El primer amor nunca se olvida.
Por la forma especial en la que nos hizo sentir,
no importa lo mal que acabara.
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Ninguno de los dos dijo nada cuando se encaminaron a la cochera de la gran mansión. No era que hablaran mucho, era solo la costumbre de hacer en silencio las cosas. Más si era ya una costumbre levantarse, arreglarse, desayunar y lavarse los dientes para ir al colegio.
Cada mañana, ambos hermanos repetían la misma rutina una y otra vez hasta el cansancio. Llevaba viviendo ya casi cinco años en Estados Unidos y nunca hubo algo fuera de lo normal por todo ese tiempo. Kai y Tailime Nazarova estaban ya tan acostumbrados, que lo hacían por inercia más que por conciencia.
Kai abrió el portón de la bodega para ayudar a su hermana a sacar su bicicleta. Ambos preferían hacer algo de ejercicio al ir a la escuela, aunque tenían a su disposición todo un arsenal de autos último modelo que su padre y su abuelo coleccionaban.
Ellos nunca fueron pretenciosos, al contrario: Kai era una persona seria, reservada, sabía cuándo emitir su opinión, aunque algo altanero. Mientras que Tailime siempre había sido una chica tímida y callada, con una gran creatividad e imaginación, por lo que su libreta de apuntes estaba llena de formas y dibujos que solo ella entendía.
Cuando lograron sacar la bicicleta después de haber estado encerrada en la bodega por todo el verano, Tailime puso su bolsa en la pequeña canastilla que había al frente, mientras que Kai sacó su patineta sin muchos ánimos y la dejó caer al suelo para ponerse los audífonos y dirigirse al portón seguido por su hermana.
Ambos tenían diecisiete años, cursaban onceavo año en un bachillerato de prestigio en Sacramento, y justo estaban regresando de pasar las vacaciones en su lugar de origen: Moscú, Rusia. No era el lugar ideal para pasar el verano, pero a ninguno de los dos les importaba, no eran fanáticos del sol de todas maneras.
Dieron la última vuelta antes de comenzar a ver el bachillerato y Tailime aceleró el paso hasta pasar a su hermano, haciendo que éste sonriera de medio lado, dándose más impulso con el pie hasta llegar junto a ella. Se quitó uno de los audífonos para mirar a su melliza.
—No pensé que estuvieras tan ansiosa por llegar —le dijo, haciendo que la chica volviera a disminuir la velocidad.
—No estoy ansiosa —le respondió Tailime volviendo a ver el gran edificio color blanco frente a ella—. Odio cuando la gente se aglomera para revisar las listas de los grupos a principio de año. Entre más temprano lleguemos, menos gente habrá.
Ninguno de los dos volvió a hablar hasta entrar al gran patio de la escuela, dieron vuelta a la derecha para llegar al estacionamiento, donde Tai se bajó para encadenar su bicicleta, mientras que Kai levantó su patineta con el pie para ponérsela bajo el brazo.
—¡Nazarova!
Tailime levantó la cabeza, mientras que Kai solo la giró en dirección de dónde provenía la voz. El chico sonrió con arrogancia mientras que Tailime solo giró los ojos para regresar a colocar la cadena y el candado a su bicicleta.
Luka Markov era un muchacho de diecisiete años, de tez blanca, con cabello cenizo y ojos negros. Era un chico animado, sarcástico hasta el punto de llegar a la incoherencia. Siempre estaba de humor para las bromas y en general era buen chico. Junto a él se encontraba Serge Petrov, un chico alto y fornido, de cabello castaño y ojos azules, de la misma edad que Luka. Aunque su apariencia era bastante imponente, no era más que un chico calmado y muy callado.
Ambos eran parte del grupo de amigos de su hermano. Eran más, pero no quería recordarlos todos, al menos no por ahora, cuando apenas comenzaba el semestre.
Terminando de colocar el candado, Tailime se incorporó, revisando que todo estuviera en su lugar.
—¡Nos vemos luego, devushka (señorita)! —escuchó que se despedía Luka con un ridículo acento ruso, mientras comenzaba a caminar con los otros dos chicos hacia el interior del edificio, a lo que Tailime sonrió y levantó la mano para despedirse.
Tomó su bolsa, y poniéndosela al hombro, se acomodó el gorro rojo tejido que traía sobre su cabello pelirrojo, peinado en una cola de lado. Esas vacaciones su cabello había crecido con increíble rapidez. Su madre había insistido enérgicamente en llevarla a un spa y a varios salones de belleza para mejorar su imagen.
Suspiró recordando los dolorosos faciales y los excesivos cambios de imagen. Sus padres vivían en Rusia debido a la alta demanda del trabajo de su padre en ese país.
No había sido así desde el principio. Ella, junto con su hermano y sus padres, habían llegado a vivir con su abuelo Hedeon a Estados Unidos por la empresa que lideraba el patriarca de los Nazarova: BioIntellekt.
Al cabo de dos años, la sede en Moscú terminó teniendo serios problemas debido a un mal manejo del gerente en turno y su padre tuvo que regresar. Les habían propuesto llevarlos con ellos, pero tanto Kai como Tailime prefirieron quedarse en Estados Unidos junto con su abuelo hasta terminar el bachillerato. Solo para la universidad ellos decidirían si regresaban a Rusia o se quedarían en Estados Unidos.