La Historia Entre Los Dos

26 ⌘ Fundación Tailime Nazarova

Alek leyó el letrero de «Veterinaria DiMarco» que se anunciaba en la gran bodega antes de estacionar el auto en el lugar designado para el local. Examinó su alrededor, esperando confirmar lo que Luka le había dicho el día anterior cuando había preguntado donde trabajaba Tai.

Al principio Kai lo había mirado como si estuviera loco. Aunque después se había encogido de hombros, mencionando que creía que de alguna u otra forma había comentado sobre ello, a lo que Luka, muy orgulloso, informó que Tai trabajaba en la pequeña clínica veterinaria de la familia DiMarco.

«—No es mi culpa que bloquearas todo lo relacionado con Tailime hasta que te golpeara como una piedra para voltearla a ver —había dicho Luka sin deje de reclamo, más bien en burla por la ignorancia de su amigo.»

Alek miró de nuevo el establecimiento al salir del auto. Luka había dicho que era una pequeña clínica, pero la bodega frente a él no era para nada pequeña. 

El letrero de la veterinaria era adornado por un dibujo animado de un perro y un gato, y los colores en las paredes eran coloridos. Algunos ladridos se escuchaban desde el estacionamiento, por lo que podía suponer que había demasiados perros en el interior.

El acceso a la veterinaria era sencillo, con las paredes pintadas de blancas tapizadas con información sobre gatos, perros y alguna que otra sobre aves, además de tener estantes repletos de comida para animales. 

Al fondo del local se encontraba una recepción de madera, donde una pequeña cabeza con cabello castaño claro se asomaba. Las puertas automáticas se abrieron en cuanto se acercó lo suficiente, dejándolo escuchar una canción de Britney Spears como fondo.

La persona detrás de la recepción ni siquiera se inmutó, moviendo la cabeza de acuerdo al ritmo de la canción. Alek pudo ver que se trataba de un niño de unos diez años que mantenía toda su atención en el Game Boy en sus manos. 

Alek miró alrededor para cerciorarse que no había ningún otro adulto al cual dirigirse antes de caminar hacia el niño y aclararse la garganta después de esperar a que se diera cuenta que estaba frente a él.

El niño alzó sus ojos chocolate, parpadeando ausente para después sonreírle amablemente.

—Bienvenido a la Veterinaria DiMarco, ¿en qué puedo ayudarte?

—Estaba buscando a Tailime Nazarova —Alek sonrió antes de recargar los brazos sobre la recepción.

El niño se levantó en la silla, asomándose por encima de la cubierta para mirar a los pies de Alek. Pero parpadeó extrañado cuando pareció no encontrar lo que buscaba en el suelo. El chico volvió a mirar a Alek con una expresión confundida, como si lo estuviera analizando.

—¿Vienes a ver a sus perros?

Esta vez fue Alek el que parpadeó confundido por la pregunta. Tal vez sí había sido despistado respecto a algunos detalles de la vida de Tai, pero estaba seguro que Kai nunca había dicho nada sobre los perros de su hermana.

Alek agitó la cabeza, volviendo a sonreír al niño.

—No, soy amigo suyo. Solo quería saludarla.

El niño entrecerró los ojos e hizo la boca chiquita. 

Alek advirtió que nunca en su vida se había sentido tan juzgado por un ser tan pequeño, separándose de la recepción y poniendo las manos a los costados. Llevaba puesta la ropa más cómoda que había podido encontrar para pasar el sábado: unos jeans desgastados y una playera blanca, junto con sus sneakers blancos. 

Fue hasta que los ojos chocolate del niño volvieron a subir hacia la cara de Alek que tomó el pequeño micrófono que estaba detrás de la barra. Y sin despegar los ojos de Alek, apretó un botón y abrió la boca.

—Tai, te buscan en la recepción.

De nueva cuenta el lugar se quedó en silencio, exceptuando por otra canción de Britney Spears de fondo. 

Suponiendo que el chico iba a seguirlo juzgando, Alek prefirió distraerse con la decoración del lugar. 

Había varias circulares informativas sobre campañas de vacunación y paquetes de baño para mascotas. Justo en el muro de la izquierda, Alek pudo distinguir un corcho con fotografías de distintos eventos a lo largo del año, incluyendo a perros con gorros de Santa Claus y orejas de conejo. Caminó hasta el corcho para verlo de cerca, sonriendo cuando descubrió fotografías donde no solo estaban perros, sino al parecer el equipo de trabajo de la veterinaria, incluyendo a Mia y a Tai en unas cuantas.

Una de ellas era una fotografía de Tai bañando a un san Bernardo, tomada justo en el momento en el que el perro se estaba sacudiendo. La chica no paraba de sonreír, con el rostro empapado con agua y jabón.

Por eso Alek seguía sonriendo cuando escuchó ruido al fondo de la recepción, donde se abrió una puerta corrediza de cristal, y Tai apareció para agacharse en el tapete de bienvenida mientras se quitaba las botas de lluvia que traía puestas. 

Alek aprovechó que su atención aún no estaba puesta en él para apreciarla de lejos. Vestía una playera de color verde de mangas cortas, y sobre esta un overol de mezclilla con algunas manchas de agua. Su cabello estaba peinado en dos trenzas francesas que caían sobre sus hombros, dejando libres algunos mechones rebeldes por el costado de su rostro. En una de sus manos llevaba un atomizador, que no soltaba a pesar de tener que maniobrar con una sola mano.




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