Al llegar a casa todo parecía ser tan complejo, lleno de dudas, de temor, de miles obstáculos que nos hacen aferrarnos quizás a un mundo del que no necesariamente tenemos que ser partes, podremos elegir si no nos gusta algo, la vida era injusta, cruel, pero así siempre ha sido no por ello me tenía que conformar.
Me había enamorado del que ahora tenía que ver partir por segunda vez, ahora pasaría el resto de mi vida con alguien más, era injusto, pero no tenía que ser la última decisión, estaba a tiempo de cambiarla, hacer lo que quería de corazón; en ese momento comencé a escribir la carta para Johan, la coloque sobre el vestido, llame a David debía saber que si me iría con él, que no me casaría, que lo amaba, que deseaba pasar el resto de mis días a su lado.
Estaba feliz, hablamos, planeamos tantas cosas, esas horas en el teléfono se hicieron instantes, no quería esperar más, rápidamente salí a su encuentro.
Él estaba feliz, sus ojos radiaban luz, dicha, su rostro estaba iluminado, lleno de una ternura y dulzura que no podría explicar, desde lo lejos podía notar a través de su mirada lo mucho que me amaba; mientras cruzaba la calle no podía dejar de mirarlo, en minutos todo se tornó oscuro, mi vista se perdió entre sus ojos, todo era negro, lo último que vi fue las luces de un auto ese 10 de enero apagaba mi sueño de estar a su lado.
Los siguientes recuerdos eran vanos, podía ver a David a mi lado en el hospital, mientras intentaban retenerme un poco más a este mundo, él manchado de sangre sus manos, su ropa, lloraba mientras lo miraba con mi mirada ya casi perdida, tratando de respirar un poco más para observarlo unos instantes más, así llevarme su imagen por toda la eternidad, el solo repetía
- no te vayas, te necesito – en medio de su llanto casi ahogándose continuo – como puedo estar sin ti, como puedo continuar sin tu sonrisa ¡¡cómo puedo vivir sin ella!!
En ese momento todo era más claro para mí, entendía sus palabras, podía entender todo.
Siempre fue una oportunidad más, recuperar cada instante, pero el destino ya había escrito su jugada, en ella ninguno de los dos tenía escrito un nosotros, así que por más que lo negáramos, simplemente no existía en este mundo esa posibilidad, en el fondo siempre lo supimos, pero no lo quisimos ver.
Ya todo era claro, era la culpable de que el perdiera la vida, la dio por mí; por eso nunca dijo nada, lo sabía, sabía que su decisión, su deseo, le costaba su vida, la perdería al estar junto a mí, no importaba lo mucho que nos esforzáramos, lo mucho que deseemos estar juntos, en algún momento las consecuencias están presentes, y entendía que el decidió tomar el riesgo, sin importarle que pasaría, que perdería su vida, que lo perdía todo en cada beso, en cada caricia, en cada minuto junto a mí, su objetivo era estar conmigo sin importar nada.
Pero era yo quien debía decidir en aquel momento, si hacia esa llamada o no, decidía amarlo hasta mi último aliento, amarlo hasta verlo partir, que podría hacer disfrutar un corto fragmento de vida junto a él, porque lo perdería en algún momento, o dejarlo; en ninguno de los casos estaría con él.
Era mi decisión, era injusto perder la oportunidad de vivir tan siquiera instantes de mi vida a su lado, pero no estaría dispuesta arriesgar su vida, no podría vivir con eso; no podría vivir en un mundo donde el no estuviera así no fuese conmigo; prefiero amarlo a lo lejos, saber que estará bien aunque eso me matara por dentro. Lo amaba pero no podía tenerlo, aunque él me amara tanto como para dar su vida, no estaría dispuesta a que la perdiera por mí.
Ya todo era claro, regrese porque morí y él se fue cambio de eso; minutos antes de repetir ese instante, con dos cartas en mi manos, con el dije colgando de mi pecho, mi rostro lleno de lágrimas, con el corazón en mil pedazos, viviré con esos hermosos recuerdos, que fueron y no fueron ciertos, pero siempre reales.
Coloque de nuevo esa carta sobre el vestido, mientras aferraba la otra contra mi pecho, Salí.
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Editado: 09.05.2019