31 de diciembre, solo horas faltaban para despedir el año, ese año que me trajo algo que jamás creí poder tener una segunda oportunidad de vivir.
Habían transcurrido muchos días desde el día de la graduación y el baile, nuevamente extrañaba esa aula de clase donde pase los mejores momentos de mi vida, aun me daba nostalgia recordar todo, a mis compañeros y cada una de las cosas que me traía cada día estar allí, todo había terminado una vez más mientras recordaba todo, no podía evitar que mis lágrimas fluyeran por mi rostro, como extrañaba todo de nuevo.
Los momentos con David siempre minimizaban cada tristeza, cada lágrima, eran únicos, salíamos a caminar por horas riendo sin cesar, jugando en medio de lluvias, tomados de las manos recorríamos esas calles de esa ciudad que era testigo de nuestro inmenso amor, ese que se desbordaba con solo mirarnos. Pero no todo era perfecto y no hablo de las discusiones, celos o peleas entre los dos, hablaba de algo más grande; comencé a preocuparme por David por sus extrañas perdidas de fuerzas, quedaba inmóvil sin poder sostenerse, le faltaba la respiración, su rostro se tornaba pálido se veía sin voluntad y cada vez aumentaba la frecuencia ya no solo era cuando estábamos juntos, ahora era incluso con un beso o una caricia, insistía con desesperación que fuéramos a un hospital, él siempre se reusaba repitiéndome sin cesar “ estoy bien” que no era nada, pero cada vez le costaba convencerse de eso y aún más se le hacía imposible que yo lo creyera pero al final me lograba convencer de que todo ya estaba bien y continuábamos como si nada ocurriese.
Las horas eran pocas para saciar el deseo de pasar juntos cada minuto de día, parecía que compensáramos todos los años que pasamos lejos, pasando juntos la mayor parte del tiempo confortábamos las tristezas y nostalgias de un pasado que ya no sería un presente, en algunos momentos le tocaba el tema a David pues aún era un misterio para mí el hecho de estar allí, estaba feliz eso sin duda alguna pero aún existía el misterio y el interrogante de porque estaba allí de nuevo, el nunca contestaba, siempre me callaba con un beso, en ocasiones me evadía con otro tema, pero jamás respondía; en una ocasión mientras caminábamos bajo una leve llovizna, le pregunte con mucha insistencia quería ya saber, era injusto que el supera y yo desconociera los motivos o cómo fue que paso, ese día ni sus besos ni evasivos temas, me hacían desistir de querer respuestas, pudo notar que estaba molesta que no contestara, el solo me miro, sus ojos se llenaron de tristeza, una tristeza enorme que mi corazón se comprimió, comenzó a rodar una lagrima por su mejilla, que podía fácilmente confundirse con el agua que caía del cielo mojando su piel, se lanzó sobre mi abrazándome con tanta fuerza, podía sentir que rompía mis huesos, temblaba, se podía sentir que le dolía inmensamente saber o darme la respuesta entendí en ese instante que por ello jamás quiso darme una respuesta.
Esa noche solo contesto:
No quiero recordar porque o como estas aquí – lo decía con voz temblorosa y recortada, casi ahogándose en sus lágrimas – solo me importa que te puedo tener hoy aquí entre mis brazos………… repitiéndome una y otra vez que me amas –
Al terminar de escucharlo mis lágrimas empezaron a rodar por mi rostro, podía sentir con cada palabra q había ocurrido algo malo.
Está bien – entre mis lágrimas le respondí – está bien, por ahora es suficiente –
Él sonrió, sabía que no era suficiente que algún día necesitaría saber tal respuesta, el hecho de estar allí ocho años atrás, que ya habían empezado a correr de nuevo, porque evidentemente la duda jamás se iría.
Todos se preparaban para despedir el año nuevo, unos con la cena, otros con sus famosos agüeros de fin de año e innumerables tradiciones, las calles se cubrían de pólvora, de muñecos esperando ser quemados en el momento que se termina el año y comienza el nuevo año.
Estaba esperando salir de casa, pasaría el fin de año en casa de David con toda su familia, vaya sorpresa mi familia igual había sido invitada, estaría rodeada de mi familia y la familia de David compartiendo la fiesta memorable del último día del año.
Daban casi las 11:00 de la noche, todos bailaban, reían, comían, me encontraba sentada en una silla siendo una observadora de esa linda escena, mi familia y la de él compartiendo jamás me lo hubiera imaginado.
Allí estaba David riendo, estaba feliz yo no podía dejar de mirarlo, jamás podía dejar de hacerlo, él me sonreía cuando notaba que lo miraba, luego de un rato ya empezaba a sentirse el ambiente nostálgico, siempre se respira en el aire en un fin de año; me aleje de la fiesta, parada en un mirador desde allí podría observarse gran parte de la ciudad, los colores de las luces navideñas que adornaban las casas y cada rincón de la ciudad se encontraba iluminado por esos carros apresurados a llegar a su lugar de destino, nadie quiere estar solo ni dejar de compartir con sus seres queridos tal día, los fuegos artificiales que iluminaban el cielo lanzados desde algún punto de esa grande ciudad, se podía sentir el olor inconfundible de un 31 de diciembre mezclado entre natilla, pólvora, carnes que asaban de todos los puntos de reunión, ese era el mejor olor del mundo el olor a fin de año, olor a diciembre de esta tierra.
Ya se acercaba la hora de la cuenta regresiva, David se acercó a mí, mientras yo tenía la vista perdida en todas las luces de la ciudad, me abrazo por la espalda, solo se quedó en silencio mientras disfrutábamos de la vista.
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Editado: 09.05.2019