Alek miró su reloj una vez más, esperando frente al auditorio. Faltaban diez minutos para las seis, hora en la que el concurso de canto comenzaría.
Tai había pasado toda la semana sentándose en el almuerzo junto con su hermano y sus amigos, ya que tanto como Mia y Asher la habían estado ignorando como la plaga. Todos los días sin excepción, Harry y Max se sentaban con Asher, mientras Emma y Mia ni siquiera se acercaban a la cafetería para evitar a Asher. Era un dolor de cabeza, pero al menos Tai parecía lo suficiente energizada por las ocurrencias de Luka para distraerla de sus pesares.
Fue la tarde del jueves cuando Tai se giró hacia él con el ceño fruncido al estar sentados en el almuerzo, como si estuviera molesta con él.
«—¿Qué? —parpadeó Alek confundido.
—¿Ya no iremos el sábado a ver la película que me habías dicho? —preguntó Tai en voz baja para que nadie más la escuchara.
—Oh —Alek se rascó la cabeza, avergonzado—. Con todo lo que había pasado no creí que quisieras salir a ningún lado.
—No creo que vaya a necesitar el boleto que compré —Tai se mordió la mejilla en un gesto pensativo—. Realmente quería ir al concurso a escucharlos, pero…
—¿Están hablando del concurso de canto? —Anna se introdujo a la plática, aplaudiendo emocionada—. Le dije a James si quería ir conmigo, pero tiene que trabajar con sus padres. Así que tengo un boleto extra por si quieren venir.
—Tailime está peleada con DiMarco, ¿lo recuerdas, Anna? —Arizona aportó mientras se metía pudín a la boca.
—Pero no tendría que irla a ver a ella —Anna se escudó con una sonrisa, mientras veía a Tai con los ojos iluminados—. Es la primera vez que iba a ir. He escuchado que son concursos fantásticos, ¿no es así, Tailime?
Tai se limitó a asentir con la cabeza, mirando a Alek en busca de ayuda. Él solo sonrió, poniendo una mano sobre la cabeza de Tai y desacomodando el gorro rojo para que se relajara un poco.
—¿Qué te parece si vamos todos juntos al concurso? —le preguntó Alek cuando el gorro se bajó lo suficiente para cubrir sus ojos—. Así no te perderás la actuación de Mia, y nos puedes poner a nosotros de pretexto si te reclama por haber ido.»
Fue entonces que Serge había tomado el segundo boleto de Anna y habían quedado de verlo en la entrada del auditorio. Luka tenía un viaje familiar, y aunque intentó hacer de todo para convencer a su madre para quedarse, no había podido acompañarlos. A pesar de que Arizona comenzaba a tolerar mejor a Tai, no le apetecía pasar la tarde junto con ella. Y Kai… Bueno, era Kai, y según sus palabras, no pensaba desperdiciar su sábado en trivialidades.
Y la razón de porque no había pasado por Tai para llevarla hasta el auditorio. Bueno… Eso podía explicarse gracias a la cita que habían tenido el día anterior. Aunque llamar “cita” a la aventura que habían tenido no alcanzaba a abarcarlo completamente.
«Todo había comenzado de la misma manera que la última vez. Alek había pasado por Tai a su casa, saludado por la madre de la chica cuando esta abrió la puerta. Era extraño que los padres de los mellizos siguieran en Sacramento, pero le restó importancia cuando vio a Tai bajar por las escaleras y fue arrastrado hacia afuera antes de que Adele pudiera interrogarlo.
El cine al que irían sería diferente al de la plaza comercial donde la había llevado la primera vez, por lo que el camino era un poco más largo. Ninguno de los dos habló por un rato, disfrutando de la música y la calidez del termostato del auto, contrastando con el frío del exterior.
—¡DETÉN EL AUTO!
Fue por eso que Alek casi se sale del camino cuando escuchó el grito de Tai, saltando en su asiento con el rostro pegado a la ventana. Recibiendo un par de reclamos por parte del auto que los iban siguiendo, Alek se limitó a orillarse en el camino, colocando sus intermitentes antes de girarse hacia Tai con el corazón acelerado.
—¿Qué sucede? —preguntó cuándo se detuvieron y Tai se quitó el cinturón de seguridad—. ¿Tai?
Y Tai saltó por la puerta del auto hacia la orilla de la carretera sin decir una palabra.
Eso era nuevo. Alek nunca había tenido una cita con una chica que quisiera lanzarse por la puerta del auto incluso antes de comenzarla. Al menos no había sido con el auto en movimiento.
—Mierda —murmuró Alek cuando Tai corrió en dirección contraria a la que se dirigían, quitándose el cinturón de seguridad para salir del auto y seguirla.
Tai estaba inclinada sobre un bulto a la orilla de la acera, teniendo especial cuidado al mover la bola de pelos de color oscuro.
—¿Qué es eso? —preguntó Alek una vez que estuvo detrás de Tai, recargándose sobre sus rodillas para dejar a la chica maniobrar con libertad.
Lo que fuera, estaba hecho un ovillo para tratar de conservar calor. Con toda la delicadeza del mundo, Tai colocó una mano sobre lo que supuso que era el lomo del animal con un gesto de concentración en su rostro. Alek no volvió a hablar mientras Tai movía sus manos para intentar encontrar la cara del perro o gato, ya que el pelaje era demasiado largo para ser el de una rata o mapache.