Alek sonrió, mirando su teléfono al terminar de meter su mochila con el cambio para el entrenamiento de la tarde. Volvió a admirar la fotografía que le había enviado Tai el sábado por la noche, donde Piero había intentado tomarse una selfie con el equipo de trabajo después de terminar el evento, ya que lo único visible del niño era su rostro de la nariz hacia arriba, con suficiente espacio para incluir a los demás.
Mia descansaba su cabeza sobre la mesa sin ver a la cámara, levantando su mano con la señal de amor y paz, Emma estaba dormida en su silla con la cabeza echada hacia atrás, pero Tai recargaba su codo en la mesa y su mejilla en su mano, sonriendo cansada hacia la cámara. Había otras dos personas más que salían al fondo de la fotografía, ordenando lo que parecía lo que había sobrado de la venta de panques, suponiendo que eran el hermano mayor de Mia y su primo.
No pudo evitar sentir mariposas en el estómago al detenerse de nuevo en Tai: los párpados caídos por el cansancio, las mejillas coloradas por estar todo el día al sol y el cabello arreglado en dos pequeños moños sobre su cabeza, dejando caer algunos mechones rebeldes de ellos, viéndose completamente adorable.
Alek se sentía afortunado de poder ver este tipo de faceta en Tai, y se maldecía por haber desperdiciado tantos años evitándola y no haberse enamorado de ella antes.
Cerró el casillero al acomodarse la mochila. Trató de no debatirse mucho por ello, tal vez todo estaba destinado a que hubiera sucedido de esta manera por una razón.
Recibió otra felicitación de los alumnos que pasaban por el pasillo, deseándole suerte en los nacionales dentro de un mes. Después de una competencia, Alek trataba de llegar un poco más tarde de lo habitual, con mayor flujo de alumnos en los pasillos para recibir ese tipo de elogios.
Llámenlo egocéntrico, pero no se mataba diez horas a la semana en entrenamientos intensivos para que cuando lograra sus objetivos nadie más lo notara.
Por eso estaba seguro que Tai estaría sentada en su lugar para cuando llegara al salón, leyendo como de costumbre. Le sorprendió encontrarla con la cabeza recargada entre sus brazos cruzados sobre el escritorio. Hacía eso cuando se desvelaba la noche anterior. Y considerando que probablemente el domingo habían terminado de arreglar el estacionamiento de la veterinaria, era normal que se sintiera cansada.
Se acercó hasta ella, colocándose a un costado del escritorio sin hacer mucho ruido y se inclinó un poco para susurrarle al oído.
—Hey.
Tai se levantó lentamente del escritorio, mirándolo como si no estuviera realmente ahí. Alek le sonrió divertido, acostumbrado al tiempo que Tai tardaba en regresar a la realidad después de desconectarse del mundo. Sus ojos fueron enfocándose poco a poco hasta que reconoció a Alek con una felicidad que, si bien estaba plasmada en la media sonrisa en sus labios, no llegó hasta sus ojos, que tenían un brillo diferente al acostumbrado.
—Hola.
—¿Tuviste mala noche? —preguntó Alek en un tono burlón.
Pero Tai se mordió los labios mirando hacia sus brazos en el escritorio. Fue entonces que Alek dejó de sonreír al ver el gesto pensativo de Tai antes de responder asintiendo con mirada ausente.
—¿Estás bien? —dijo preocupado.
—Solo estoy cansada —Tai se pasó un mechón de cabello detrás del oído, suspirando al sacudirse la pereza y sonreír con más entusiasmo cuando pareció recordar algo—. Felicidades por pasar a los nacionales. Emma me explicó que podrías competir por un lugar en los olímpicos.
Alek no contestó inmediatamente, entrecerrando los ojos para analizarla de pies a cabeza. Ese brillo en los ojos era lo único que parecía fuera de lugar, porque físicamente estaba bien. Al menos a primera vista.
Tai ladeó la cabeza sin dejar de sonreír, por lo que Alek suspiró derrotado. Siempre podía tener otras maneras de investigar si algo malo estaba pasando con ella.
—Sí. Los nacionales son en dos semanas, ¿crees que podrás ir esta vez?
—No veo porque no —Tai se encogió de hombros.
Ambos se quedaron callados en un silencio que por primera vez en mucho tiempo fue incómodo. Alek se meció en sus talones antes de mirar hacia su lugar, percatándose que Anna ya se encontraba ahí esperándolo para hablar sobre la fiesta del sábado por la noche.
—Sobre la cita —Alek balbuceó apresurado, volviendo a atraer la atención de Tai—. ¿Qué te parece el viernes?
Esta vez la sonrisa de Tai pareció ser más sincera que la anterior. El corazón de Alek se derritió por completo, logrando que le temblaran incluso las rodillas.
—Me parece bien.
—Genial —Alek se irguió derecho antes de dudarlo un segundo, pero igual terminó acercándose a ella para darle un ligero beso en la mejilla, cerciorándose de que fuera lo más discreto posible—. Nos pondremos de acuerdo después.
Ver las mejillas de Tailime colorearse de carmín por su culpa nunca iba a dejar de ser una novedad, y Alek estaba seguro que su sonrisa de idiota enamorado tampoco dejaría de serlo, porque despidiéndose de Tai, se encaminó a su lugar donde lo esperaba Anna con una sonrisa burlona.
⌘