Nací el 24 de octubre de 1987
Fui obligada a dejar de ver la luz del sol el 18 de febrero de 2002.
Crecí en un vecindario tranquilo, padres trabajadores, un hermano menor, buenas notas en la escuela. Puedo decir con toda seguridad que mi vida era la de cualquier adolescente común.
Estaba en la etapa de mi vida en la que solo tenía una meta trazada, llegar a formar parte del gran equipo de porrista que representaba al equipo de fútbol de mi escuela.
Solo tenía 15 años y lo único que podía pedirle a la vida era siempre tener el apoyo de mis padres y lograr terminar mi año como la primera de la clase. Quizás de lo único que puedo quejarme era de la falta de tiempo de mamá y papá para poder pasar tiempo conmigo y con mi hermano.
Regresando a mi gran meta de querer ser porrista, recuerdo que una semana antes de las pruebas para lograr entrar al equipo practique como nunca, solía hacerlo en el patio trasero de mi casa, casi siempre a la hora en la que papá y mamá regresaban para servir la cena, solían observarme por la ventana de la cocina y sonreírme.
Recuerdo aquel domingo ya faltando tan solo un día para mi prueba, a pesar de que mamá y papá tenían una parrillada organizada con algunos vecinos yo seguía enfocada en mi práctica,mientras papá y mamá compartían con la señora Mary y el señor Enrique, vecinos recientemente establecidos en la casa ubicada en la esquina y con la señora Esther y el señor robeth, nuestros vecinos de la casa de al lado desde que tengo memoria, yo seguía practicando al otro lado del jardín,sintiéndome un poco nerviosa pero al mismo tiempo dejando mis miedos escénicos atrás.
"Muy bien Jessica".
Escuche decir a mi madre para luego ser llenada de aplausos por parte de todos los presentes.
Aquel lunes, el día en el que se supone tenía toda mi agenda programada para cumplir mis propósitos, se convirtió en el peor día y en que jamás hubiese imaginado para mi.
Ese día mis padres salieron temprano de casa como casi siempre, corrieron en contra del reloj para llevar a mi hermano justo a tiempo para sus clases, mamá siempre solía dejarme mi desayuno listo sobre la mesa junto con algún mensaje escrito en un papel o un sticker. Cuando desperté logré encontrar las palabras:
"Buena Suerte"
Mamá, papa,jhon. Te amamos.
Sonreí y luego rápidamente comencé a desayunar. Al terminar y cuando ya estaba lista para irme caminando hacia la escuela, recordé que necesitaba toda la confianza posible así que decidí tomar ese hermoso mensaje y colocar en el bolsillo de mi pantalón, para así leerlo cada vez que me sintiera extraña.
Cerré la puerta principal y salí con mi mochila a paso acelerado para llegar rápido hacia la escuela, estaba tan concentrada en todo mi largo día y en mis pasos que cuando escuche la bocina del auto del vecino casi se me sale el corazón de un susto.
-¡Cielos! -
Dije para mi misma mientras recuperaba el ritmo normal de mi corazón.
-Jessica- lo escuche decir mientras habría la puerta de su auto para bajarse un poco y hablarme.
-Señor Robeth- respondí aún acelerada pero al mismo tiempo avergonzada - me ha asustado-
-te pido una enorme disculpa pequeña- dijo sonriente. -¿hoy es tu cosa de las porristas?
-Si señor- recorde rápidamente que tenía que seguir mi camino . - disculpe ya me debo ir-
-yo también voy saliendo a hacer unas cosas
-se sentó nuevamente adentro de su auto - te llevaré para que sea más rápido -
Sinceramente para ese momento me sentía tan atrasada con todo que pensé en que ese aventon me ayudaría mucho, así que solo sonrei un poco y fui rápidamente hacia su auto.
-¿cómo está la señora Esther? - intente hacer conversación una vez en el auto.
-ella está muy bien- me rompido con una gran sonrisa y luego apagó su auto. - ¿sabes? Ayer me hizo unas deliciosas galletas de avena y nos sobraron algunas, le diré que te las coloque en una bolsa para que te las lleves a la escuela-
-no se preocupe yo....
No me dejo finalizar la frase cuando ya había salido del auto y estaba entrando a su casa.
Espere unos minutos mientras el señor Robert traía las galletas, la verdad me estaba retrasando mucho.
-Jess ven - lo escuché gritar desde la puerta de su casa. - Esther quiere entregartelas personalmente -
Suspire un poco preocupas por la hora pero luego pensé en ir lo más rápido posible a la cocina y luego regresar corriendo al auto. Eran mis vecinos desde que tenía 2 años, eran como mis segundos padres asi que debía aceptar su bonita acción.
Me baje del auto y entré rápidamente a la casa, pensé que estaría en la sala esperando por mi pero no fue así.
-esta en la cocina - indicó el señor robeth señalandome aquella puerta que ya conocía muy bien
No recuerdo ni mucho menos sentí el momento en el que cerró la puerta principal, lo único que puedo recordar es a mi misma observando las paredes verdes de la cocina y preguntándome en donde estaba la señora que me entregaria las galletas, lo último que recuerdo fue el enorme dolor que sentí en mi cabeza repentinamente para luego caer al suelo ya en oscuridad.
Cuando desperte senti como mi cuerpo y mi cabeza al mismo tiempo me estaban matando, estaba boca abajo en la oscuridad, solo una pequeña ventana me daba la seguridad de que estaba en ático, intente gritar y no pude por la cinta que tenia en mi boca, mis brazos estaban amarrados con cinta y mis tobillos también, también me di cuenta de que mis pantalones y mi ropa interior estaban abajo.
¿Pero que había pasado?
¿Porque sentía algo mojado en mi cabeza acompañado de un gran y terrible dolor?
¿Porque me dolían tanto partes de mi cuerpo que aún yo no estaba lista para descubrir?
¿En donde estaba??
Todas esas preguntas comenzaron a rondar por mi cabeza, me atormentaron y me hicieron llorar de tanto miedo que sentía en aquel momento, sentía que mis gritos se ahogaban una y otra vez al intentar hacer que alguien me escuchara. Pero no logré nada.