría ir conmigo al baile? — preguntó Jesse Mcdowell.
Abigail vio de reojo como sus amigas cuchicheaban entre las bandejas de comida y se reían por lo bajini. Jesse se pasó la mano por su pierna y después se ajustó la chaqueta de capitán. Se había recuperado de la lesión y, pese haber dejado la cara de Scott echa un cristo, salió de rositas. A Abigail eso le resquemaba.
—Oye, lo siento, pero soy una de las organizadoras y no…
—Vamos, será divertido. Seguro que lo pasamos muy bien.
A Abigail no le gustó nada su tono de voz y se aguantó las ganas de mostrarlo con un atisbo de asco.
—No, pero gracias, de verdad.
Abigail cogió su bandeja y se alejó. Jesse la siguió por el comedor.
—Oye, espera, espera. Vamos, sé que no tienes pareja, ¿qué problema hay?
—Te dejo aquí la bandeja, Stefany —le dijo a una de las cocineras—. Mira, te lo agradezco pero no. Estoy segura de que encontrarás pareja.
Después quiso escaquearse hasta la biblioteca pero Jesse insistió:
—Vamos, Abby. No hay otra chica con la que quiera ir.
Abigail Baxter se quedó quieta en el pasillo y dijo:
—En ese caso tendrás que ir solo.
Se encogió de hombros y continuó su camino. Se sintió aliviada cuando vio que no la seguía. Ni en un millón de años iría con él, no sólo por lo que le hizo a Scott, es que sabía lo que hacía con las chicas, como se aprovechaba de ellas para tener sexo. De la mayoría de compañeras de clase, Abigail era una de las pocas vírgenes que quedaba, aunque a ella eso no le importaba. Había pensado en ello en alguna ocasión, y más desde que salía con Scott. Él también tenía ganas, Abigail lo había notado más de una vez, pero no lo habían hablado.
Abigail entró en la biblioteca, recorrió los estantes hasta que localizó a Scott. Dejó la mochila en el suelo, se sentó y se quedó de brazos cruzados.
—¿Qué te pasa? —preguntó él.
—Es ese estúpido baile. Ojalá pudiera ir contigo.
Hizo un mohín y lo miró fijamente. Scott se rió:
—¿Te has vuelto loca?
—Creo que no.
—Es la peor idea de la historia. Uno: Paso de ir a un baile. Dos: ¿Quieres que la gente sepa lo nuestro? Tres…
—Vale, vale, lo capto.
—¿Por qué no pasas de ir? Podemos ir a las recreativas, Morrison ha puesto nuevas máquinas. Y Ryan y Jack me preguntan por ti. Dicen que soy muy feo y que sólo me hablaban porque tú estabas cerca.
Abigail sonrió y se acercó un poco.
—No es cierto, erais amigos de antes. Y no eres tan feo.
—¿Ah, no?
—No estás nada mal.
Pasó los dedos por su ceja, dónde aún restaba un pequeño corte fruto de la pelea. Scott arrugó la nariz, un gesto que ella adoraba. Pasó las manos por su abundante cabello, y se quedaron un rato así, ensimismados uno con el otro. Abigail dejó que la tomara de la nuca y lo besó.
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—Bueno, ¿y cómo han ido las clases? —preguntó Blanche mientras le servía a ella y a su padre espaguetis con albóndigas—. ¿Ha pasado algo especial?
Abigail negó con la cabeza y miró a su madre con el ceño fruncido. Su padre, Jacob, hizo lo mismo.
—¿A qué viene ese tono? —preguntó Abigail.
—Oh, nada, nada —dijo antes de coger a Bitsy para sentarse—. Sólo es que hablé con Grace Mcdowell el otro día y bueno…
Grace Mcdowell era la madre de Jesse. Su madre la conocía porque estaban en el mismo club de lectura. Abigail rodó los ojos y pinchó una albóndiga con el tenedor con tanta fuerza que se espachurró. «Siempre se mete donde no la llaman».
—¿Es en serio, mamá? ¿Le pediste a su madre que Jesse me invitara al baile?
—¿Qué problema hay? —preguntó balanceando la cabeza—. Jesse Mcdowell es un buen chico.
—¿No forma parte del equipo de fútbol? —preguntó su padre.
—Mejor. Es el capitán —respondió Blanche con una enorme sonrisa—. Su padre es Logan Mcdowell, ¿lo recuerdas? Donó un cortacésped casi nuevo para la subasta de febrero.
—Oh, es cierto, una New Garden 2000 —dijo su padre—. Y dime, ¿vas a ir con su hijo al baile?
—No —respondió Abigail lo más cortante que pudo. Más incluso que aquel estúpido cortacésped.
—Bueno, puedes pensarlo —dijo Blanche.
—Ya. Me lo he pensado y la respuesta es que no.
—¿Entonces con quién irás?
—Con nadie.
—¿Vas a ir sola al baile de fin de curso? —preguntó su madre con una mano en su pecho—. Debe ser una broma.
—¿Y qué problema hay?