La Historia Entre Los Dos

22 ⌘ La Escena Del Muelle

Regresar a la escuela el lunes fue algo irreal. Alek había llegado un poco más tarde de lo normal, por lo que la gente en los pasillos era más que de costumbre, saludándolo y felicitándolo por el logro de los regionales. Intentó sonreír ante los comentarios, pero la felicidad no alcanzaba sus ojos. 

Después de caminar de regreso al estadio detrás de Kai, acompañó a sus amigos al restaurante. Arizona y Anna parecían eufóricas no solo por el resultado de la competencia. Se pasaron la mayor parte de la noche con las chicas, hablando en secreto con Isabella mientras sentía que lo miraban de reojo de vez en cuando.

Alek a duras penas comió algo y decidió irse a su casa, con un sabor agridulce en la boca. Luka intentó convencerlo de que se quedara un poco más, pero al ver el semblante desanimado del rubio, decidió no insistir más.

El resto del fin de semana lo había pasado ayudando a su madre en los quehaceres de la casa, meditando cómo proceder ante la situación.

Se detuvo en la puerta del salón. Tailime ya estaba sentada en su lugar, sus ojos clavados en un libro como era costumbre verla, y los audífonos en los oídos, aislada del mundo.

Alek respiró profundo, agradeciendo que James no estuviera en el salón, y que Anna y Arizona no hubieran llegado todavía para no tener interrupciones. Entró con paso decidido para dirigirse hacia Tailime, deteniéndose a un costado de ella. 

Tailime levantó perezosamente los ojos, como si no estuviera del todo consciente de que había alguien parado a su lado. Pero en cuanto sus bonitos ojos verdes se enfocaron en él, Tailime parpadeó varias veces antes de enderezarse en su silla y retirarse los audífonos.

—Hey.

—Hola —Tailime murmuró, confundida por el tono duro de Alek, pero después ablandó su rostro con una sonrisa—. Felicidades por el sábado. No sabía que las competencias podían ser tan reñidas.

—Escucha… —Alek estaba más que irritado por la actitud despreocupada de Tailime, como si estuviera reprimiendo sus sentimientos. 

Estaba cansado que hiciera eso, como si Tailime estuviera obligada a moldear sus sentimientos de acuerdo a lo que el mundo quisiera, invalidando los suyos. Debería estar enojada, triste, decepcionada, pero no debería estar fingiendo alegría por un evento tan banal como la competencia.

—Sobre el sábado. Sé que viste lo que hizo Isabella.

Tailime parpadeó, pero no dijo nada.

—Solo quiero decirte que no significó nada. No siento nada por ella.

Tailime volvió a parpadear un par de veces más antes de soltar una risita nerviosa mirando a su alrededor, tratando de no hacer contacto visual con él.

—No entiendo porque me estás diciendo eso.

—Tailime, yo…

El peso de unos brazos sobre su cuello no dejó que Alek continuara. La risa de Arizona en su oído lo irritó de sobremanera. Y solo empeoró al ver a Anna sentándose en el lugar de James con su propia sonrisa.

—¡El sábado fue increíble, Alek! —Arizona lo felicitó, aunque después se giró hacia Tailime con una sonrisa que hizo que incluso Tailime se preguntara si realmente se dirigía a ella—. ¡Debiste verlo, Tailime! Arrasó con la competencia.

Tailime sonrió confundida al ser referida por Arizona sin el menor rastro de desdén, pero entonces Anna le mostró algo en su teléfono que deshizo la sonrisa.

—La foto está dando vuelta por toda la escuela —le dijo Anna. Alek alzó una ceja, intentando ver el teléfono—. Los rumores parecen ser ciertos.

—¡Alek tiene novia! —gritó Arizona.

—¿No crees que hacen bonita pareja, Tailime? —le preguntó Anna, mirando con ilusión la fotografía en su teléfono.

Alek se zafó del abrazo de Arizona para fulminarla con la mirada. Arizona no deshizo su sonrisa, sino que soltó una risita.

—No tengo novia.

—Pronto la tendrás —Arizona no se desanimó por la negativa—. Isabella nos contó todo en la cena. Dijo que en cuanto la besaste fue como un cuento de hadas.

—Ella me besó a —Alek estaba perdiendo los estribos. No entendía qué era lo que pretendía Arizona con esto, pero decir todo eso frente a Tailime no era la idea más brillante. No cuando lo que él estaba intentando era declararle lo que realmente sentía.

—Anna —una cuarta voz los interrumpió del otro lado del pasillo, y Alek bien pudo gruñir en frustración. James estaba parado junto al escritorio, mirándola entretenido—. Creo que estás en mi lugar.

—¡James! —Anna sonrió de oreja a oreja—. ¡Estuviste increíble el sábado! ¡Primer lugar!

—Gracias —James le sonrió agradecido, aunque después miró a la chica de cabello negro en medio de toda la conmoción, asustada por todas las conversaciones que ocurrían a su alrededor—. ¡Tailime! ¿Fuiste el sábado y ni siquiera te quedaste a saludar?

Todas las miradas fueron a parar hacia ella, pero Tailime paseaba sus ojos de un lado a otro, tratando de enfocarse en algo que no la hiciera sentir tan incómoda.

—Me sentí mal antes de los relevos —murmuró Tailime, a lo que Arizona y Anna se miraron cómplices—. Wright tiene razón, fue impresionante.




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