La puerta se abre y la luz entra de forma abrasadora, aunque hay una silueta negra posada en la puerta y oigo una voz llamándome por mi nombre , Dione, no puedo moverme, no puedo siquiera gritar, como si solo fuera un espíritu sin cuerpo, la figura se mueve por la habitación como buscando algo o alguien.
Mi nombre se repite una y otra vez, aunque ahora son mas voces las que me llaman, de distintos puntos de la casa, Dione, Dione, Dione, Dione, pero no hay nadie mas que esa figura oscura, que camina a mi alrededor, ¿Quién es? Sigo intentando moverme, pero cada esfuerzo es en vano, mi cuerpo no reacciona y de repente todo se oscurece.
Despierto en mi cama otra vez, un poco confundida, tratando de asimilar que acaba de pasar, todo fue un sueño, pero se sintió tan real que es extraño. La casa esta silenciosa al salir de mi habitación, lo que puede significar que mamá no está en casa. El olor a cigarrillo en la sala de estar invade mis fosas nasales, el televisor prendido en el canal de novelas que solo ella podría mirar, las revistas que nunca lee están esparcidas por todo el sillón, que no quiere tirar, forman un ambiente familiar, aunque no sea del todo acogedor.
El día pasa como todos los anteriores, la casa esta en completo silencio a excepción del ruido que hace el agua al hervirla para prepararme un té, ahora estoy sentada en la mesa redonda de la cocina, con los codos apoyados sobre el viejo y desgastado mantel de flores, cuatro sillas la rodean, pero nadie esta sentado en ninguno de ellas a excepción de mi, como todos los días, como todo el tiempo, desde hace años.
La pava empieza a silbar al hervir el agua, el sol invernal entra débilmente a través de la cortina blanca. Al tomar un sorbo de mi taza de té, hago una mueca de asco, el té no era una de mis meriendas favoritas y, además, estaba amargo, totalmente asqueroso, pero aun siendo así, seguí tomando.
En la mesa hay una carta, doblada por la mitad y se perfectamente lo que dice en cada uno de los párrafos que la conforman.
Mis dedos tiemblan sobre la mesa, mientras miro ese pedazo de papel, los nervios se esparcen por mi cuerpo, ese cosquilleo en el estomago que siempre aparece en momentos como estos, aprieto la manija de la taza y el sonido del timbre interrumpe mis pensamientos.
Suelto la taza y voy a abrir la puerta preguntándome ¿Quién molesta en este momento tan sagrado del día? mamá no puede ser porque ella golpea la puerta ya que se olvida de que el timbre funciona.
Abro la puerta y hay una niña pequeña, de unos ocho años, el pelo negro lacio como si fuesen hilos de seda, la piel blanca como si fuese una muñequita de porcelana, tiene unos shorts de jeans celeste claro con una remera con un dibujo de unicornio en el centro y unas zapatillas blancas, tiene una sonrisa de oreja a oreja, como si la vida nunca la golpeo de manera brutal, le faltan algunos dientes, pero ella sonríe de igual manera porque de verdad esta feliz, me esta mirando, a mi, con mi expresión cansada y ojeras leves bajo mis ojos, pero a ella no le asusta, aunque este tocando la puerta de una completa desconocida, aunque yo la este mirando de una manera seria y vacía, parece que al igual que Pavel puede verle el lado bueno a las personas, pero ella seguro puede verlo porque su única tristeza pudo haber sido cuando su mamá no hizo su comida favorita para almorzar, o cuando su mejor amiga dijo que ya no quería serlo nunca mas, pero en el caso de ese rubio que parece que le faltan un par de caramelos en el frasco, es solo porque es un poco tonto aunque parece bueno.
-Buenas tardes, señorita. -dice con una voz suave.
-Hola, ¿puedo ayudarte con algo? -digo yo con un tono desinteresado, pero con una pizca de amabilidad.
-Estoy ofreciéndoles a todos los vecinos estas galletitas, las hice con mi mamá y mucho amor, somos nuevas en este lugar, nos mudamos hace una semana.
-No, gracias, por el momento no tengo para comprarte. -me apresuro a decir, pero ella me interrumpe.
-No, no me estas entendiendo, no te las vendo, son un regalo. -dice riendo y ofreciéndome la bandejita de galletas con chips de chocolate.
Agarro la bandeja sin responderle de inmediato y veo todavía en su cara la sonrisa de oreja a oreja que tiene desde que abrí la puerta.
- ¿es en serio?
-si, de verdad.
La miro confundida, toda las personas de este lugar, no eran personas que dieran algo sin esperar nada a cambio, por lo que esto era extraño, dudando un poco de sus palabras, pero finalmente acepto ya que después de todo era una niña y no iba a desilusionarla rechazando su regalo, y, además tenia mucha hambre, la despido y ella se va no sin antes decirme que puedo ir a pedirle mas siempre que quiera a su casa que esta cruzando la calle.
Cierro la puerta con una sensación extraña en el cuerpo, no es algo habitual que haya niños en este lugar y mucho menos generosidad como para compartir algo sin buscar obtener algo a cambio, este lugar alberga personas sin corazón y crueles, incluso mi mamá y yo estamos en esa multitud, todos en este barrio actuamos como actuamos por conveniencia y de forma estratégica para conseguir todo lo que queremos.
Dejo la bandeja con galletas sobre la mesa, a un lado de la carta que me hace erizar la piel de solo verla y vuelvo a sentarme, mi mano se detiene antes de sacar la bandeja del envoltorio de plástico que las cubre, no las abras, tienen veneno dice una voz dentro de mi cabeza y pienso en la gran posibilidad de que eso sea cierto, porque como dije anteriormente, hay mucha gente mala en este lugar, pero ¿Qué tan malo podrías ser para involucrar a una niña pequeña? ¿Cómo podrías tener tan poco corazón para hacer algo así? sigo pensando por un momento, pero decido hacerle caso a mi intuición, porque si, soy de esas que creen en las señales, el poder de la intuición femenina y esas cosas del universo, como por ejemplo cuando se te olvida algo antes de salir y volves a buscarlo, y no es porque seas una tonta que vive distraída, en realidad es porque el universo quería retrasarte porque algo malo iba a ocurrirte, aunque nadie realmente cree que eso sea verdad, pero yo si lo creo porque de alguna manera me hace sentir menos estúpida, y porque todos necesitamos algo en que creer en esta vida, algo a los cual podamos aferrarnos para el día en el que el mundo se nos derrumbe encima.
Editado: 10.11.2025