—Deberías alejarte de mí —lo deje de abrazar y volteó a verme.
Sus lágrimas se habían secado, pero, su tristeza aún inundaba en su persona. Y antes de pronunciar una palabra, Dylan Laker desapareció del lugar.
No dejaría que cayera en las tinieblas, no lo conocía del todo, pero sabía con certeza que era un buen chico. ¿Dios acaso me había puesto a este chico para ayudarlo? Pues al parecer sí. Y lo salvaría de sus problemas sin dudarlo.
***
Habían pasado tres días desde aquel acontecimiento; Dylan no había asistido al instituto. Observé su casa un par de veces a diferentes horas del día, y solo la señora Laker y la pequeña Sammy salían de casa. No había rastro alguno del pelinegro.
Sin embargo, por las noches miraba por medio de mis binoculares una luz que titilaba en el sótano de los Laker. Jamás había visto esa luz titilante hasta hace unos días. Tenía que tratarse de Dylan, estaba segura.
Y ahí me encontraba, enfrente de la pequeña ventana del sótano de la casa Laker. Era delgada por lo que no tendría obstáculos por atravesar aquel ventanal. Y en cuestión de minutos ya era una intrusa en aquella vivienda.
Y de pronto lo vi; vestido de pijama a cuadros, su cabello desordenado y sus manos sosteniendo un control de videojuegos. Sus ojos azules me observaron son asombro, y una sonrisa formé con mis labios.
Con Dylan Laker no había funcionado el ser tan directa y sincera, por lo que opte por empezar de cero. Y realizar nuevamente mi hipótesis.
—Me llamo Galehidrelle Jane ¿y tú? —le sonreí nuevamente y estreché mi mano.
Rio ante mis pasadas palabras.
—Dylan Laker —respondió a mi saludo.