La Historia Entre Los Dos

42 ⌘ Vacaciones De Invierno

Tai se dejó caer en el asiento del avión, observando las nubes pasar por la ventana. 

Después de la fiesta de cumpleaños el tiempo pareció detenerse, pero al mismo tiempo, pasó demasiado rápido.

Tenía que admitirlo, había sido uno de los cumpleaños más extraños que Tai había tenido: desde la declaración de Asher a Mia, hasta descubrir lo celosa y posesiva que podía sentirse respecto a Alek. Y la inesperada disculpa de Arizona Wagner por haberla molestado tantos años.

La parte más inesperada sucedió el primer lunes de vacaciones. Alek estaba en la puerta de la casa de los Nazarova, buscando a Tai bastante ansioso para llevarla a un parque para perros que acababa de descubrir mientras indagaba por internet gracias a su insomnio. 

Así que con Volk en la parte trasera del auto, los dos se encaminaron al destino de su descubrimiento. 

El cachorro se había recuperado al fin de su herida, y al ser un perro de invierno, el frío ni siquiera le caló en las patas mientras buscaba la pelota que Alek le lanzaba por el campo abierto. 

El martes, Alek había llevado a Luka y a Anna para ver una película en la sala de cine en la mansión Nazarova, y esta vez, Kai se les unió. 

Alek y Tai habían estado lanzando palomitas por la sala, compitiendo por ver quién podía encestar más en la boca abierta de Luka, que se había quedado dormido durante la película.

El miércoles se quedaron en casa, hablando en la sala frente a la chimenea mientras se cubrían con una cobija y tomaban chocolate caliente.

Tai sonrió de soslayo en el avión al recordarlo, recargando su mejilla en su mano. 

Estaba casi noventa por ciento segura que Alek había hecho todo eso para compensar que pasarían tres semanas sin poder verse en persona. 

Alek le había hecho prometer a Tai que hablarían todos los días, o al menos no dejarían pasar más de dos días sin tener una video llamada, poniendo de pretexto la recomendación que había hecho su madre.

 

«Tai sabía que había puesto una cara ridículamente melancólica cuando Alek había desviado sus ojos azules del fuego de la chimenea hacia ella, alzando una ceja.

—¿Qué?

Resoplando con una sonrisa, Tai cerró los ojos para evitar que las lágrimas se escaparan. Se deslizó en el sofá para recargar su cabeza en el hombro de Alek.

—Yo también voy a extrañarte —había dicho en un hilo de voz.

Alek ahogó un gemido, poniendo su taza en el descanso del sofá para tener las manos libres y abrazar a Tai contra su pecho. Pero no dijo nada más.»

 

Hacía un año, Tai ni siquiera hubiera reparado dos segundos pensando en Alek. 

Hacía medio año, estaría ansiosa por llegar a Moscú para pasar las vacaciones en su ciudad natal y desconectarse de su vida cotidiana. 

Unas vacaciones libres de rubios nadadores. Solo ella, la tranquilidad de su familia, y un frío verano.

Pero ahora, no veía la hora de regresar a Sacramento. Porque esta vez, ese rubio nadador estaba ansioso por tenerla de vuelta en sus brazos.

—Su bebida, señorita.

La voz de la azafata despertó a Tai de su ensoñación, agradeciéndole con una sonrisa. Después, la azafata se dirigió hacia su hermano, que estaba sentado en el asiento que compartía una mesa, leyendo otro de sus libros.

Si bien estaban acostumbrados al servicio de primera clase en los aviones comerciales, aún se sentía extraño cuando usaban el avión de BioIntellekt. Era el mismo jet que utilizaban su padre y su abuelo para viajar a otros países para llegar sin contratiempo, y rara vez era utilizado por los mellizos. 

Tai hizo una mueca al tomar el popote de su refresco. 

El tema relacionado con sus padres estaba comenzando a ponerse sospechoso. Nunca antes habían pasado un mes entero en Sacramento, y el hecho de que su padre insistiera en que utilizaran el jet, le hizo entrever que se estaban tomando demasiadas precauciones.

Incluso, ver a su madre presente en el hangar al descender del avión era anormal. Pero si Kai se había limitado a recibir el abrazo efusivo de su madre sin chistar, Tai decidió dejarlo pasar en favor de disfrutar las festividades con su familia.

—¿Puedes oírme? —preguntó Alek del otro lado de la pantalla, acomodando la tapa de la laptop para que la cámara quedara en un mejor ángulo.

Tai se mordió los labios con una sonrisa. Alek aún seguía entretenido acomodando su computadora sin prestar atención a lo que hacía Tai, por lo que ella aprovechó esos efímeros segundos para deleitarse con la vista de su novio. 

—¿Tai?

Alek volvió a hablar, mirando la pantalla de su computadora con la cabeza ladeada. Tai resopló y se acomodó en la silla de su escritorio, abrazando sus rodillas mientras asentía.

—Te escucho.

—Genial —entonces Alek se dejó caer en la silla mirando fijamente la pantalla, moviendo sus ojos por toda la superficie mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro. Tai estuvo consciente que tenía su imagen en todo lo ancho de la pantalla, y Alek estaba admirándola como ella lo había hecho hacía un segundo—. Hey.




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