La historia de una Beta

9.

—No...¡Papá!

Cuando Vanesa entró a la cocina vio a su padre inconsciente en el suelo, su corazón se disparó como si miles de corrientes le atravesaran. Corrió desesperadamente hacia él, pero una sombra le impidió el paso. Un hombre que parecía joven, no mayor de 30, sus ojos se encontraban dilatados y sus pupilas de un rojo escarlata. Un vampiro.

—¿Quién eres? ¿Por qué le hiciste esto a mi padre? 

La mirada de Vanesa iba y venía al misterioso hombre y a su padre que yacía en el suelo. 

—Bienvenida de vuelta princesita

Esa voz...Era el vampiro de aquella noche, el que la quería secuestrar. Sus sentidos se despertaron y retrocedió varios metros con la guardia alta. Si ese vampiro era el de aquella vez, entonces ambos, su padre y ella estaban en peligro.

—Mi padre no te hizo nada, esto es entre tú y yo. Hazlo, llévame, pero no lastimes a mi padre

Para Vanesa, sus propias palabras le hicieron temblar. No sabía por qué la querían, tampoco lo que harían con ella si iba. Pero su padre era lo más importante en ese momento. 

—Esa es una respuesta valiente, viniendo de la hija de Vinicio. Pero tranquila, solo me pidieron dar una advertencia esta vez. 

El vampiro caminó hacia ella lentamente a pasos seguros. 

—¿Una advertencia? ¡¿Quién te lo pidió?

La voz de Vanesa era segura aún si el miedo se apoderaba de ella. Esto era por su padre.

—Princesita, creo que no estás en posición de hacer preguntas. Pero solo diré que la persona que me envió está llena de rencor.

Sintió un hormigueo recorrer su piel, ¿Quién podía tener rencor hacía su padre? 

—¿Vanesa? 

La voz de Michael resonó por toda la casa haciendo eco, el vampiro se sorprendió y se dirigía a la dirección de donde provenía la voz. 

—Así que había alguien más

Michael se encontraba en peligro. Él no lo dejaría pasar, que un humano descubra sobre la existencia de los vampiros no solo haría que la sentencia sobre el vampiro descubierto sea con pena de muerte, sino también para el humano. Los clanes vampiros eran de temer, harían todo lo posible para seguir reinando desde las sombras. 

—Déjalo, tienes poco antes de que llegue aquí, vete y esto no llegará a más lejos. Ya nos diste tu advertencia y cumpliste con tu misión, solo por favor...Vete.

Su mirada nerviosa se dirigía a hacia el marco que conectaba la sala y la cocina, si Michael entraba, todo estaba acabado. El vampiro miró a Vanesa por última vez antes de desaparecer rápidamente. La mirada que le dio quedó en su cabeza, no se sentía malvada. Era como si quisiera sentir empatía, algo que no todos lo vampiros tienen.

Se acercó a su padre llamándolo, pero no hubo respuesta. Probablemente había sido control mental, la capacidad de adormecer a los humanos para facilitar la extracción de la sangre. No duraría mucho el efecto así que se sentó a su lado buscando si tenía heridas pero se encontraba sin un rasguño. 

—¿Qué ocurrió? 

Michael entró a la cocina y se acercó a Vanesa

—¿Debería llamar a una ambulancia? 

Se preparaba para buscar su celular hasta que Vanesa le hizo una señal de que no lo hiciera.

—Está bien, fue un bajón de azúcar. A veces le sucede, solo debemos esperar que despierte. 

Trató de sonar lo más creíble posible, un vampiro original nunca sufriría por ese tipo de enfermedades humanas. El problema era que su padre era uno original, de los primeros vampiros que existieron. Es diferente a uno convertido, un original necesita más cantidad de sangre ya que sus poderes son mayores y consumen más vitalidad que los convertidos. Los vampiros son seres inmortales que tienen una maldición, si no consumen sangre su cuerpo comienza a producir un veneno, ese veneno consume el cuerpo, lo debilita y la mayoría de los vampiros consumidos por el veneno son usados como carnada entre los demás clanes. 

Vanesa siempre pensó que si ese era el problema era mejor que su padre bebiera sangre humana, la animal solo haría que el efecto del veneno fuera menos potente, pero no lo eliminaba del todo. Ella sabía que su madre era humana y pensaba que por ese motivo tal vez no lo hacía. Y si esa era su resolución le tocaría aceptarlo. Por eso cuando era niña decidió proteger a su padre de todo daño. Y ahora se daba cuenta que solo eran palabras vacías, de una niña ingenua que pensaría que todo estaría bien. 

Un cosquilleo en sus lagrimales, le advirtieron de las lágrimas que estaban por salir. Mientras se limpiaba un poco, por el rabillo del ojo vió a su padre despertar. 

 

—¿Hija?

Él se acomodó intentando sentarse, Vanesa le ayudó y ella le abrazó fuertemente acurrucándose en su pecho. 

—¿Qué sucedió? 

Algo confundido miró hacia Michael que se encontraba observando en una dirección, su rostro se encontraba tenso y tenía los puños apretados.

 

 

 

 




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