La Historia de Olivia

CAPÍTULO 3: Miedo

El chico desamarra mi mano derecha y yo giro la muñeca. Pongo una mueca de dolor. Duele, pero es soportable. Uso mi mano libre para desatar mi tobillo derecho, mientras el chico de ojos verdes desata mi otra mano, por ultimo desata mi otro tobillo. Sonrió, soy libre.

Me paro rápidamente, demasiado rápido. Me mareo y casi caigo, de no ser porque el desconocido me toma de la cintura. Me mira preocupado.

- ¿Estas bien? –Yo asiento, aunque no lo estoy.

No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero el hambre y la sed se hacen presente y me debilitan. Cierro mis ojos y el mareo se detiene. Empujo ligeramente a el chico de ojos verdes, el parece entender, ya que me suelta lentamente, asegurándose de que no caeré de nuevo.

-Estoy bien –Hablo con la garganta seca. Carraspeo. –¿Cómo salimos de aquí?

Quería alejarme lo más que pueda de este lugar. Volver a mi cafetería, con mis amigos y mi comida. Mi apreciada comida.

-Solo sígueme. El chico, que parece casi de mi edad, voltea y se acerca a la puerta. Me acerco rápidamente a él, es mi única opción para salir de aquí con vida.

Gira ligeramente a verme, antes de abrir la puerta.

-Quédate detrás de mí, no importa que pase. ¿De acuerdo? –Me susurra. Asiento.

Abre la puerta y alza su mano con el arma, apuntando en frente, listo para disparar. Me escondo detrás de su espalda y veo como sus músculos están tensados.

El camina y yo lo sigo, solo miro al piso, no me atrevo a mirar el lugar donde estoy, o si hay más hombres.

Pasamos por lo que parece un pasillo y escucho como se abre una puerta de metal, sé que quien la vio fu el chico de ojos verdes, así que me tranquilizo lo más que pueda, considerando la situación.

De pronto los músculos del chico se relajan y baja sus brazos.

- ¿Todo despejado? –Pregunta.

-Sí, aunque un maldito casi me rasguña con un cuchillo. ¿Dónde está la chica?

Alzo mi mirada confundida y saco solo la cabeza de mi escondite, reconociendo esa voz. Al poder ver quienes se encuentran en frente de mí no lo creo. A unos pasos están los otros chicos de la cafetería. El pelirrojo y el pelinegro. Quien hablo fue el pelirrojo, por eso reconocí su voz, ya que el otro no lo he escuchado hablar.

Tres pares de miradas se encuentran sobre mí, y yo me incómodo. Los dos chicos que acaban de verme, lo hacen sorprendidos, imagino que debido a mi cara golpeada.

Si esta fuese una ocasión más normal, como por ejemplo, estamos en un parque y estos chicos se me quedan mirando fijamente, o en un baño, o incluso lo hacen en un bar, pues de seguro les hubiese mirado lo más mal que puedo y me alejo de ellos. Pero claramente no estamos en ninguna de esas situaciones, así que como una cobarde lo único que hago es esconderme detrás del chico de ojos verdes. Escucho un par de pasos acercándose, aun así no levanto mi mirada.

-Dios, ¿estás bien? –Alguien alza mi barbilla, haciéndome mirarlo a los ojos. Es el pelirrojo. Otra vez esa mirada de lastima. Rápidamente vuelvo mi cabeza a otro lado, cerrando los ojos, aguantando mis lágrimas, odio que me vean llorando, me hace sentir débil. Aprieto mis manos en puños y respiro varias veces, aguantando los sollozos que amenazan con salir de mi boca.

-Solo quiero ir a casa –Digo con voz ronca. Aguantando el nudo que se forma en mi garganta.

Un mareo y dolor de cabeza repentino hizo que cerrara mis ojos fuertemente, tratando de alejar ambos síntomas, sin mucho éxito. El pelirrojo se da cuenta y me sostiene, antes de que me derrumbe en el suelo.

-Tenemos que sacarla de aquí, no le han dado nada de comer ni de beber. Y estoy seguro de que la drogaron con algo para mantenerla dormida. –Escucho que el morocho dice detrás de mí.

Repentinamente, pasos se escuchan, acercándose a la habitación en la que nos encontramos. Abro mis ojos, asustada.

Escucho a alguien maldecir. Dirijo mi mirada al pelinegro.

-Si no nos apuramos, va a ser imposible salir de aquí –Dice, y juro por la santa papaya que su voz ronca me dio unos escalofríos que ni estar en el polo norte me pudiese dar. QUE.JODIDAMENTE.SEXY.

Saca una botella con un líquido morado en ella. Frunzo el ceño confundida. ¿Qué está haciendo?

Mira a los otros dos y asiente. El pelirrojo me pone detrás de él. Entonces todo pasa demasiado rápido. El pelinegro lanza la botella con una fuerza descomunal hacia afuera de la habitación donde estamos. Suena el vidrio rompiéndose y de repente un humo empieza a aparecer. El pelirrojo me carga y me sube a sus hombros, cual saco de papas. No alcanzo a ver dónde nos dirigimos, solo escucho puertas abriéndose, pasos y maldiciones de quienes me imagino, son los que ayudaban a mis secuestradores.

Veo como avanzamos casi corriendo y me sorprende que el pelirrojo no se haya quejado por mi peso, ni haya bajado la velocidad en la que corre.

Lo que alcanzo a ver, debido a la posición en la que me encuentro, son los pies del pelirrojo, junto con su trasero (el desgraciado tiene más que yo), y baldosas gastadas y sucias, imagino que este lugar debe ser viejo.

Alzo mi cabeza, y veo al pelinegro lanzando disparos detrás de él, ralentizando a los hombres que nos siguen. El morocho me imagino que está delante de nosotros, verificando que no nos consigamos a un hombre de sorpresa.




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