—¿De nuevo Alek no va a comer con nosotros? —Luka se quejó cuando él y Serge se sentaron en la mesa donde estaban Kai, Arizona y Anna—. ¿Ahora a donde tenía que ir?
—No recuerdo si dijo que a la biblioteca o a la alberca —Arizona se metió unas cuantas papas fritas a la boca mientras le sonreía a Anna de soslayo—. Dijo que se vería con Isabella.
—Últimamente pasa tiempo con ella —Luka pestañeó—. Supongo que le preguntaré después sobre eso.
—Ni te molestes —Anna lo desestimó moviendo la mano—, dice que no quiere hablar del tema hasta que sea seguro.
—¿Seguro? —Luka le tomó el recipiente de yogurt a Serge, quien le recriminó con la mirada sin decir nada más, porque Luka parecía bastante interesado en la charla—. ¿Seguro de qué?
Anna miró a Arizona con aire cómplice.
—¡Nuestro Alek está enamorado!
Luka ladeó la cabeza, confundido, pero no pudo decir nada más cuando Serge le arrebató el yogurt de la mano, distrayéndose de la plática.
Aunque todos se quedaron callados cuando Kai, que hasta entonces no había sido parte de la conversación, tomó su bandeja y se levantó de la mesa sin decir nada a nadie.
Alek tenía tres días sin almorzar con sus amigos por ir a la biblioteca, y aunque en un principio no parecía extraño, ya que próximamente tendrían exámenes, las explicaciones que Arizona y Anna les daban sobre con quien lo acompañaba eran demasiado sospechosas.
Kai dejó la bandeja por encima de un basurero y salió de la cafetería con paso desganado. Algunas chicas paradas en la entrada intentaron saludarlo con unas risitas, pero las pasó de largo. Suficiente tenía con sufrir el mar de hormonas todos los días en el salón de clases como para tener que sufrirlo en sus ratos libres.
Caminó tranquilo hacia la cancha de fútbol americano, donde dentro de poco tendrían clase de educación física.
Había algo en las excusas de sus amigas que no le cuadraba. Porque a pesar de que la gente veía con buenos ojos la relación profesional que llevaban tanto Isabella como Alek, no creía que nada fuera en serio.
A final de cuentas, si había algo entre esos dos, Alek les terminaría contando la verdad.
Alek Ivanov era bastante curioso cuando se enganchaba con una chica, y como casi no pasaba, era fácil detectar cuando estaba ocurriendo. Alek comenzaba a distraerse con facilidad, se ponía nervioso cuando estaba con la persona de su interés o se hablaba de ella, al grado de que sus manos o pies no se coordinaban lo suficiente y terminaba haciendo algo ridículo.
También tenía la ligera tendencia de investigar a fondo los gustos de la persona en cuestión, todo esto para intentar desenmarañar la psiquis de la chica y poder congeniar más fácilmente.
En fin, el chico se instruía. Y el hecho de que Alek quisiera pasar tiempo con Isabella sin dar alguna noción de que lo antes mencionado estuviera pasando era incongruente.
Por eso a Kai no le sorprendió encontrarlo sentado a las escaleras que daban a la cancha de fútbol, las mismas donde los habían mandado a enfriarse después de la disputa que tuvieron en la primera clase de deportes.
Lo curioso era que Alek estuviera solo, sentado a la sombra del árbol mientras se mordía una uña y con los ojos fijos en el libro en sus piernas. Kai metió las manos a los bolsillos del pantalón y bajó las escaleras hasta quedar unos cuantos escalones arriba de él.
—Me dijeron que ibas a estar en la biblioteca.
Alek cerró el libro de golpe y se sentó derecho, pero cuando miró hacia atrás y vio que solo se trataba de Kai, pareció desinflarse y relajarse. Kai alzó una ceja sentándose a su lado, notando la portada del libro.
—¿Quién dijo eso? —Alek preguntó indiferente.
—El dúo dinamita —Kai recargó los brazos en el escalón superior, observando a unos cuantos chicos tirar la pelota de un lado para otro en un burdo intento de un partido de soccer—. También está el rumor que has estado teniendo escapadas con la capitana del equipo de natación.
Alek se rascó la cabeza y suspiró.
—Últimamente la gente me ha relacionado con ella y no entiendo porque —se encogió de hombros y recargó su barbilla en la mano, mirando también el partido improvisado—. ¿Realmente doy la impresión de necesitar una novia?
Pero Kai no dijo nada, como Alek ya lo esperaba. Por eso Alek suspiró y volvió a centrar su atención en el libro, abriéndolo para seguir leyendo en la tranquilidad de la mañana.
Kai volvió a mirarlo de reojo, haciendo una minúscula mueca con la boca.
—Así que te escapas a leer a la hora del almuerzo.
—No me puedo concentrar con tanto ruido en la cafetería —Alek no se inmutó—, y con Luka a un lado, dudo que logre avanzar más de media página.
—Orgullo y Prejuicio —Kai mencionó sin ninguna emoción.
Alek afirmó en respuesta sin ponerle atención.
—¿Estás consciente que muchas chicas se volverían locas si saben que el rompecorazones de la escuela está leyendo una historia de amor?