Había pasado casi un mes, desde que vi a David por última vez, aquella noche donde desgarro mi alma con su suplicas de que no me fuera, o la última vez que yo lloraba pidiendo que no se fuera, que no cerrara sus ojos por toda la eternidad; tenía dos recuerdos, dos últimos momentos en que lo vi por última vez, ninguna fue la mejor despedida.
Cada noche leía esa carta para darme un poco de felicidad mientras duran esas letras, al terminar, al regresar a la triste realidad rompía en llanto, volviendo a quedar destrozada; pero estaba bien, porque sé que él lo estaría donde quiera que estuviese. Ya no existía pasado, presente, ni futuro que pudiera mantenernos juntos, al final sería siempre nefasto para alguno de los dos, así que todo estaba bien, mi amor flotaba en el aire aunque no estuviéramos juntos, sabía que en alguna parte él estaba mirando el cielo con sus grandes y hermosos ojos, ese mismo cielo que yo contemplaba, con mis ojos llenos de lágrimas en ese instante, queriéndolo sentir una vez más, pero no soportaría estar en un mundo donde no existiera él; suspire, con una sonrisa plasmada en mi rostro recordando todo lo que fue, esperando que llegara en el aire, en los suspiros que emanaban muy dentro de mí, el mensaje de que siempre lo amaría.
Había vuelto a mi vida cotidiana, luego de cancelar la boda, supe que Johan se había ido del país, en el fondo me alegre mucho de que pudiera continuar con su vida, encontrando alguien que lo pudiera hacer realmente feliz. No tuve el valor de mirarlo después de eso, así que no le dije nada más luego de la carta, no supe si me odio, pero sí sabía que lo había lastimado, me dio las gracias de que hubiese sido sincera, eso me lo dijo en un mensaje que me dejo, nunca conteste a sus llamadas, así se marchó.
Por esos días me había sentido cansada, me mareaba con frecuencia, incluso la comida me había sentado un poco mal, decidí tomar unas vacaciones, alejándome de la rutina de mi trabajo, para despejar un poco la mente, incluso decidí irme a vivir a otra ciudad, comenzar de nuevo.
Había estado alistando todo para mi viaje; solo falta despedirme de la ciudad donde quedaban atrás tantos recuerdos. Antes de unas horas de partir, tome un momento para despedirme de las calles que conocieron una historia mágica que nunca pudo ser; camine con nostalgia, extrañaría todo lo que me rodeaba.
Llegue al centro de la ciudad, era una noche cálida, de un cielo estrellado, la gente pasaba por ahí disfrutando de una brisa cálida, había tristeza, amor, nostalgia, felicidad, e infinidad de sentimientos en el viento.
Mientras mis ojos se perdían en el inmenso cielo, deseando que todo hubiese sido diferente; baje mi mirada, allí estaba el amor más cruel, hermoso que jamás podre sentir, allí parado, lo miro desde lo lejos, contemplando lo que nunca podría sentir, su cálida piel, sus dulces besos, su inconfundible aroma; las lágrimas no se hicieron esperar, cubrieron mis ojos al saber que esa sería la última vez que lo podría contemplar, el me miro su expresión inmediatamente cambio, sus ojos se llenaron de un destello, sonriendo, corrió para acercarse, pero retrocedí, se detuvo en la mitad del camino, entendió en ese momento que ya no había nada para nosotros, las limitaciones de la vida la conocimos de la peor manera, lo imposible lo entendimos, me regalaba un te amo con sus ojos, pero no se podía negar la tristeza en su mirada, radiaba dolor; le sonreí, entregándole un te amo para siempre, pasaron unos minutos, podría decir que se detuvo el tiempo en ese instante, que no duro para siempre, giro alejándose, solo lo observaba mientras su imagen se disolvía entre las calles, solo seguí ahí, detenida viendo partir al más grande amor jamás definido, una cruel realidad.
Se alejó con una sonrisa que me decía “siempre te extrañare”.
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Editado: 09.05.2019