La noche es oscura y fría. El viento sopla, provocándome escalofríos. Ajusto mi suéter y apresuro el paso. Algunas calles están alumbradas por farolas, pero hay unas esquinas o unos callejones que están muy oscuros. Ni loca me acerco a ellos. Aun me faltan unas cuadras para llegar a mi departamento, y todo porque soy una amiga genial. Me explico.
Bianca Rizzo tiene un novio, un idiota, y bueno, sus hermanos piensan igual que yo, así que normalmente hacen lo que sea para que ella no salga con él, como es en este caso, ya que ella quería ir hoy en la noche a quedarse en casa de su novio, pero los chicos decidieron esconder las llaves de su auto. Y la pobre de Bianca estuvo rogándome todo el día para que le diera mi auto, bueno, no es mío, es de mi vecina. No se lo iba a prestar porque vamos, en primer lugar, no me iba a meter en peleas de hermanos, ya lo hice una vez y no salió tan bien que digamos; y, en segundo lugar, no quería tener que ir caminando a mi departamento, como estoy haciendo ahora mismo.
-Vamos Elena, me la debes. ¿Quieres que te recuerde al chico del bar?
Sabía que me iría mal después, pero como soy yo y me encanta meterme en problemas pues bueno, ¿por qué no? Al final termine aceptando, se la debía. ¿Cómo hare con mi vecina? No tengo ni puta idea. Ya algo se me ocurrirá, supongo…
Lo bueno es que justo hoy fue mi último día antes de mis vacaciones de verano. Esta es la primera vez que tomo vacaciones, no es que Helen (mi jefa y casi madre) no me las hubiese ofrecido, de hecho lo hizo hasta cansarse, pero yo rechazaba cada una de sus ofertas, porque siendo sincera, no me gustaba estar sola, y además, yo amaba la cafetería, la amo, es como mi segundo hogar, le he tomado mucho cariño a las personas que ahí vienen, a la rutina y el peculiar olor de aquel lugar.
La única luz que ilumina esta calle empieza a parpadear, antes de que se apague completamente. Todo queda en oscuras, y apenas distingo las sombras de los edificios y árboles. Fantástico, me fascina la manera en que la desgracia persigue mi vida. Suspiro y acelero el paso. De repente escucho pasos detrás de mí, tenso cada musculo de mi cuerpo, pero sigo caminando, mientras disimuladamente meto mi mano en mi bolso, lista para sacar el aerosol de pimienta. Apresuro más mis pasos, escuchando como los pasos de atrás aceleran también. Más adelante hay un callejón oscuro, no sé qué hacer. La única manera de salir de esta calle oscura es pasar por el callejón, pero si paso por allá lo más probable es que mi seguidor logre acorralarme, digamos que mi condición física es nula.
-Elena, te dije que me esperaras dos cuadras atrás, niña apresurada –Alguien toma mi brazo, acercándome a su cuerpo. Me sobresalto tanto que por poco tiro mis cosas, estuve a punto de gritar, hasta que vi la cara de quien se me acerco. El pelirrojo de la cafetería. Lo miro confundida y un poco aterrada. ¿Qué demonios está haciendo?
Acerca más su cara a la mía, tanto que siento como nuestras respiraciones se mezclan, mi cuerpo se tensa aún más, si es que es posible.
-Hay dos chicos detrás de ti que te están siguiendo desde que te vi, solo sígueme la corriente. –Susurra.
Trago saliva sonoramente y hago todo mi esfuerzo por no voltear.
-Ven, vamos a casa, papa y el tío Ronald te esperan –Dice el en un tono de voz más alto.
Dejo que me guie a donde sea que vayamos. Aun así, tengo mi aerosol listo, por si trata de hacer algo malo o sobrepasarse conmigo. Seguimos avanzando hasta que vemos un Chevrolet Camaro amarillo, bastante lindo a mi parecer. Me detengo abruptamente, causando que el chico voltee a verme confundido.
-No voy a entrar ahí contigo –susurro.
Me mira incrédulo.
-Te estoy salvando de que posiblemente te violen, maten o te vendan al mercado negro. Quien sabe que cosas quieren hacer. ¿Y tú no quieres subirte a un maldito auto conmigo? ¿La persona que trata de ayudarte?
Entrecierro mis ojos, fulminándolo con la mirada. Tiene un maldito punto. Volteo los ojos y me acerco al auto, él sonríe con burla, viendo que accedo a subir al maldito auto.
Antes de si quiera poder pestañear, veo una sombra detrás de él, un hombre alto, que tiene un arma. Abro mis ojos como platos y siento como la sangre abandona mi cara. Pienso advertirle, pero antes de que pueda hacerlo siento un fuerte dolor en la parte trasera de mi cabeza. Caigo al suelo por el impacto y antes de cerrar mis ojos puedo ver como el hombre detrás del pelirrojo lo golpea con la parte trasera de su arma, tirándolo al suelo también, aunque él se desmaya inmediatamente. Mis parpados pesan y no aguanto más, los cierro, dejando que la oscuridad me consuma, al igual que el miedo.
Abro mis ojos lentamente, parpadeando, acostumbrándome a la poca luz del lugar. Siento como mi cabeza palpita del dolor. Hago una mueca. Trato de moverme, pero me doy cuenta de que estoy amarrada en una silla, las muñecas atadas en los brazos de la silla, y mis tobillos en cada pata de la silla, todos atados. Empiezo a asustarme, aun mas cuando no reconozco el lugar en el que estoy. Pienso gritar, pero tengo cinta pegada en mi boca, y aunque no la tuviese igual no pudiese gritar, pues mi garganta se encuentra seca y rasposa, no sé qué demonios tengo, pero estoy segura de que no es normal tener la garganta así de seca. Mi corazón martillea fuerte en mi pecho, por un segundo siento como si se saliese de mi pecho. Mi respiración se acelera y empiezo a sudar.