—Dígame ¿Que desean?— digo. Veo a dos hombre con unos overoles blancos. No parecen policías. Bueno al principio siempre pienso que es eso. Pero Layla tienes que recordar, que nadie sabe dónde estás. Nadie conocía esta casa excepto tus padres, que ya no están contigo.
—Buscamos a...— saca un papel de su bolsillo— Layla West— ¿A mí? ¿Por qué me buscan a mí? No llevo ni una semana en Miami y ya ¡Me buscan a MÍ!
—Si soy yo, en ¿qué les puedo ayudar?— digo y esto es muy raro.
—Venimos de "Hawk", somos los que vamos arreglar su jardín— ¿Qué? Pero... ¡Yo nunca pedí ese servicio!
—Pero yo no pedí eso— camino hasta ellos.
—Venimos de parte del señor Anthony Freeman—ya me imaginaba que este idiota haría eso, entonces esta es la sorpresa.
Resoplo. Bueno tengo que verle el lado bueno de esto. Me van arreglar mi jardín sin pagar ningún centavo.
—Denme un minuto, voy a ver las llaves para abrirle la reja—corro adentro de la casa y cojo las llaves, salgo de nuevo y les abro la reja, ellos me sonríen.
Unos de los hombres salen. Camina hasta una mini vans blanca, veo que tiene una letra cursiva que dice: Hawk Y debajo de ellas: El mejor jardín lo tienes tú.
¡Cierto! Tengo que ir a salir a comprar los zapatos. Saco mi celular y veo la hora. Son cuarto para la cinco. Pero...
—Disculpen—uno de los dos hombre me mira— ¿demoraran mucho tiempo en arreglar el jardín?
El hombre de cabello castaño, da un vistazo al sector y me mira de nuevo.
—Para serle sincera si, en unos cuarenta minutos aproximadamente lo tendremos listo—resoplo, no puedo están tarde afuera, no por miedo si no es que tengo que levantarme temprano...
—Si necesita salir, no se preocupes por nosotros. Haremos nuestro trabajo, la estaremos esperando aquí—los miro a los dos y asiento. Corro hacia la casa y cojo las llaves, cierro la puerta bien.
—Gracias, no demorare mucho, vendré enseguida—cierro la reja y me subo al auto.
Llego al centro comercial bajo del auto y... ¿hice bien en dejar a dos extraño en mi casa?, resoplo. Tengo que pensar que sí. Mejor hago las comprar rápido y voy a ver mi casa. Entro a una tienda de calzado, comienzo a buscar. Encuentro unos que me enamoraron, unos Champions negro con blancos, camino hasta la cajera y los pagos. Salgo de la tienda. Mi celular comienza a sonar, ya me imagino quien tiene que ser. Lo sacó del bolsillo, veo pantalla y es... ¿La enfermera Ross?, y ahora que quiere. Me pongo un poco nerviosa y si ya ¿me encontraron? ¡No! No puedo pensar en eso.
Respiro profundo y cojo la llamada.
—Enfermera Ross, ahora que...
—Layla por Dios, ¿Dónde está? tu tía está preocupada— me interrumpe.
—Ya se lo dije lejos... no pienso decirles más, ya soy mayor y puedo vivir sola— digo lo más firme que puedo.
— ¡Layla, niña boba!— Mi tía— ¡¿Dónde estás?! Y ¡¿mi auto?!— me grita. Ruedo los ojos y resoplo. Su auto esta sí que es boba.
—Su auto ja... ya quisiera usted. Por ley es mío, está a mi nombre y el de mi hermano, ya soy mayor y voy por las cosas que me pertenece— digo furiosa.
—Pero mi casa no, Por favor ¿dónde viviré?— como siempre materialista, no la soporto. Todo quiere para ella, aun no entiendo ¿Por qué mis padres las pusieron para que ella nos cuide? Ni con ella mismo puede.
—Quédese con ella no importa, estoy harta de ti siempre con tus...— mejor me quedo callada.
— ¿Y tu hermano?, ¿está con él?— ¿Mi hermano?, ¿Qué paso con él?
—No ¿Dónde está?— le pregunto.
—Después de que tú te fueras él también se largó, así que Layla...—cuelgo. Ya no la puedo escuchar más o me a dar migraña. Saco la tapa del teléfono y Le quito el chip, lo rompo y lo desecho en bote de basura más cercano. Voy hasta una tienda de móviles y me compro un número nuevo. Ya no quiero saber más de esa vida.
Regreso al auto y meto la bolsa. Me subo y cierro la puerta con seguro. Me a recuesto al asiento, suspiro y comienzo a llorar.
—Miren quien está ahí, la becada. Sabes niñata aquí no se aceptamos los de tu clase— estoy sentada en mi aula, hace unos días recibí una paliza porque supieron que soy una becada y no tengo padres.
—uuhh...Mira Carla parece que quiere llorar— todas se ríen. Tengo la cabeza baja no las quiero ver. Les he cogido un miedo.
—Oye mírame cuando te hablo— me agarran del cabello y me obligan a mirarlas, son tres chicas que me molestan.
—Sabes que le hacemos a las personas como tú— dice Nai, es una de la más alta.
—No... Por... favor— digo tratando de suplicar, no quiero que me peguen.
— ¡Cállate!— me hala hasta afuera del aula.
— ¡No por favor!— grito, me halan del cabello y me llevan hasta el pasillo. Alcanzo a ver que los demás alumnos hacen un círculo alrededor mío. Eso les encanta verme sufrir.